El 22 de diciembre de 1962 los termómetros de Vitoria-Gasteiz marcaban 20 grados bajo cero y la ciudad se hallaba cubierta por una espesa capa de nieve, pero las duras inclemencias meteorológicas no amilanaron a Ángel Quintana, Julián Ortiz de Viñastro, José María Otazu, ni a Luis María Sánchez Íñigo. Ellos cuatro estaban a punto de cumplir el sueño por el que habían estado luchando durante tiempo.
Con la colaboración de la Caja de Ahorros Municipal y Monte de Piedad de Vitoria, y la Comisión de Festejos del Ayuntamiento de la ciudad, aquel día se puso la primera figura del belén monumental del parque de La Florida. Tan solo contaba con siete piezas. En el interior de la cueva artificial que, desde entonces ha sido el lugar elegido para la instalación del Misterio, se hallaban el niño Jesús, la Virgen María, San José, la mula y el buey, y, en el exterior, se encontraban un único pastor y el ángel.
Precisamente, para la colocación de la estrella y del citado ángel en lo alto del árbol, los bomberos tuvieron que realizar varios intentos, pues el mal tiempo dificultó terriblemente su labor. Como recompensa, y para paliar de algún modo el intenso frío que habían soportado, una vez realizado el trabajo, los seis miembros de la dotación fueron obsequiados con una botella de coñac. Aquél no fue el único inconveniente con el que tuvieron que enfrentarse los promotores, pues días antes, y ante la premura necesaria para cocer las figuras de escayola en los hornos de la fábrica de la DKV, éstas estuvieron a punto de terminar calcinadas.
Pero a las seis y media de la tarde del día de Nochebuena se inauguró el que, sin duda, se ha convertido en uno de los puntos de referencia obligada que hay que visitar en las navidades vitorianas. Los curiosos que acudieron a aquel acto, junto a las autoridades eclesiásticas y municipales, escucharon frente al nacimiento el conocido villancico Adeste fideles cantado por el coro Manuel Iradier desde lo alto de la cascada.
Aunque, en un primer momento hubo quien puso en duda la continuidad de aquel acontecimiento, el éxito fue tal, que el año siguiente muchas familias felicitaron a sus amigos y familiares con las postales que realizó Fournier, en las que se reproducían fotografías del belén.
Desde entonces, multitud de artistas alaveses han colaborado, año tras año, en la elaboración de nuevas figuras, algunas de ellas con movimiento, también en todas las edificaciones, animales y complementos, y que han convertido a nuestro belén, según la Federación Internacional de Belenistas, en el conjunto de mayor interés belenístico a nivel mundial.
La escayola ha sido sustituida por la fibra de vidrio, e incluso es posible encontrar algunas obras realizadas enteramente en madera. Pero no solamente aumenta el número de esculturas, sino que algunas de ellas van cambiando de oficio y ubicación en cada nuevo montaje, haciendo que cada Navidad haya alguna novedad, como la inclusión en el Jardín Secreto del Agua, de la casa del Olentzero y su mujer, Mari Domingi, como representantes indispensables de la tradición navideña de nuestra tierra. Ya, desde el primer año, comenzó la costumbre de dejar donativos en el pesebre que ayudaran a costear las nuevas esculturas. También se dejaban en el río que recorre el parque, pero nunca faltaron pilluelos que se dedicaban a pescar aquellas monedas.
Desgraciadamente, tan solo tres años después, el 7 de enero de 1965, dio comienzo otra tradición que por desgracia aún no se ha podido erradicar, y que consiste en la irrupción de algunos desalmados que se dedican a destruir o robar algunas de las figuras. En aquella ocasión corrió el rumor de que, pese a que los gamberros habían sido identificados, no fueron detenidos por tratarse de los hijos de familias de bien, las cuales movieron los hilos necesarios para que se hiciera la vista gorda sobre aquel incidente. En otros ataques posteriores, los culpables sí que se han localizado, debiendo de hacerse cargo ellos o sus familias del coste de la reparación de sus gamberradas.
También podríamos comentar algunas polémicas que han surgido en su dilatada vida, como aquel escote de la Virgen María que, para algunas personas, era demasiado pronunciado, o los rasgos del modelo de uno de los soldados romanos. En lo que seguramente podemos coincidir todos, es que hoy, sesenta y dos años después de su inauguración, aquel pequeño nacimiento que ha llegado a abarcar la totalidad del parque, permite a cuantos alaveses y visitantes lo deseen, pasear buscando donde se ha colocado alguna figura nueva, viendo a los niños acurrucarse junto a sus padres al entrar en el castillo de Herodes, o disfrutar del silencio respetuoso de cuantos acceden a la gruta a contemplar a la Sagrada familia. Del mismo modo que durante décadas lo han vivido cuantos se han acercado a este lugar.correo@juliocorral.net