baranbio - “Ha mejorado la presencia a la hora de preparar los lotes, con cabras ataviadas con cencerros y collares, y buscando un equilibrio en la altura y formas para que tengan una morfología parecida. El nivel es superior a otros años, y eso que desde 1996 ya vamos 19 ediciones”. Con esa satisfacción, Iñaki Astobiza, miembro de la organización del Ahuntz Eguna, que se celebró ayer en Garrastatxu, en Baranbio (Amurrio), repasa los cerca de 300 ejemplares de cabras que se dieron cita en la fiesta. “Tenemos 30 lotes de seis cabras, 32 chivos a concurso, dentro del certamen de las autóctonas azpigorri y azpizuri, y 80 ejemplares de diversas razas caprinas en la zona de compra venta”, enumeraba Astobiza, al tiempo que afirmaba que “es una pena que la azpizuri no esté reconocida con todos los años que se lleva trabajando con ella. Pero para que nos respalden las instituciones, primero nos tenemos que poner de acuerdo los propios pastores de si queremos que se reconozca como autóctona”, añade.

De hecho, los organizadores del Ahuntz Eguna siempre han reivindicado las dos razas como autóctonas “porque han convivido desde siempre” y exige el mismo tratamiento para ambas, como hacen ellos en esta feria. Con todo, como ese día aún no ha llegado, los esfuerzos de la nueva federación vasca de esta especie se están centrando en las azpigorri. “Somos 44 criadores con 1.464 ejemplares, de los que 1.347 son cabras y 117 chivos. En Álava hay nueve ganaderos con 333 animales censados, le sigue Gipuzkoa con 10 y 157 cabras, pero la mayor cabaña esta en Bizkaia con 25 pastores y un rebaño de 974 ejemplares”, enumera a este diario Beñat Olazabalaga, presidente de la Federación vasca de Azpigorri, que también coincidió con Astobiza en que con “las azpizuri seguimos en la pelea. Ojalá en cinco años podamos anunciar que está calificada de autóctona”.

La creación de esta federación es relativamente reciente ya que se fundó en noviembre de 2013. Hasta entonces “había mucho desorden entre las asociaciones provinciales, pero ahora con la federación hemos unificado criterios de cría y la cosa esta cambiando. Sirva de ejemplo que ahora un cabrero de Dima en Bizkaia ya puede adquirir un chivo de Baranbio o al revés, y eso antes no se podía”, explica Olazabalaga.

En lo que también coincidieron es en su defensa unánime de la labor histórica que ha hecho la cabra por el cuidado de nuestros montes y entorno. “Ha estado demonizada durante años, con eso de que se comen las nuevas plantaciones forestales. Pero no hay que olvidar que la labor que hacen en el monte no lo hace ningún otro animal, porque eliminan el pasto arbustivo propenso a incendios, transformándolo en praderas beneficiosas para el resto de especies, ya sea ovino, bovino o equino”, matiza Astobiza.

Olazabalaga va más allá. “Bien regulada es una especie muy beneficiosa. En algunas provincias se está subvencionando su cría, por estar en peligro de extinción, pero a la vez está prohibido que pasten en monte público. ¡Es una incongruencia, que urge regular!”, espeta.

Por lo que respecta a su rentabilidad, ambos coinciden en que “si contabilizas las horas que metes, no hay beneficio que valga, es más por afición”. Y es que, aunque antes era más frecuente el ordeño, hoy en día, se ha abandonado dicha práctica como consecuencia del régimen de explotación netamente extensivo al que se encuentra sometida, que limita la producción de leche de esta cabra. Así que la única rentabilidad que tienen estos ganaderos es la venta de los cabritos (uno o dos por parto) pero se vuelven a encontrar con la misma piedra en el camino de todo el sector agrícola-ganadero: la comercialización. Los precios que les pagan los intermediarios son irrisorios y en muchas ocasiones asimilándolos al precio del cordero que tiene muchos días menos de engorde y cuidados.

“Entre nosotros el precio medio de una cabra es de 200 euros y de 500 los chivos, aunque siempre hay algún caprichoso que puede pagar hasta 3.000 euros por un chivo especial”, matizan. Seguro que ayer más de uno se fijo en el perfil de Txato, de Lemoiz. El majestuoso macho cabrío que inauguró el pesaje en báscula, a la antigua usanza y en pleno escenario, con un resultado de 102 kilogramos. Uno de los actos más llamativos de esta feria monográfica, ya que en torno a él se realiza una bolilla para ver quién se acerca más al peso exacto de cada animal, e incluso de su propio amo. “El peso de un ejemplar ya de oro suele ser de 110 kilos, pero hay pastores que les superan”, admiten con cierta sorna. Y es que de eso se trataba ayer, de pasarlo bien; y a ello también ayudó la recuperación de la marcha de montaña que reunió a 170 participantes, un mercado de productores baserritarras y artesanos que aglutinó una veintena de puestos, así como una comida popular, a base de paella, guiso de carne y goxua, a la que se sumó un centenar de comensales y porque no había más sitio. De hecho, se agotaron los tickets. El broche de oro a la jornada lo puso una romería, aunque las fiestas de San Antonio de Baranbio no culminarán hasta las 12.00 horas del lunes con un oficio religioso en honor al patrón, en la misma ermita de Garrastatxu.