navaridas - Esta localidad de Rioja Alavesa guarda en su término municipal un impresionante humedal que tiene como valor más importante el ser cobijo para ocho tipos diferentes de anfibios, la mayor diversidad de todos los humedales del País Vasco. La pega es que ese espacio natural corre serio peligro de desaparición por los cultivos de viñedo y por los tratamientos fitosanitarios que se hacen a las plantas y que afectan a la biodiversidad del acuífero.

El humedal es bien conocido por la comunidad científica, pero ha sido un estudiante de Ciencias Ambientales, Gabriel García de Marcos, quien ha profundizado en el estudio de ese espacio natural y con el apoyo de la asociación cultural El Cerrillo y el Ayuntamiento de Navaridas están impulsando la implicación de los vecinos en el conocimiento y conservación de ese lugar. García comenta que se trata de una “laguna endorreica temporal”, que se alimenta de las aguas de las escorrentías, de la lluvia, por lo que es semisalada. Dada su extensión, unas tres hectáreas, aún se trabaja en conocer su mayor profundidad, aunque todo apunta a que va desde unos pocos centímetros, hasta los tres metros en algún punto. La balsa cuenta con una salida de agua, construida hace cincuenta o sesenta años, aunque algunos agricultores tratan de mantener la idea de que esa salida existía desde siempre.

A través del estudio de anfibios que lleva realizando desde hace meses para el trabajo de fin de carrera para la Universidad de Zaragoza, Gabriel ha logrado identificar ocho anfibios diferentes, alguno en riesgo de extinción. Se trata de la ranita de San Antonio, un batracio pequeñito que simboliza la buena calidad del agua en la que vive, aunque su población ha caído mucho de un año para otro. También conviven allí el sapo partero, el corredor y el común. Es hábitat, asimismo, de la rana verde, del tritón palmeado y el jaspeado y el sapillo moteado. Esos son los anfibios que se han podido documentar y evaluar, aunque inicialmente lo que Gabriel buscaba era el sapillo pintojo y el sapo de espuelas, que han desaparecido completamente del cauce del Ebro, excepto el segundo del que se ha localizado algún ejemplar en la zona de Armiñón.

Este ambientalista se ha centrado en los anfibios, pero no por ello ha dejado de lado la flora. Allí ha encontrado una planta que se encuentra en la lista roja de especies en riesgo de extinción, una plantita con una flor amarilla, el sonchus maritimus, llamado también lechuga de las liebres, aunque esa variedad concreta es muy rara de localizar y de hecho solo se ve en Navaridas y en una de las lagunas de Laguardia. Asimismo, ha tratado de localizar la existencia de algún tipo de pez, ya que los vecinos de la zona afirman que los hay, pero no ha localizado ninguno, quizás porque en tiempos de lluvias escasas la laguna se queda casi en mínimos de extensión. Esa riqueza medioambiental no está exenta de peligros. El más importante son las labores agrícolas, ya que los terrenos sobre los que está son particulares. Es cierto que el humedal tiene la figura de espacio protegido, por ser precisamente un humedal. Y por esa razón a esos terrenos no se les puede dar más uso que el agrario. Pero eso es suficiente para destruirlo. Primero por el paso de maquinaria agrícola, que destruye las puestas, y después por el uso de productos fitosanitarios para el viñedo, especialmente cuando se usan herbicidas con el componente glifosato.

Por ello, tanto el estudiante como El Cerrillo han impulsado la participación de los vecinos en el conocimiento de esta laguna. Para comenzar celebraron unas jornadas de tres días de duración, en los que lograron que la gente se implicara en el conocimiento y la protección de ese espacio. En la primera de las jornadas se llevaron a cabo talleres infantiles y para mayores. Para hacer más atractiva la implicación, construyeron cajas nido y comederos de aves, ya que los anfibios son su fuente de alimentación. Las cajas de las botellas de vino sirvieron magníficamente para ese menester, como cuenta Gabriel.

La siguiente actividad consistió en una charla sobre los espacios protegidos, la fauna y la flora del lugar y los impactos que hacen peligrar su existencia. Y, finalmente, se llevó a cabo una salida multitudinaria al humedal para verlo, ya que muchos vecinos desconocían su existencia. De hecho, la asociación El Cerrillo, que realiza unos denominados Paseos con amigos, ha realizado varias salidas más hasta el humedal para buscar la complicidad de los vecinos en su conservación.

Para García de Marcos, el humedal debería contar con una figura de tutela más rígida de lo que es actualmente. Por ello confía en que el Gobierno Vasco o la Diputación Foral de Álava adquieran esos terrenos y les den la protección que necesitan por ser el humedal vasco con mayor número de anfibios. Junto a ello confía en que una vez amparado se lleve a cabo una labor de concienciación entre vecinos y visitantes, se hable con los agricultores que se puedan ver afectados para que se impliquen en la conservación, se programe un protocolo de conservación de su biodiversidad, se exploren las posibilidades de explotación turística responsable y sostenible y sirva para la creación de empleo en los sectores de turismo y de conservación del medio ambiente.