Un primer factor clave para construir este entorno “perfecto” es la temperatura, que debe mantenerse siempre entre los 18 y los 21 grados y con una humedad por debajo del 50%, ya que existe una relación directa entre la temperatura ambiental y la de nuestro cuerpo para conciliar el sueño y tenerlo de calidad. Un segundo aspecto vital es contar con una iluminación adecuada, para evitar alteraciones, y el tercero no es otro que el silencio, porque el ruido ambiental supone uno de los principales responsables de la interrupción del sueño profundo.
Claro que, al margen de esta suerte de abc del dormitorio perfecto, existe una serie de consejos que, según la SES, convertirán el anhelado descanso en una experiencia todavía mejor: Entre otros, contar con un colchón de firmeza media, evitar almohadas muy altas o de plumas, pintar el dormitorio con tonos pastel o neutros -evitando los colores intensos-, utilizar la habitación sólo para dormir y tener relaciones sexuales, mantenerla siempre limpia y recogida y evitar accesorios como la televisión o los teléfonos móviles.