la historia puede ser seria y solemne, incluso tremendamente aburrida según quién la cuente, o un relato ameno e irresistible, plagado de anécdotas que a pocas personas dejarían indiferentes. La historia de Gasteiz, que precisamente no es escasa, se ha contado de muchas maneras, la mayoría de ellas serias y solemnes, también aburridas e incluso tergiversadas, pero también puede ser amena e irresistible si puede revisitarse a través de una voz privilegiada. De unos ojos que ven más allá... y que también pueden ser los de otras personas.

Ayer asumió este papel la escritora gasteiztarra Toti Martínez de Lezea, que dirigió un largo paseo literario a ciegas por la vieja Gasteiz, a través de algunos de sus tesoros medievales y de épocas posteriores y de otros vestigios más bien sobrevalorados. Como el monumento a la Batalla de Vitoria, y esto no es sólo una opinión personal de la autora. La cita, enmarcada en la Semana de la ONCE, congregó a una treintena larga de afiliados a la organización, con diferentes grados de ceguera, así como a familiares y amigos, que siguieron el camino marcado por la escritora a través de escenarios también reflejados en algunas de sus novelas. Un nuevo relato de esa tan larga historia de la ciudad que, además de divertido y esclarecedor en muchos aspectos, sirvió para descubrir numerosos episodios desconocidos. Para quienes tienen baja visión, también para moverse por un entorno mucho más familiar e imaginarse sus características con detalle.

Martínez de Lezea ya avisó de su envidiable timbre de voz, ayer más necesario de lo habitual, antes de iniciarse el paseo, que concluiría alrededor de dos horas después en la balconada de San Miguel. “Hice teatro y fui nadadora, así que tengo buenos pulmones”, tranquilizó a los asistentes. La primera etapa llevó al grupo a la plaza de la Virgen Blanca, la antigua plaza del mercado, donde Martínez de Lezea ofreció su primer “regalo” a sus acompañantes: Una almendra, cuyo tacto les serviría durante el paseo para imaginarse la silueta de la ciudad y situarse en uno u otro punto. “La punta es Santa María y la otra parte es donde estamos”, aclaró la autora, que no escatimó en piropos hacia el monumento de la plaza, erigido -tal y como recordó- en memoria de una batalla que ni siquiera existió en la literalidad de su nombre -“aquí no entró ni Dios, como mucho a Gamarra”- y fruto de un concurso ganado por un artista valenciano.

Repasó la escritora también la evolución del nombre de la ciudad, que ha pasado de Gasteiz a Nova Victoria o al actual Vitoria-Gasteiz, y las sucesivas ampliaciones de la primera villa, empezando por la del oeste, que derivó en la creación de las actuales Correría -primero Pellejería-, Zapatería y Herrería, así como de la iglesia de San Pedro o las antiguas murallas de Cercas Bajas.

Un prólogo cargado de anécdotas que anticipó la entrada del grupo en la almendra -la de piedra, palacios y adoquines- a través de la calle Herrería, a la que siguió en el camino Las Escuelas a través de las rampas mecánicas -una cuestión de practicidad- y Montehermoso. ¿Sabían que en este precioso palacio durmió en alguna ocasión el “abstemio” Pepe Botella, hermano de Napoleón?

palacios “con vida” La comitiva se dirigió después a Escoriaza Esquível y a la Catedral Santa María, víctima de numerosos despropósitos arquitectónicos a lo largo de la historia, y posteriormente a la plaza de las Burullerías, antes de enfilar Cuchillería y los Arquillos. Hubo tiempo para recorrer la estancia del papa Adriano VI y su séquito a la ciudad, entre otra gente “muy importante” que la visitó, para romper falsos estereotipos sobre la presencia de la comunidad judía en la ciudad o para ensalzar la singular belleza de El Portalón o de otros palacios como el de Gobeo-Guevara. Y también, para hacer una cerrada defensa al mantenimiento “con vida” de estas edificaciones frente al abandono que muchas de ellas presentan a día de hoy. “Los edificios con historia hay que conservarlos, porque si no se mueren”, arengó la escritora.

Rafael Ledesma, director de la ONCE en Álava, participó del paseo acompañado por Javier Domínguez, presidente del consejo territorial de la organización en Euskadi, quien gozó de la iniciativa como uno más. “Tratamos de disfrutar como lo haría el resto de la gente, y ésta es una muy buena manera: Una primera espada acercándonos tanto a la literatura como a la cultura de Vitoria”, celebraba Domínguez desde Burullerías. Muy cerca se encontraba Patxi Gorospe, que pudo “refrescar muchos recuerdos” anteriores a su ceguera total. “Está siendo una película extraordinaria sobre una realidad y una fantasía”, describía este afiliado gasteiztarra. Adela, que también sufre problemas de vista, fue otra de las vecinas que se sumó al paseo y disfrutó “mucho” del relato de una escritora a la que además admira. “Es un privilegio hacerlo con ella porque te impregna y te traslada con los cinco sentidos”, celebraba.

Por la tarde, la también escritora Marta Extramiana realizó un segundo paseo de similares características, que en este caso sirvió para conocer la Vitoria de finales del siglo XIX.