vitoria - La catedral de Santa María se quedó, como era de esperar, pequeña para acoger a todas las personas que quisieron acercarse a dedicar un último saludo al obispo emérito de Vitoria, Miguel Asurmendi. Su continuador en el cargo, Juan Carlos Elizalde, aprovechó la ocasión para realizar, ante su Iglesia, un recorrido por la figura del que fuera pastor de la congregación gasteiztarra durante más de dos décadas y dedicó cinco capítulos, cinco destellos, a repasar la figura del obispo y el compañero.

“Caminamos tristes por el golpe inesperado de la muerte de don Miguel. Yo, personalmente, no puedo evitar un sentimiento de orfandad”, aseguró. “Don Miguel vive en el Señor resucitado y, desde esa certeza, rescatamos mucho consuelo y mucha alegría para nuestra vida. La resurrección de Jesús, no nuestros deseos, nos da verdadera esperanza”, añadió. Esta resurrección transparenta en la vida de don Miguel, tal y como indicó el nuevo obispo, varios destellos “muy luminosos”. “El primero, que la vida es una misión. Cuando me dieron la noticia de que había fallecido, las primera palabras que vinieron a mi mente fueron las del Papa Francisco: Yo soy una misión en esta tierra, y para eso vivo en este mundo. Pensé, don Miguel ha vivido para la misión y terminada la misión, se ha terminado la vida”, explicó. “La misión, dice el Papa, no es una parte de mi vida o un adorno que me pueda quitar. No es un apéndice o un momento más de la existencia, es algo que no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra y para eso estoy en este mundo”, amplió.

El segundo destello habla de concluir la vida “como una obra de arte. “Don Miguel estaba lleno de proyectos, de ilusión, de amistades y de sueños. Los había compartido con muchos de nosotros. Quería culminar su vida como una obra de arte, y así ha sido, aunque no de la manera que esperábamos”, aseguró.

“Don Miguel nunca renunció a sus sueños -recordó-, ni a los vocacionales. Una y otra vez intentó con sus colaboradores más cercanos dar con las propuestas juveniles más acertadas para la pastoral vocacional. Hoy, al recordarle, refrescamos nuestros sueños. Una vida es bella si deja su propia huella, su impronta, la que Dios espera de cada uno de nosotros”.

El tercer destello versó sobre la autenticidad. “Un autor contemporáneo dice que nacemos originales y morimos copias, que el mundo nos va configurando con sus valores. Con don Miguel no ha sido así. Nacer en una familia cristiana entrañable, crecer con el cariño de unos padres, hermanas, tíos y abuelos le dio siempre ese aire cálido, cercano y cariñoso”, desgranó. “Esta herencia familiar, esta humanidad cordial, la hemos disfrutado todos. Algo tendrá que ver también la familia salesiana en ese trato respetuoso, solemne, digno y delicado de don Miguel. Te hacía sentir importante cuando te dedicaba toda su atención”, rememoró. Elizalde destacó el “sello personal” que Asurmendi plantó “en todo lo que hizo y dijo”. “Recogemos su testigo y contribuimos, con nuestras características personales, a un mundo mejor”.

El obispo aprovechó el penúltimo destello para subrayar la labor de Asurmendi como “gran pastor en comunión con grandes pastores”. “Don Miguel ha sido obispo en los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y del Papa Francisco. Ha tratado de recoger lo mejor de cada uno en su modelo pastoral y la impronta de San Juan Bosco le ha acompañado siempre”. “Despedimos a un gran pastor, atento siempre a la evolución de la Iglesia en medio del mundo. En 25 años de obispo, de los cuales 20 han transcurrido en Vitoria, se han superado muchas dicotomías y muchos enfrentamientos. El modelo de pastor que él ha encarnado, favorece la reconciliación social y la administración personalizada del sacramento de la penitencia”. Su vinculación a la acción social en ayuda de los más desfavorecidos también quedó circunscrita a este destello en el que el compromiso social y la espiritualidad caminaron de la mano. “Ha sido un pastor integrador, de comunión. Nos explicó que nadie sobra, que todos nos necesitamos. Todos somos necesarios”, aseveró.

El quinto y último destello se reservó para el ámbito más personal del obispo emérito. “Lo más sagrado de su persona, su intimidad vuelta a Dios”, apuntó Elizalde. “Lo más grande de don Miguel se nos escapa. Con qué cariño preparó la capilla de su casa de Pamplona para estos pocos meses en los que ha dejado tanto. Cómo me enseñaba su casa de Vitoria cuando la dejaba preparada como un pincel para que yo entrara con mi familia. Cómo durante varios meses tuvo que celebrar misa en su casa de Vitoria por encontrarse lleno de achaques y de goteras, sin poder salir, este último año. Su amistad con el Señor, su intimidad con Él, sólo la conocemos por indicios”, manifestó. Cinco retazos para resumir una vida de dedicación a la congregación de Vitoria y cinco destellos para, en unos minutos, despedir al predecesor, al mentor y al amigo. - DNA / Fotos: Jorge Muñoz