labastida - Labastida ha presentado esta semana sus principales atractivos a varios touroperadores que se han acercado a la villa medieval, considerada “la puerta de Rioja Alavesa”. Durante dos días, los protagonistas han podido disfrutar no sólo del patrimonio monumental de su casco histórico, sino también de su patrimonio natural, enológico y gastronómico, así como de algunas de sus tradiciones.

Laura Pérez Borinaga, alcaldesa de la localidad, fue la encargada de recibir a los asistentes en el txoko ubicado en la parte baja del Ayuntamiento, que antaño fue la cárcel de la localidad y en la actualidad un agradable espacio destinado a recepciones y reuniones. Tras una primera introducción a los recursos de la villa, el grupo visitó el casco histórico, soprendiéndose por la grandeza de la iglesia de la Asunción, las leyendas de la ermita fortaleza del Santo Cristo, los restos de la muralla, el lagar de la Mota y en general, la belleza de sus edificios y palacios.

La visita terminó con la visita a una bodega familiar, con cientos de años elaborando vino a sus espaldas, localizada en lo que un día -siglo XII- fueron túneles para escapar del enemigo. Un emplazamiento espectacular que valió para mostrar el trabajo que muchas familias del pueblo llevan haciendo toda la vida.

La tarde de esa primera jornada se dedicó a la gastronomía. Primero con una comida que sirvió de descanso antes de meterse en el frontón para conocer y practicar uno de los más arraigados deportes: la pelota vasca. Y ya por la tarde viviendo un pintxo-pote. Y es que Labastida dispone de una gran y variada oferta de bares que permite degustar pintxos y raciones de todos los estilos.

La segunda jornada discurrió por el entorno natural, por los paisajes salpicados de viñedos, necrópolis, lagares, fuentes, ermitas, meandros del río Ebro e incluso acueductos e incluyó una visita a la también villa medieval de Salinillas de Buradón, enclavada en un lugar mágico. Copa en mano, las paradas principales se regaron con vinos de Labastida, siendo una de ellas la ermita de San Ginés, donde se estaba celebrando su festividad; festividad que acaba con su propia “batalla del vino”.