leza - Bodeguera de pura raza, de familia de vitivinicultores de Rioja Alavesa, criada al amparo de un padre bodeguero que respetó las vocaciones de su hija -bien diferentes a este sector-, pero que cuando la pidió que se hiciera cargo del negocio familiar no lo dudó un instante. Promotora de la bodega Pagos de Leza, concebida como un proyecto enoturístico, finalmente tuvo que abandonarla y venderla a un grupo manchego, de Villarobledo, Lozano. Pero aquello no mermó su capacidad de lucha y recuperación para resurgir como un ave fénix.

Finalmente se quedó sin el proyecto de Pagos de Leza que había diseñado con tantas ganas.

-La marca no se vendió. Lo que se vendieron fueron las instalaciones, con lo cual lo que había que hacer era reubicar, volver a lo anterior, a las cantidades más pequeñitas.

¿En qué niveles de elaboración se mueve ahora?

-Nuestra producción es de 200.000-230.000 botellas dependiendo del año y dependiendo del precio, sobre todo si son marcas. En este caso, el Editor Crianza es el buque insignia. El nombre comercial es Bodegas Editor y la idea de todo esto ha sido unir el nombre de la bodega con la marca, porque si no, de alguna forma, se nos pierden los clientes. Después está el Ángel Santamaría, que es una marca que comenzó a trabajar en el año 1994 y solemos vender entre 30.000 y 40.000 botellas. Y luego están los crianzas y los reservas que ponemos en el mercado.

Además tienen un vino de año.

-Cada año sacamos un vino joven de maceración carbónica, pero lo hacemos en una cantidad muy pequeñita y para clientes muy exclusivos. Este año lo que hemos hecho ha sido dedicar el sistema de despalillado para los vinos de crianza y como vino joven solo sacamos el de maceración carbónica, del que hemos elaborado 20.000 botellas. Va a ser un vino muy especial, porque según el Consejo Regulador es de los pocos que en Rioja están muy buenos y ya veremos cómo actúan los clientes con él. También hemos sacado un blanco un poco especial, un blanco que lleva viura, malvasía y así hemos empezado con las nuevas variedades. Todavía no lo podemos poner en la contraetiqueta, pero es un vino que ya está hecho.

¿En qué ámbito comercial se mueve la bodega Pagos de Leza?

-Desde el punto de vista de la comercialización solo vamos a ir al canal Horeca (Equipamiento, suministros y material para hoteles, restaurantes y catering) y nos vamos a centrar solo en calidad y no en cantidad y por eso hemos reducido nuestro volumen anterior. Tenemos muchos clientes en la zona norte, en Bilbao, Donostia, Álava, La Rioja, León, A Coruña, Oviedo, Santander, Cádiz, Sevilla, Málaga o Madrid donde hemos dado un impulso muy grande, ya que este año ha sido el punto de inflexión y hemos dado el salto. De hecho, entre 2017 y 2018 hemos crecido un 60 por ciento y en lo que llevamos de año un 30 por ciento más. La verdad es que lo hemos trabajado mucho y la marca Editor está en Madrid desde 2005. Cuesta consolidar una marca y que el consumidor lo vaya viendo. Y todo esto supone un paso importante a la hora de reducir la cantidad para incrementar la calidad.

Gloria Santamaría es una bodeguera de raza, pero los últimos meses de Pagos de Leza fueron difíciles. ¿Cómo los vivió?

-Pagos de Leza fue un proyecto muy ilusionante para nosotros. Un proyecto que viví desde que se puso la primera piedra hasta desarrollar todo el proyecto. ¿Cómo viví aquello?: pues muy agotada. Al final es un tema de agotamiento. Yo quise unir lo que era el enoturismo con la vitivinicultura y la enología y fue muy complejo. Desde el punto de vista arquitectónico se cumplió porque estaba muy aunado y sigue estando, porque es un edificio que está muy conseguido desde ese punto de vista.

¿Qué pasó con el proyecto?

-Puedo decir que hasta que se puso la primera piedra, que fue en 2010, desde 2005 fueron todos los días, sábados y días y días trabajando el proyecto para poder aunar esos conceptos y al final me llevé una desilusión enorme porque el enoturismo funciona en Laguardia. No funciona en Leza, no funciona en el resto de los pueblos que tenemos alrededor. La gente viene, se ubica en Laguardia y de aquí no salimos. Nosotros hicimos muchísimas acciones desde el punto de vista enoturístico, pero con grupos de gente. Yo he llegado a tener hasta tres grupos montados en el departamento enoturístico, pero no ha servido para nada. La rentabilidad, el apoyo que nos ha podido dar como marca no fue bueno. No identificaban el vino con Pagos de Leza. Identificaban Pagos de Leza con enoturismo, pero no lo asociaban a un producto. Y ese punto de vista agota.

Pero para lograrlo estaban los equipos con que contaba

-El problema es que cuando montas estos equipos no encuentras gente los fines de semana, siempre hay problemas y al final la que tenía que estar era yo: de lunes a lunes y fueron muchísimos años de lunes a lunes y no solo en la bodega, sino también viajando para ir a ver a los distribuidores y cuando volvías tenías que quedarte en la bodega otra vez para ver lo que ocurría. Todo esto me agotó muchísimo. No sé si este proyecto no salió adelante porque no supe hacerlo, o porque no respondió bien.

Sin embargo, según comenta, el vino salía hacia muchos destinos.

-Los clientes que tenemos ahora son clientes que se han ido logrando durante estos años, desde 2005 a día de hoy, y yo no he perdido ni uno. Al contrario. He ganado clientes con el cambio y no me pregunte porqué. Igual asociaban cantidad y poca calidad y ahora asocian calidad y poca cantidad. Yo creo que siempre he tenido buen producto y es un vino que donde entra no sale y de hecho lo hemos visto en Madrid: allí se ha hecho un trabajo y las cotas que estamos alcanzando allí, o en Santander, o León son increíbles. Incluso con la recesión normal que tiene cada uno cuando se sale de un sitio y se comienza de nuevo, en el que lo normal es tener pérdidas, y yo no las he tenido. Al contrario, se han ido ganando, con lo cual se puede decir que el trabajo está hecho, que realmente se hizo un trabajo comercial bueno e importante, que posiblemente no lo valorase nadie del equipo que estaba en la bodega y que quien si lo valoró fue nuestro cliente, especialmente el final que es quien lo sigue consumiendo.

Y llegó el punto final a aquel proyecto y algunos decían que ese era el final de Gloria Santamaría.

-Quien diga eso no me conoce, Sí que es verdad que los años pasan, y no pasan en balde para nadie. Y el propio estrés y el agotamiento de todo ese tiempo me dio un revés la salud en forma de un ataque de artrosis y de artritis muy agudo y quieran o no, eso te frena. Pero no para dejar de trabajar. Estuve cuatro meses que no podía moverme y tuve una fractura a causa de esta enfermedad, pero no paré. Física y psicológicamente te tienes que adaptar a las circunstancias: si eres una persona de tacones, te tienes que bajar de ellos, te los pones cuando puedes y despacito. Pero no he dejado de trabajar nunca.

¿Cómo llegó Gloria Santamaría a este mundo vitivinícola?

-Pues casi de casualidad, aunque siempre lo he vivido en primera persona porque los fines de semana los pasaba en la viña y la ganadería de mis padres. A mi no me gustaba mucho, pero iba. En el caso del vino me pasaba lo mismo. No solo íbamos a ver los viñedos, sino que de hecho yo iba a vendimiar, pero no era lo mio. Yo siempre pensé que en la familia había dos varones y que este es un mundo de hombres y que ellos se tendrían que dedicar al vino y yo a otra cosa

¿A qué cosa?

-Yo quería ser misionera. Siempre me ha gustado porque me gusta ver feliz a los demás y muchas veces he dado lo que no tengo. Muchas veces. Mi padre me dijo que le parecía muy bien que me marchara de misionera, que me dedicara al ejercicio religioso porque en la familia ya había religiosas y sacerdotes. Ese mundo no le era desconocido. Pero me dijo que lo primero era que me preparara académicamente, que viese mundo y que si después quería continuar con esa idea que lo hiciera. Pero me preguntó porqué me quería dedicar a esa actividad y cuando le contesté que lo hacía por ayudar a los demás, me contestó que lo mismo un día me tienes que ayudar a mi. ¿Ese día vendrás?. Y yo, alegremente, le contesté que si.

Y por lo que parece, ¿ese día llegó?

-Como todo en la vida. Yo acababa de estudiar en Madrid y me marchaba a Inglaterra y después a Suecia a trabajar. Un sábado apareció mi padre y me dijo que me necesitaba, porque había tenido un revés con la muerte de su hermano en un atentado y estaba mal y necesitaba apoyo. Mi hermano mayor no quería saber nada del tema y el menor se dedicaba a los toros y necesitaba a alguien en casa. Le dije que no sabía nada del mundo vitivinícola y mi padre me contestó que todo se aprende. Le insistí que en Londres estaba ya todo pagado para ir a perfeccionar mi inglés y él me dijo que el dinero tenía importancia, pero que me necesitaba a mí más que al dinero.

No dejó mucho margen para poder decidir lo contrario.

-Él me dio una semana para pensármelo, pero me recordó mi compromiso de estar con él cuando me necesitara. Fueron unos días muy duros en los que me ayudaron mucho unos amigos de mis padres, Carmen y Patxi, que me dijeron que en esta vida hay que mantener los principios, porque luego tendrás unos hijos y deberás dar ejemplo de esos principios. Cuando apareció mi padre al cabo de la semana y me preguntó cuál era mi decisión hice un último intento por evitarlo, pero finalmente le dije que era fiel a mis principios y que por lo tanto me iba con él. Así empecé en el mundo del vino en el año 1986/1987.

Sin embargo, usted ya tenía mucha relación con las grandes figuras del vino de Rioja.

-Yo es que era la hija de Angelito (Ángel Santamaría) y gracias a él conocí a toda la gente del vino: a Vivanco, a Fernando Salamero, a Pedro López de Heredia, a Josechu Bezares, los creadores de todos estos temas, porque gracias a ellos estamos aquí y gracias a ellos está funcionando el Consejo Regulador. Y a la Diputación Foral de Álava. Y es bueno recordar, porque me lo contó mi padre, que el Consejo Regulador existe porque yo, enlace de Diputación de Álava con Rioja, aseguro que la institución foral puso el dinero para que Rioja existiese, porque Rioja no tenia apoyo económico para que se formara el Consejo Regulador. Sé que he tenido el privilegio de estar en muchas cosas.

Comienza ser habitual ver a mujeres y hombres dirigiendo bodegas, pero parece que eso sigue siendo algo insólito. ¿Es tan difícil su normalización?

-Sí. Este sigue siendo un mundo de hombres. La mujer está cogiendo cada vez más peso, pero tiene un problema en este sector. Para empezar que somos madres. Y este es un negocio que necesita mucha dedicación que lleva a no tener el tiempo suficiente para estar con tu familia. Vamos cogiendo peso, pero llega un momento en que resulta difícil seguir. Esto no es mejor ni peor. Pienso que cada uno debemos estar en nuestro sitio. No deja de ser un mundo machista porque deberán pasar muchas generaciones hasta que cambie el tema.

Finalmente, ¿cómo contempla la polémica por crear una denominación aparte del Rioja?

-Yo no lo veo. Y no lo veo por un tema comercial. Una empresa recibe capital por sus ventas y la Denominación de Origen Calificada lleva muchos años trabajando, Muchas veces sales al extranjero y allí llaman al Rioja el vino de España. Muchas veces ni siquiera como vino de Rioja. Así que tratar de vender con una denominación de Rioja Alavesa o cualquier otra es muy complicado. Lo veo complicado. La unión hace la fuerza y lo contrario supondría un esfuerzo económico enorme para crear una marca que vaya en ese sentido.