la investigación médica alavesa rebosa salud. Basta echar un vistazo al diagnóstico que cada año elabora la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO) para corroborar el estado de plenitud al que llegó el pasado año Biotechnology Institute (BTI), polo de implantología dental y de terapias regenerativas, del que este territorio tiene la fortuna de contar en su capital gasteiztarra con su sede central e instalaciones. No en vano, según el informe anual de 2015 que el pasado 5 de julio sacó a la luz dicha agrupación, BTI destacó como la empresa española con mayor número de publicaciones (36 en total), seguida de MSD, con 26, y de Pharmamar, con 19. El liderazgo en este ránking supera, por tanto, el buen estado de forma de la producción científica que BTI ya había demostrado años atrás, como cuando en 2012 ocupó el quinto puesto de dicho listado para subir al tercer lugar durante los años 2013 y 2014. Toda una hazaña, si se tiene en cuenta lo difícil que es conseguir descubrimientos innovadores que logren pasar el filtro de un comité científico para que éstos puedan aparecer en revistas de impacto.
Aunque, como recuerda el prestigioso doctor Eduardo Anitua, en el caso de la compañía gasteiztarra de la que es fundador y director científico, el mérito es mayor si cabe, a tenor de las empresas de “gran músculo humano y financiero” con las que compite para estar en dicho podio, puesto que varios de sus rivales debido a su gran liquidez figuran entre las principales compañías del IBEX 35. “Es la lucha de David contra Goliat”, como la define Anitua, ya que para que su compañía pueda financiar sus hallazgos, realiza un mayor esfuerzo, al reinvertir desde su fundación el 100% del beneficio en investigación y desarrollo (I+D).
“Este primer puesto supone una consolidación de un proyecto del que ya llevábamos años estando en el top tres de la producción científica y ahora lo hacemos liderando, pero no sólo con un número de publicaciones elevado, sino, sobre todo, por su calidad”, explica con orgullo este doctor en Medicina y Cirugía, quien insiste en que lo verdaderamente importante es este último aspecto, el de los avances en la biomedicina descubiertos en su laboratorio, para que en la vida real puedan ser aplicados a sus pacientes, de manera que contribuya a mejorarles la salud.
Aún con el “traje de toreo” puesto, su bata médica, un uniforme que no se quita durante las siete horas que dedica de su jornada laboral a su clínica privada, sigue operando. Compagina su labor con la investigación, a la que dedica otras cinco o seis horas más cada día, más el tiempo de sus fines de semana que dedica a saber divulgar los hallazgos de BTI. Así es este hombre-orquesta, encargado de dirigir múltiples disciplinas, pero que siempre habla en plural de su equipo, del “nosotros”, de esos 300 profesionales que forman parte de la plantilla de esta compañía, 50 de ellos investigadores, más los más de 1.200 especialistas de múltiples nacionalidades (30 países en este 2016), que acuden cada año a la capital alavesa para acceder a la formación más avanzada en diferentes especialidades.
“Hemos conseguido que se consolide en Vitoria el turismo científico”, subraya este doctor que descubrió su vocación tras los consejos familiares, que en su caso le desviaron de los pasos de su padre y de su hermano, ambos ingenieros. “Me recomendaron que haría otra cosa. Al principio pensé en ser marino, porque me encantaba navegar, pero mi madre me quitó esa idea por tener que estar embarcado mucho tiempo”, recuerda con una sonrisa. Así Anitua dedujo que lo mejor era hacer Medicina, ya que siempre le había maravillado cómo poder llegar a curar a la gente.
“En nuestro país todo era muy incipiente. No había ni industria ni medios”. Es por eso que empezó a pasar largas temporadas en EEUU, donde cursó un postrado sobre prótesis dentales y descubrió que la implantología oral cubría todas sus expectativas. Y allí, al otro lado del charco, también cumplió el sueño americano, al llegar a ser director científico de una multinacional extranjera. “Pero al casarme cambié eso de estar viajando todo el día”. Y así apostó por volver a echar raíces en Vitoria, su ciudad natal.
Aunque emprender no fue fácil en una época (1989 fue el año de fundación del grupo, pero como BTI nace en 1999) en la que apenas había ayudas al respecto. Decidió hipotecar su patrimonio para crear esta empresa atípica que, al igual que su vocación, nació de la forma más curiosa, primero con ese laboratorio y luego creando su propia empresa para transferir todo ese conocimiento creado en vez de ser fagocitado por otra gran compañía. Nacía así en Vitoria BTI (Biotechnology Institute) con nombre inglés para competir en un mundo global, centrada en dos áreas de trabajo, implantología oral y medicina regenerativa.
Y de aquí no se ha movido desde entonces. “Ha sido un camino largo, al ser pioneros, pero lo estamos labrando para los que vengan posteriormente”, añade Anitua en alusión a esta compañía vitoriana que ha conseguido poner en el mapa de la ciencia a Álava, tras el recibimiento de multitud de premios y galardones, como el Príncipe Felipe a la Innovación Tecnológica en 2007.
las patentes Dado que la propiedad intelectual es clave a la hora de competir, al poco de su inicio empezaron a desarrollar patentes, todas internacionales, desde el primer momento, para proteger sus descubrimientos, de los que actualmente poseen 46 patentes vivas (o familias) y 193 marcas registradas en 50 países, fruto de la inversión en I+D en los últimos cinco años de 38 millones de euros. Su tratamiento estrella hasta la fecha es el plasma rico en factores de crecimiento que, a través de la propia sangre del paciente, reduce el riesgo de rechazo y consigue crear el mejor entorno biológico para su recuperación, un invento que no sólo ha revolucionado la cirugía oral, al reducir el tiempo de convalecencia, dolor e inflamación, sino que se puede aplicar a otras siete u ocho aplicaciones de la medicina. Desde colirio para los ojos para evitar el síndrome de ojo seco, a infiltraciones de rodillas con artrosis, lesiones musculares e incluso frenar el envejecimiento. De hecho, en el deporte han tenido una gran repercusión, tras la colaboración con el equipo del traumatólogo Mikel Sánchez para el empleo de este método que acelera la recuperación de forma milagrosa, hasta tal punto, que ha logrado salvar la rodilla del tenista Rafa Nadal y las lesiones de otros muchos futbolistas.
La idea de este éxito nació, como explica Anitua, de la necesidad de regenerar hueso y de un análisis de por qué había pacientes que tras una extracción dental tenían una recuperación buena y otros no tanto debido a una infección. Y la conclusión fue que la sangre lleva unas proteínas (los factores de crecimiento), que mandan unas señales para que comience el proceso de reparación. Algo que hoy parece evidente, pero que en su momento no lo fue. Es por eso que decidió patentar su idea, para protegerla, al igual que el resto de sus descubrimientos, que como lamenta “reiteradamente”, se los han vulnerado, lo que les ha llevado a ir a juicio en más de una ocasión.
Es por ello que Anitua insta a los gobiernos, tanto autonómicos como estatal, que se tomen “el tema muy en serio para tener una industria biomédica de primer nivel protegiéndola y no sólo a través de subvenciones. Aún hay una escasa admiración por los logros de nuestros científicos”. Y eso que el esfuerzo de estos profesionales, como insiste, revierte luego en salud. “Es importante. Si todos nos esforzáramos más, conseguiríamos una sociedad más saludable. Ser más sano nos permite vivir mejor y ser mejores personas. Es otro objetivo de nuestro laboratorio”.
Publicaciones. Es el número de publicaciones científicas de BTI, según el informe de 2015 de ASEBIO.