labastida - Esta semana, numerosas hogueras han dado testimonio de la permanencia del fuego como una gran fiesta en Rioja Alavesa. Las fogatas forman parte de las más ancestrales tradiciones de la comarca, y en todas ellas prevalece las idea de la purificación y de la transición del fin de un año agrícola al comienzo de otro que traerá nuevas cosechas.
La mayoría conservan sus denominaciones tradicionales: las rondas, en Labastida; las mañas, en Samaniego, Lantziego y Navaridas; los marchos, en Lapuebla de Labarca, o las lumbradas, en Elciego. Y todas ellas sirven, al margen de su fin original, como oportunidad para acudir a la fiesta y fortalecer la convivencia en torno a los choricillos jugosas patatas que se asan en las ascuas.
Por tradición, la fecha para encender el fuego es la víspera de la festividad de la Inmaculada, cuando enormes piras de maderas arden en casi todos los pueblos, juntando a su alrededor a un gran número de vecinos que no se pierden por nada del mundo el espectáculo. Elciego, como comenta su alcalde, Luis Aldazabal, traslada esa fiesta nocturna a otra fecha dentro del mes de diciembre, por hacer algo diferente, en este caso, un asado de castañas.
En cualquier caso, a interpretación que se hace del origen de estas hogueras es que formaban parte de ancestrales ritos de purificación, seguramente procedentes de la Edad Media argumentadas en las persistentes epidemias que asolaban a las poblaciones, aunque otros lo retrotraen a las tribus indoeuropeas que habitaron la comarca. Entonces, tanto la medicina de la época como la iglesia oficial basaban en el fuego la destrucción de los cadáveres y la expurgación de los pecados Y de esta forma, la víspera de la Inmaculada ha llegado hasta nuestros días cargada con el rito, por ejemplo, de las mañas en Samaniego, Leza, Navaridas y Lantziego. En sus hogueras se prenden manojos de romero y su humo aromático llena cada rincón. Purificar no se sabe bien si purifica, pero llena de olores agradables todas las calles.
En Labastida, la ronda es una tradición que viene de muy antiguo. Se preparan las piras con cepas, recordando el pasado defensivo de las viejas murallas de la localidad. El Ayuntamiento, con sus concejales y alcaldesa, Laura Pérez, al frente y la banda de música recorren todas las hogueras para más tarde juntarse en la plaza y repartir castañas y zurracapote entre los asistentes.
En Samaniego, los espliegos son los protagonistas. La víspera se hace un llamamiento a los vecinos para que colaboren en la preparación de la gran hoguera que arderá al día siguiente. Llegado el momento, y mientras unos la van prendiendo, desde las escuelas parten en kalejira niños y mayores portando en sus manos haces de esas aromáticas flores, que llenan de aromas las calles. Con su humo espantan los malos espíritus, pero sobre todo sirven para divertir a los más pequeños.
En Navaridas, las mañas se han convertido en una fiesta de tres días de duración. En la primera de las jornadas se aprovecha para realizar una limpieza a vereda de los caminos rurales y las cunetas de la carretera. Al día siguiente se celebra misa, comida popular y la quema de las mañas. Finalmente, el tercer día tiene lugar un certamen de danzas, este año con el grupo de Elciego como invitado.
Y en Lapuebla, los martxos. Estas hogueras no existían antiguamente, o al menos no se tiene constancia documental de ellas. Lo que sí había era una costumbre infantil de ir a robar las gavillas de sarmientos, con las que entonces se preparaba el cisco para los braseros, y las quemaban en el monte.