Hace menos de una década solo quedaban en Rioja Alavesa 92 melocotoneros de viña. Un árbol y un fruto que tuvieron a lo largo de la historia un notable peso como ayuda a la renta de la gente del campo, pero también como estación de avisos para anunciar plagas en los viñedos. Pero las uvas y el vino se fueron valorizando con el paso del tiempo y el humilde melocotonero, que daba solo para unos cuantos bocados a sus propietarios, se fue arrancando y nuevas cepas ocuparon el espacio que antes tenían. De esa manera los árboles fueron desapareciendo hasta casi extinguirse y eso que se trata de un frutal que no necesita obligatoriamente injertos, ya que puede reproducirse y dar melocotones sencillamente plantando el hueso.
En ese estado de cosas, siendo diputada de Agricultura la actual consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, la institución foral firmó un acuerdo con la Red de Semillas de Euskadi para conocer la situación del melocotón de viña y sus posibilidades de recuperación. Lo primero fue tratar de conocer su estado y para ello se celebraron una serie de charlas en Labastida, Lapuebla de Labarca, Laguardia, Kripán, Oion y Leza con el objetivo de contactar con los agricultores y vecinos de la zona que pudieran facilitar información sobre ubicaciones físicas, características, usos, costumbres y otras curiosidades.
De esa forma comenzó a llegar información y se supo también de los melocotones abrideros en los que su carne se separa fácilmente del hueso. Los melocotones amoscatelados, que muestran una carne blanca muy dulce y muy aromática que recuerda al moscatel. También se encontraron algunos melocotones sanguinos, con una característica y singular coloración rojiza alrededor del hueso. Pero todos ellos en cantidades muy testimoniales. Tras el trabajo de campo se logró encontrar un total de 92 melocotoneros de viñedo, muy dispersos por toda la comarca y en la mayoría de los casos, con una respetable edad, superior a los ochenta años, según un estudio recopilatorio posterior acometido por la Red de Semillas de Euskadi.
También es verdad que estos melocotoneros tienen sus problemas, especialmente cuando se reproducen directamente del hueso, como explica el técnico, Antonio Remesal, de la Casa del Vino de Laguardia. “Estos frutales se reproducen de dos maneras. Por un lado, directamente, plantando el hueso. La desventaja es que pueden salir bien o pueden salir mal, pueden ser árboles de abundante fruto o no dar ni uno. La otra forma es con portainjerto. Y esta es la mejor manera porque se transmite las mismas características del donante”.
Visto el estado de casi desaparición en que se encontraba el árbol se inició un proceso para tratar de reproducirlo en más lugares. Por una parte, se ofrecieron plantones a los agricultores. La idea no es que tuviera mucho éxito, pero hubo viticultores que se interesaron y decidieron participar en la recuperación.
Más éxito tuvieron dos lugares estratégicos donde se plantaron varios árboles. Por un lado en una parcela que cedió la bodega de Labastida La Granja de Remelluri. Allí, la técnica Mariví Hernáez relata que la plantación “está muy majita. De ellos hemos sacado madera y hemos plantado alguno nuevo. También la responsable de la Red de Semillas vio en varias ocasiones a por madera para reproducir en vivero. Aquí dejó preparado un vivero de hueso y otro de estaquilla, recuperando material de varios agricultores de la comarca y el resultado es que hay de varias clases”. La técnica destaca que “en cuanto a enfermedades se comporta muy bien. Los llevamos en ecológico, sin apenas tratamientos y van bastante bien, aunque este año ha sido un poco más complicado por las tormentas”.
La otra plantación es la que se encuentra en El Chispial, en la Casa del Vino de Laguardia, Allí, el técnico Antonio Remesal destaca las características de este frutal y la ausencia de problemas. En esa parcela, a continuación de las cepas de distintas variedades con las que se experimenta, hay una hilera de melocotonares, de cuyas ramas aún cuelgan frutos maduros y en otras los frutos todavía verdes. Apelotonados en las ramas, con un bonito color naranja suave y un aroma que se esparce al mover la rama, solo esperan para ser comidos.