vitoria - Todo el mundo conoce el refrán, ese que dice que para lucir hay que sufrir, pero cuando una obra resiente las ventas en un mes tan complicado como agosto difícilmente se encuentra consuelo en los dichos populares. “Que te levanten la calle siempre va a ser una faena. Eso lo tenemos asumido, pero... Han sido días muy complicados”, reconocen desde Udalaitz, un oasis de color y buen gusto en medio de la ratonera que durante dos semanas ha sido la calle General Álava. El vendedor no tiene problemas en admitir que las transacciones “han caído un 50%”. Por eso no le extraña que Bloucher, una tienda vecina situada al otro lado de la acera, decidiera cerrar por obras, como indica el cartel pegado en el escaparate. “El perjuicio es muy grande”, señala el profesional, “pero cerrar supone no vender y no contemplamos esa opción”.
La misma filosofía ha acompañado a la responsable de Dubla, que ha aguantado estoicamente los inconvenientes de la reforma. El polvo le ha obligado a estar atada al trapo y la escoba todo el día para procurar que la tienda ofreciera una buena cara. Y eso que han sido pocas las personas que han podido apreciar el esfuerzo. “Entre que hemos tenido que estar con la puerta cerrada y que la gente, con tanta máquina y tanta valla, tanto ruido y tanto obstáculo, no se animaba a pasear...”, dice. En su caso, además, ha habido puntilla. Un gran contenedor de obra que los operarios llegaron a colocar justo delante del acceso a la tienda. “Tuvimos que pelear para que lo movieran unos metros, porque con eso ya nos mataban”, afirma.
En otros comercios no tienen ganas de hablar. Las labores de picado con máquina pesada que se llevaron a cabo la semana pasada agotaron su paciencia y ahora sólo quieren dejar atrás la pesadilla. Lo mismo sucede con los vecinos de General Álava. Si nunca vieron con buenos ojos la entrada del tranvía en su calle, la reforma ha acabado por rematar su enfado. “Nos dejaron unas aceras estrechísimas que han resentido mucho el ambiente. Tenemos que aguantar el ruido de las catenarias y de las bocinas... No terminamos nunca de tener la fiesta en paz. Y estas obras han sido una pesadilla”, censuran dos amigas. - DNA