Superando la cota de los 600 metros de altitud en Sierra Cantabria, cuando acaban Ysios y las bodegas de Laguardia y el viñedo comienza a compartir espacio con las encinas y los quejigos, una valla señala el comienzo de las fincas donde se cría la ganadería de Andrea Marañón Peciña, que no puede asistir a la cita con este diario en la instalación a causa de un esguince en el tobillo. No obstante, sí que lo hace su padre, Luis Mari Marañón, auténtica alma de esta iniciativa.
Esta ganadería surgió “porque yo nací con esto y a Andrea también le gustan mucho los animales. La verdad es que estamos encantados por cómo se está desarrollando y ahora ya es momento de disfrutar de lo que estamos haciendo”, relata el patriarca de la familia, visitante asiduo del lugar, aunque quien está trabajando y cuidando la ganadería donde están las vacas es un empleado.
La sorpresa de la puesta en marcha de esta iniciativa emprendedora surgió cuando el Centro Enogastronómico Villa Lucía amplió sus actividades a través de la restauración, apostando por los productos con la etiqueta kilómetro 0 y por los alaveses en general. Así, el recinto hostelero se convirtió, junto a una carnicería de Laguardia, en los dos clientes de la insólita, por rara, experiencia ganadera en la ladera de la sierra.
Instalarse en aquel paraje no fue complicado, aunque Luis Mari Marañón reconoce que “al principio la Diputación no nos ayudó mucho. Ahora parece que se está implicando un poco más”. Por eso, todo el esfuerzo del comienzo lo tuvo que hacer en solitario, sin más apoyos. La ventaja es que “como yo ya conocía muy bien toda la zona y el monte, los manantiales, las fuentes... No me ha resultado tan difícil ya que soy conocedor de lo que estamos haciendo”. Por eso, la familia ha podido dedicar todos los esfuerzos a la selección y mejora de la cabaña “y en pocos años creo que tendremos una ganadería muy buena, que es de lo que se trata”.
En cuanto a la calidad de la carne de estas vacas, destaca que “hemos sacrificado ahora una, ya que tenía una ubre demasiado grande para que mamaran los terneros”. Estuvo dos meses comiendo hierba y pienso natural a base de cebada, avena, un 10% de soja y maíz y pasó de estar aquí en el monte al matadero. Pesó 495 kilos en canal y la carne es espectacular. “En Villa Lucía están muy contentos y éste es el camino a seguir, que lo que hagamos hacerlo bien y mejorar”.
La raza de estas vacas procede de Francia. Son limousin y se adapta muy bien al clima de Euskadi, de la misma forma que se adapta muy bien en el sur del país galo, que es su territorio de procedencia desde el siglo XVIII. “Las que tenemos aquí las hemos ido mejorando y hemos preparado las fincas para ellas pensando en su bienestar porque son vacas muy pesadas, no pueden estar en un sitio malo. Están al aire libre y gracias a eso, todas están muy sanas y criando”, indica Marañón.
Para estas vacas es un valor importante vivir en este tipo de fincas. En libertad, al aire libre, bien alimentadas y con lugares donde protegerse. Desvela el ganadero que “esto es como si a nosotros nos atan con una cadena y nos mantienen atados: no nos desarrollaríamos. Los animales son igual que las personas: tienen que vivir libres, al aire libre, tienen sitios para meterse si tienen frío, aunque la vaca solo necesita, para no pasar frío, estar bien aunida. Nosotros, hasta ahora, no hemos gastado nada en las vacas, excepto los forrajes que las estamos trayendo desde mayo y es lo único que no las debe faltar en ningún momento”.
La realidad es que el aspecto que presentan es inmejorable. Ahora están en unas fincas de altitud más baja que donde suelen estar en verano y en ellas se aprecia el interés de la familia Marañón por lograr la excelencia en esta iniciativa tan singular para estas tierras. “No se puede decir que lo mío es lo mejor, pero hay poca gente que engorde los terneros y las vacas como lo hago yo. También es menos rentable que lo que hacen ellos. Pero no tengo las vacas para eso. Las tengo para disfrutar y hacer las cosas bien. Así que cuando me dicen que la carne va de cine es un orgullo para nosotros”.
Además del Espacio Enogastronómico Villa Lucía, donde la carne se puede disfrutar en su restaurante, ésta también se puede encontrar en la carnicería La Pilar de Laguardia, que es del cuñado de Marañón. Se sacrifican las vacas que ya son mayores y las terneras, pero en la actualidad solo se puede adquirir en la citada carnicería o en el restaurante de la antigua casa de verano del fabulista Samaniego .
En cuanto a la dimensión de la ganadería explica que “ahora tenemos 58 cabezas, vacas madres. No quiero tener tanto -confiesa-, aunque Andrea dice que sí, porque yo quería haber quitado más terneras, pero ella ha preferido dejarlas todas. Yo solo la he podido decir que si es valiente yo la ayudo en todo lo que pueda”, narra con orgullo de padre.
Entiende que “es raro encontrar una mujer empresaria ganadera, pero creo que los hijos son un poco lo que son los padres, aunque no lo digan. A ella le han gustado siempre mucho los animales y las vacas cada día la gustan más”.