Con más de siete años de experiencia en la pequeña pantalla, la ganadora del quinto concurso de monólogos de El club de la comedia, Sara Escudero, derrocha energía durante más de una hora en su nuevo soliloquio humorístico al más puro estilo stand-up comedy, apto para todos los públicos.
Hace muchos años usted dejó la carrera de Medicina por el ‘stand-up comedy’, ¿por qué motivo?
-A ver, yo soy actriz. Dejé Medicina para estudiar teatro. Lo que pasa es que luego, cuando estudié interpretación, descubrí el stand-up comedy. Siempre me había llamado mucho la atención la comedia. Constantemente estaba haciendo el tonto desde que era pequeña. Cuando había que hacer esas improvisaciones, trabajos en grupo y tal, no me preguntes cómo, pero yo acababa llevando a la clase al descojone total. Es verdad que cuando intentaba sacar adelante alguna obra juntando a amigos de clase, por una cosa o por otra, al final siempre me quedaba sola, nadie apostaba por mí. Entonces pensé: “tengo que hacer algo que sólo dependa de mí”. Hombre, el monólogo, en ese sentido, lo pone fácil. A partir de ahí, empecé a investigar hasta que me arriesgué y me dieron una oportunidad en la que me dijeron que si me salía bien me seguirían dando más, y así hasta ahora. Había que coger al toro, la vaca y al hermano por los cuernos. Había que hacerlo.
¿‘Sara es... Cudero’?
-Realmente, en el monólogo hablo de un montón de cosas. Al elegir el título quería algo que llevara mi nombre.
Hace reír, pero ¿qué le hace llorar?
-Yo no tengo lagrimilla fácil, es que es automática. No puedo ver sufrir a nadie ni a nada. Voy por la calle y como vea gente muy mayor enseguida lloro, es como una sensación de querer protegerles. Pienso que es su última fase de vida y me entra algo tierno por dentro. Las injusticias y el sufrimiento me desmoronan. Cuando paseo voy con gafas de sol puestas, lo paso fatal precisamente porque salgo a la calle (risas).
¿Cree en el humor sin límites?
-A ver, creo que el límite lo pone sobre todo quien te escucha. Tengo un lema y es que: El humor es actitud, porque ya puede venir tu cómico favorito, pero si ese día no estás dispuesto o tienes una actitud negativa, no sirve de nada. Esto te lo digo porque, aparte de estudiar Medicina y de aprender cómo funciona el cerebro, he dado risoterapia muchos años en Madrid. Es muy duro, pero ahí compruebas que cuando la gente ríe no piensa en nada, es un tiempo de libertad y de alegría. Esto viene a que cuando en tu mente ya asumes que quien te cuenta el chiste no tiene intención de ofenderte, entonces no hay límites. Aun así, siempre he defendido que el humor tiene que ser de verdad. Yo no sé hacer humor verde, político o negro, mi humor es muy blanco, como mi carácter. El stand-up comedy nace de la personalidad y verdad del cómico. El límite lo pone el público según su educación y flexibilidad ante ciertos temas, el humor es circunstancial. Hay que encontrar el momento y hay que saber hacerlo.
¿Es Vitoria una ciudad que le saca una sonrisa?
-Sí es cierto que hay ciudades, sobre todo las de País Vasco, como Vitoria, donde el público es, a priori, tímido, como que está a la espera, pero enseguida se abre y es gente maravillosa, me encanta. También sucede en Cataluña y otros lugares. La gente puede ser, al principio, menos efusiva que en otros sitios, pero también es cierto que, en general, hay mucha más cultura y apertura mental. Lo paso mal con la actitud del grupo, no de dónde sea éste. Amo Vitoria, estoy deseando estar ya con todos los gasteiztarras.
¿Su público más difícil?
-Pues mira, en general es verdad que, como en todo, hay triunfos y otros momentos más duros. A mí lo más jodido que me ha pasado fue en una convención de una empresa privada en fin de año, donde la mayoría eran chicos, el 98% al menos. Como todos ellos se esperaban a un hombre me dieron la espalda al verme. Ahí estuve, viendo espaldas y cogotes. No estamos tan abiertos como creemos que lo estamos. ¿Que en España no hay machismo? Mis cojones (risas).
¿Es la sonrisa un escudo para Sara Escudero?
-Siempre. Pero más que la sonrisa, la comedia, que para mí es un modo de vida. Gracias a ella sobrevivo a las lágrimas. El humor es punto de unión en relaciones y personas. Es mi herramienta, mi manera de vivir. Te libra de los problemas.
Como dice el título de uno de sus libros, en ocasiones ve frikis, ¿es eso cierto?
-Sí. Vamos a ver. Yo siempre contesto con la verdad por delante. La editorial me pidió el doble de contenido en sólo diez días, y eso teniendo actuaciones de por medio. Tuve que echarle el doble de tiempo, lo pasé fatal, mi cabeza estaba bloqueada. Fue muy duro, te lo juro. Mi chico, que es muy friki en el mejor de los sentidos, fue una de las fuentes que inspiraron ese título. Yo lo hubiera puesto de otra manera, fue una opción que me ofreció la propia editorial.
¿Puede hacerme reír en segundos?
-Pues no soy buena para recordar chistes, sólo me sé el de la hormiga y el elefante. Quizá no te lo cuente ahora bien, pero lo intento a ver. Iban una panda de hormigas, se encuentran con un elefante, entonces se le sube una por la pata. El elefante se sacude para quitarse la hormiga y desde abajo las demás la apoyan diciendo “¡Ahógale, ahógale!”. Ya ves, es tan malo que hace gracia (risas).