gasteiz - La celebración del Orgullo LGTBI+ esta pasada semana ha tenido un recuerdo especial para las 49 víctimas mortales del brutal ataque homófobo en el club Pulse de Orlando, pero el activismo local no ha querido pasar por alto que este hecho sólo es la punta de un iceberg de grandes dimensiones. Las percepciones, pero también los datos, avalan esta advertencia. Según el último informe sobre incidentes relacionados con los delitos de odio publicado por el Ministerio de Interior, Álava fue escenario el pasado año 2015 de seis episodios relacionados con la orientación o identidad sexual de las víctimas. Hechos denunciados, lo cual no quiere decir que fuesen los únicos. Aunque el mismo informe relativo a 2014 refleja cero denuncias en el territorio, la recopilación de este tipo de datos es una metodología más reciente.

“Carecemos de datos porque no se venían recogiendo en las estadísticas, cosa que en los sucesivos años cambiará y las estadísticas serán más ajustadas. Por eso, en el año 2014 no es que no hubiera ningún delito de odio o discriminación, sino que en Álava no existe una estadística buena al respecto”, apunta la fiscal delegada de Delitos de Odio de Álava, María Vidal. Las denuncias “más habituales” -matiza Vidal- en los tribunales del territorio están relacionadas con la “raza, la etnia o incluso la religión” de las víctimas, pero numerosas organizaciones en defensa de los derechos del colectivo LGTBI+ han alertado de forma recurrente durante los últimos meses sobre la creciente dimensión del problema. La Federación estatal de Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (FELGT) ha alertado en un reciente informe de que en el año 2015 el número de menores de este colectivo que denunciaron haber sido víctimas de un delito de odio se duplicó respecto al ejercicio anterior. Hubo, en total, 107 denuncias en el Estado, y un 57% de las víctimas pertenecieron al grupo comprendido entre los 18 y los 35 años. Además, cerca de la mitad de las personas agredidas declararon que la atención que recibieron por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad no fue del todo satisfactoria.

Vidal, “más allá de los potenciales daños de carácter físico” que puedan derivarse de los delitos de odio, subraya que el impacto “más importante” tiene que ver con sus “consecuencias psicológicas”, cuyos síntomas más habituales entre las víctimas son “la ansiedad, la depresión y el miedo a que se vuelvan a repetir”. La fiscal, en este sentido, apunta que la importancia de este tipo de delitos se fundamenta “en un doble ataque”: por un lado, el que recibe la propia víctima, “intencionalmente seleccionada por motivos de intolerancia”, lo cual causa unos daños “incalculables”; y por otro, “todo el colectivo al que pertenece”, circunstancia que “amenaza de forma indirecta la seguridad y la tranquilidad de todos los ciudadanos” y, por ello, “son una amenaza para la paz pública”.

La animada manifestación que recorrió las calles de Gasteiz este pasado martes 28, Día Internacional del Orgullo, sirvió para visibilizar que la comunidad LGTBI+ de la capital alavesa no se quiere conformar con el camino recorrido hasta ahora y también que es consciente de que su desmovilización es directamente proporcional al auge de este tipo de episodios. Que si no se responde de forma contundente a las microviolencias, el caldo de cultivo para que se produzcan más macroviolencias estará servido. “Hay un efecto rebote. Por cada paso adelante que damos, por cada avance, más sucesos de este tipo se ven. Debe investigarse de dónde parten los discursos que generan este odio”, reflexiona el activista Sejo Carrascosa.

más casos Lo que para todos parece evidente es que los episodios de LGTBI-fobia que recogen las estadísticas de Interior tienen que ser, a la fuerza, menos de los que se producen en el día a día. “Sí, por supuesto que hay más. Pero para denunciar hay que tener cierto poder y conciencia, cosa que no siempre se produce”, analiza Carrascosa, poniendo el foco muy concretamente en la población adolescente. “En los colegios o en los institutos, ¿quien sufre acoso tiene poder para denunciar? ¿Cree que va a solucionar algo? Ya me parece impresionante que haya seis delitos en esa estadística, pero no me puedo imaginar cuántos habrá detrás que no se han denunciado”, confiesa el activista.

Zuri Estívariz, del colectivo 7menos20, comparte una reflexión similar. “Los datos son una barbaridad, pero esto es como la violencia machista. Si se han enterado de seis casos, es que habrá 60”, augura Estívariz, que insiste en la idea de que “no hay que bajar la guardia” ante las dimensiones de esta lacra. “Cuando vienen las crisis, se recorta en derechos sociales y a la vez aumenta la homofobia y la xenofobia. Lo de Orlando ha sido un impacto, pero asesinados hay todos los días y en todo el mundo” recuerda la activista. Su exigencia a las autoridades es “que no miren para otro lado”, con un punto de crítica a la Administración. “El apoyo se ve en los presupuestos que se destinan a ayudar al colectivo LGTBI+, que se han reducido en casi todos los casos. Y lo hacen los mismos que se hacen la foto en la pancarta”, denuncia.

Carrascosa, por su parte, llama a poner “el dedo en la llaga” desautorizando a cualquiera que, desde una posición de visibilidad, lance cualquier tipo de mensaje de odio. “Se incita con muchos mensajes y es un proceso en continuo perfeccionamiento”. Aparte, el activista aboga por educar a los más pequeños, desde niños, en el “respeto a la diversidad”.