tres veranos lleva el antiguo poblado minero de asfaltos de Korres siendo objeto de estudio a través de los campos de trabajo a los que acuden jóvenes de todo el Estado. Durante el primer año se enfrentaron a la poderosa fuerza de la naturaleza, que había ido ocultando bajo árboles y matorrales los vestigios de ese núcleo de población y de trabajo, pero desde entonces poco a poco han ido emergiendo muros, alguna pared y pequeños recuerdos. Hasta hoy.
La semana pasada, este lugar, al que se accede tras una larga caminata, se llenó de color y de vida gracias a la memoria de la única persona con vida que queda de los que vivieron en aquel espacio. Llevarla hasta allí había sido una de las ilusiones más deseadas por el alcalde del municipio de Arraia-Maeztu, Anartz Gorrotxategi, Consistorio en el que está integrado el pueblo de Korres. Y era su gran deseo porque esa persona, de edad avanzada aunque con una gran frescura vital, es su abuela.
Entre los motivos de su presencia en el poblado minero, además de razones sentimentales, era pedirle su colaboración para tratar de recordar cómo era aquel poblado, sus edificios y la forma de vida que allí se desarrolló durante varias décadas. De esta forma, toda la gente que está implicada en el campo de trabajo, así como la familia de Anartz, organizaron el traslado y disfrutaron de una mañana de su memoria, sus recuerdos y sus emociones. Y ahí estuvo DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.
recuerdos Angelita Sagastuy Espadas nació el 25 de febrero del 1918 en Korres, por lo que cuenta ya con cien años. Su marido, fallecido, Ismael Elorriaga Ibisate, había nacido el 5 de febrero del 1918 en La Mina de San Idelfonso o antiguo Poblado de San Idelfonso, en el poblado minero, lo mismo que su padre, Mateo Elorriaga nacido en el 1887, bisabuelo del alcalde. En la jornada de visita se recordó que Angelita Sagastuy vivió en Korres hasta casi los 18 años, aproximadamente pues no lo recuerda con exactitud, pero si guardaba en la memoria que en esa época bajaban a Vitoria al mercado de vez en cuando. Para ello, se trasladaban de Korres a la estación de tren de Atauri por el camino de la Mina de Korres (San Idelfonso) , lugar donde cogían el tren que procedía de Estella en dirección hacia Vitoria. El antiguo Vasco Navarro, conocido como el Trenico.
Situada en el centro del campo de trabajo, Angelita recordó cómo en La Mina había en su plaza central un nogal enorme, y “junto a él estaba la casa de los amos, que tenía un jardín cuadrado lleno de flores y un rosal precioso y plagado de rosas”. También contó que en una de las estancias había un fogón bajo, junto a unas escaleras de madera, en el que paraban a calentarse en invierno y que en verano descansaban a beber agua del pozo que había en la plaza para reponer fuerzas y seguir el camino hacia la estación de Atauri.
Recuerda igualmente que el suelo de las estancias de la planta baja era negro, lo cual se ha confirmado que era de asfalto natural tras las excavaciones realizas durante las últimas tres campañas de campos de trabajo, y que las ventanas estaban pintadas de verde. También rememora Angelita al difunto Currucho, que era un trabajador de La Mina y uno de los últimos moradores del poblado. “Era un hombre muy cantarín y trabajador y a todas las parejas que se lo pedían les hacía una canción. Hay una frase que siempre cantaba que decía así: soy Currucho de Cabredo, vivo en la mina más tranquilo que San Pedro?”, relata.
boda y trabajo Por su parte, Anartz Gorrotxategi contaba de su abuela que “a los 16-18 años, en plena Guerra Civil, se fue a Vitoria a trabajar como limpiadora en la antigua academia Garibai, la cual estaba dirigida por Doña Anita que tras ver que cosía muy bien, en seguida le quitó de limpiar y le puso a hacerle los trajes de sus hijos”. En Gasteiz fue donde conoció a su futuro marido, Ismael Elorriaga Ibisate, nacido en La Mina. Era albañil de profesión y anteriormente había estado trabajando realizando las torres del Santuario de Aranzazu, en Oñate.
Se casaron en Korres el de agosto de 1946 y se fueron a Bujanda a vivir, donde se dedicó a enseñar a coser a casi todas las mujeres de la zona, como San Román de Kanpezo, Antoñana? De Bujanda pasaron a Vitoria a vivir unos años y finalmente a Maeztu, donde residió de forma continua hasta hace pocos años. Actualmente Angelita “pasa los inviernos en Vitoria con su hija pequeña y su yerno, pero en Semana Santa, Navidades y durante toda la época de verano reside en Maeztu, donde a sus 100 años, pasa los días feliz recordando tiempos pasados y disfrutando de su familia y amigos”, comenta su nieto.
patrimonio industrial Korres y la fábrica de asfaltos se encuentran en el centro del Parque Natural de Izki, rodeada por montes y riscos, y situada en un pequeño valle. Ahí está la fábrica de asfaltos de San Ildefonso o Gustaldapa. Los inicios datan del siglo XIX. Desde el año 1.858 hasta 1.913 estuvo en funcionamiento, y durante estos 55 años se convirtió en la primera y mayor explotación de asfaltos del Estado, un complejo minero y fábrica de panes y losetas de asfalto compuesto por ocho edificios y varios patios o espacios abiertos de tránsito. Se trató de un importante complejo perteneciente al patrimonio industrial del siglo XIX, y, por ello, el Ayuntamiento de Arraia-Maeztu impulsó esta actuación en el municipio como una medida catalizadora y dinamizadora del reforzamiento de la identidad local.
Hasta hace tres años estaba cubierta por la maleza, pero tras tres campos de trabajo y los reconocimientos realizados por la zona se han ido rescatando habitaciones y una fachada, que se ha consolidado esta primavera gracias a la labor de un albañil contratado por el Ayuntamiento.
El objetivo que se persigue es tratar de rescatar la mayor superficie posible, documentarla y mantenerla limpia de maleza como un recurso turístico o de estudio etnográfico. Para ello, el Ayuntamiento ha contado con el apoyo del Gobierno Vasco, a través del Instituto de la Juventud, y desde este año con Fundación Vital y con el respaldo de la Diputación Foral de Álava.