la canción de Santa Águeda volvió a resonar en la noche del sábado en numerosas puertas, interpretada por una extraña mezcla de personajes vestidos con pieles o ataviados con caretas, renovando un año más el compromiso para que esta manifestación cultural no se pierda. Pasaban las siete de la tarde, cuando desde un lateral del antiguo Balneario de Zuazo de Kuartango comenzaron a salir Porreros, Máscaras y Ceniceros, mientras en la oscuridad sonaba el cuerno que llamaba a iniciar la marcha. Un recorrido que, en realidad había comenzado un par de horas antes, cuando esos mismos seres habían acudido a pedir por Uribarri y Jokano los chorizos y los huevos a los que alude la canción.
Bajo una pertinaz lluvia el grupo formó una doble hilera para salir del Balneario, cruzar la carretera y comenzar la ascensión hacia el pueblo viejo. Una parada en la fuente vieja y se acometió la subida más dura hasta la antigua iglesia. En ese lugar se hizo salir al Oso ante la desbandada de la comitiva y una vez amarrado por el pastor comenzó el descenso con dos paradas: una en una casa particular y otra en la casa del Alcalde.
Allí se interpretó la canción de Santa Águeda. “La patrona de esta casa es una buena mujer que da chorizos y huevos y cuartos para beber. Si usted va a cortar chorizos, no se corte usted los dedos, corte usted por más arriba, somos muchos compañeros. Quédese usted con Dios y que le guarde la vida, hasta otro año que volvamos a recibir la propina”.
Una de los más implicados en el mantenimiento de estas costumbres, Eduardo Martínez de Santos, contaba que “esta es una canción de Kuartango, que se cantaba tradicionalmente. Se pedía por las casas y cuando se llegaba a la del alcalde se cantaba. “Todas las flores se sequen menos la flor del azcarrio. Que viva por muchos años el señor alcalde del barrio. Aintzaldun daigun Agate deuna, bihar da ba Deuna Agate. Etxe honetan zorion hutsa betiko euko al dabe.”
Recuperar la tradición supuso rescatar a sus personajes, como La Vieja de Arriano. “No sabemos si es real o ficticio, aunque siempre se la ha mencionado mucho y en su boca se ponían cantidad de historias. Dicen que vivía cerca, en Arriano, a 9 kilómetros y que cuando bajó a Zuazo, al llegar a la Estación, dijo ‘¡qué grande es el mundo!’, como si no hubiera salido nunca de allí”. Durante la noche de Carnaval su misión es calentar el vino en la lumbre y repartirlo.
Otros personajes son Los Porreros, embutidos en pieles de cordero que sujetan con un cinturón y con dos cencerros a la espalda. Se tiznan la cara y llevan camisa de cuadros y pantalón azul, y cubren sus cabezas con gorros con una hoja de maíz. Su misión es evitar que el Oso escape. Van dirigidos por un Porrero Mayor que lleva cintas de colores en el sombrero y en el bastón.
El siguiente grupo son Las Máscaras. Escoltan a Los Porreros llevando antorchas encendidas. La careta se hacía con medio nabo en el que se abrían los agujeros para los ojos y la boca. Y cerrando la comitiva iban Los Ceniceros esparciendo cenizas, aunque en esta ocasión poco pudieron hacer a causa de la lluvia. Cubren el cuerpo con un poncho de colores y la cabeza con un sombrero.
Finalmente está el Oso. Este personaje se caza en la iglesia del pueblo viejo, sobre la colina. Lleva el rostro cubierto con una máscara de huesos y va amarrado a un pastor que evita que se escape, aunque se zafa y corre persiguiendo a los más pequeños. Se creó este personaje por reforzar el vínculo con el monte.
ceremonia final Tras volver a cruzar la carretera, el grupo recorrió Zuazo conducido por el sonido del cuerno y finalmente entró por la avenida que llega hasta la plazoleta donde en su día estuvieron los ‘Baños’ del Balneario. En ese lugar se habían dibujado unos círculos en el suelo donde se colocaron unos recipientes con fuego, alimentado por una gran hoguera. Y en el interior se encontraban El Alcalde y la Alcaldesa (figurados, porque el alcalde real, Eduardo Fernández de Pinedo, era un Porrero), La Vieja de Arriano, sentada delante de la lumbre en la que calentaba el vino, dos lugareños con los chorizos colgando de unas maderas y un buen espacio en el centro, donde quedó recluido el Oso con el pastor.
Los Porreros danzaron alrededor de esa composición y el Oso trató de salir varias veces de ese espacio. Para terminar, se interpretó de nuevo la Canción de Santa Águeda, que dio paso al reparto del vino caliente para todos aquellos que lo quisieron.