Alas diez de la noche de ayer martes la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) tenía su broche final para el grupo de la diócesis de Vitoria que partió “enviado” el 19 de julio y que regresó “recibido”. Familiares, amigos y representantes de diversos sectores recibieron al obispo, monseñor Elizalde, y a los otros 54 componentes de la expedición gasteiztarra con una sorpresiva acogida ambientada con los temas musicales que más han sonado en Polonia estos días, y con una pancarta que les decía Bienvenidos a casa, en castellano, euskera y polaco.
Dieciséis días en los que han atravesado Europa para encontrarse con más de un millón y medio de jóvenes de todo el mundo convocados por el papa Francisco para hablarles de la Misericordia, para decirles que ellos han de ser protagonistas de su futuro, que son jugadores titulares, no suplentes, que han de cambiar el sofá por las zapatillas y salir al mundo, y que, aunque el mundo les juzgue de soñadores, ellos han de traer la esperanza de un mundo mejor.
El obispo de Vitoria se ha marcado un tanto importante con los 45 jóvenes con los que ha compartido kilómetros, sudor y polvo. Pero también ha debido ganarse a la juventud de medio mundo cuando en Czestochowa fue de los más aplaudidos. Ahora queda descansar un poco para estar en forma de inmediato con las fiestas de La Blanca. Pronto, septiembre, marcará un nuevo curso pastoral en el que sin duda alguna la experiencia de la JMJ de Cracovia dará sus frutos en la diócesis de Vitoria.
Fueron recibidos como héroes, porque lo son, sus padres no eran ajenos a los riesgos que la violencia contra la población civil y la comunidad cristiana en particular está sacudiendo Europa en los últimos tiempos, y la JMJ era un objetivo. Fueron recibidos como campeones aun sin traer medallas, porque quienes les enviaron confiaron en que volviesen con la medalla de la esperanza que Francisco les iba a ofrecer a todos.
Quedan días de verano, un tiempo para descansar y asimilar una gran experiencia de Iglesia para estos jóvenes. En septiembre seguro que comienzan a verse los primeros brotes de una primavera que nos acaba de llegar.