artziniega - Lo del peregrino de Artziniega, Ginés López Marín, y sus compañeros de aventuras y amigos, la borriquilla Marina y el perrito Comotú, es de novela épica. Partieron el pasado 4 de marzo (dos días después de cumplir 66 años) de Santurtzi con la firme intención de afrontar su tercer Camino de Santiago “a paso de burra, porque aquí la que manda es Mari”, recuerda Ginés. Y pese a lo adverso de la climatología que les ha acompañado en los 43 primeros días de los 49 que llevan de viaje, no han arrojado la toalla. Más bien al contrario.

De hecho, al filo del mediodía del sábado entraban con todos los honores en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, donde les esperaban familiares, amigos y conocidos que, en buena suma, también se animaron a acompañarles en el último tramo desde el monte Do Gozo, a escasos cinco kilómetros de la capital galega. “Ha venido con nosotros hasta la chica que sella las compostelanas en Santiago, así agilizamos la cosa y, tras las fotos de rigor seguimos caminando”, explica a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. “Que no sé si empezar a cobrar (ríe, por toda la buena gente y medios de comunicación que no pueden resistirse a solicitarles un retrato o entrevista”.

Y es que, lo que para muchos peregrinos es la meta del camino, para Ginés y sus fieles amigos de cuatro patas no ha sido más que el inicio. De hecho, en estos momentos enfilan hacia Fisterra y luego a Muxía, con la firme intención de retornar a su casa en Artziniega por el Camino de la Costa, calculan que para junio y tras 1.800 kilómetros a pie. “Empezamos en Santurce porque así nos lo pidieron los amigos del Camino de Santiago de allí, y será parada obligada a la vuelta, calculo que para las fiestas del Carmen, en un periplo que, en vez de desandar la ruta de ida por Balmaseda-Valle de Mena-Burgos para enganchar con el Camino francés hasta Galicia, nos llevará a recorrer en las últimas etapas poblaciones como Colindres, Laredo y hasta Bilbao, antes de regresar al Valle de Ayala”, adelanta.

la prioridad, sus compañeros A Ginés no se le escapa que en la peregrinación de vuelta no va a encontrar una ruta tan bien señalizada, que les llevará a tener que afrontar más tramos de carretera de los deseados, ni tantos albergues y hospitalarios dispuestos para darles cobijo al término de cada etapa, pero está preparado para ello. “Para eso llevamos el carrito, que no llegamos a ningún albergue, pues acampamos. No te puedes ni imaginar la cantidad de buena gente que hay por el mundo, hasta pienso para Mari he tenido que rechazar por no cargar con más peso del indispensable”, asegura López Marín, para quien sus compañeros de peregrinaje han sido, son y serán siempre lo primero. “Estoy un poco dolido con las personas que me han acusado de maltrato animal por llevar a Mari conmigo. ¡Si ellos supieran!, pero nada, mejor agachar la cabeza y no discutir”, exclama al borde de las lágrimas.

Y es que, muy posiblemente, Marina no estaría hoy en este mundo si no hubiera sido porque Ginés se hizo cargo de ella, la alimentó con biberón desde los tres meses, después de que se quedara huérfana de madre porque se despeñó y su dueño tuvo que sacrificarla, y de eso hace ya once años. Del miembro canino de la expedición, Comotú, se puede decir otro tanto de lo mismo. Tiene dos años, lo salvó de una muerte segura en una perrera, y se han convertido en inseparables desde la pérdida de Scotti. El perrito que le acompañó, subido en el lomo de Marina durante su primer Camino de Santiago en 2015, pero que no regresó al hogar a consecuencia de un atropello en carretera en tierras de León y ya en el camino de vuelta a casa.

Tres piedras para un deseo “En Cruz de Ferro, un crucero en tierras leonesas que se halla en el punto más alto del Camino de Santiago Francés, a unos 1.500 metros de altura que, esta vez nos ha pillado con nieve, ya lancé, como dicta la tradición, tres piedras y pedí el deseo, siempre el mismo: volver los tres sanos y salvos a casa. En el viaje de 2016 se cumplió y en éste, de momento, aquí seguimos y eso que esta siendo el más complicado con diferencia”, explica. Y es que, salvo esta última semana, el cielo no les ha dado tregua. “A veces no sabíamos si estábamos pasando por un camino o por un río, del agua que estaba cayendo, pero como salí mentalizado de que íbamos a tener lluvia, viento, granizo y nieve, hasta que no haya un justificante médico que indique lo contrario, saco los tres chubasqueros y para delante, porque un peregrino nunca puede abandonar”, subraya.

Respecto al tramo más difícil, no duda: “Cebreiro, mucha subida y frío”; así que no es de extrañar que cuando el pasado día 11 llegaron a Portomarín en Lugo, a 94 kilómetros de Santiago, decidieran que una vez alcanzado Sigüeiro iban a hacer una parada técnica y desviarse de ruta para descansar y visitar a unos amigos. “Fueron tres días que aprovechamos para conocer algo del Camino Inglés y recuperar fuerzas, pero el viernes volvimos a la carga y ya, con la bendición del apóstol, todo hacia delante y a paso de burra, no hay prisa”, sentencia, quien tiene como único objetivo de esta aventura disfrutar del Camino, el paisaje y sus gentes. ¡Ultreia peregrinos!