El mercado verde germina en Álava. Y es que cada vez son más los profesionales y consumidores que apuestan por un terreno que sólo la agricultora ecológica defiende, el de mirar al pasado para volver a retomar las técnicas tradicionales de antaño, hasta ahora abandonadas con el objeto de ahorrar costes. Un regreso al pasado, a los orígenes, con el objetivo de preservar el medio ambiente, mantener la fertilidad del suelo y proporcionar alimentos con todas sus propiedades naturales, que ha hecho que el agro vuelva a tener futuro. Un nuevo florecimiento gracias a la búsqueda de este nuevo nicho que lo diferencia de otros elementos del mercado y que además ha sabido dar respuesta a la crisis del sector primario, asfixiado por las importaciones y la fuerza comercial de las grandes cadenas.
Así, en la última década la lista de agricultores y ganaderos ecológicos que se han animado a este cambio profundo a la hora de producir, transformar y comercializar no deja de engrosarse, en parte por la mejora en la rentabilidad de las explotaciones y el repunte de la demanda de este tipo de alimentos frescos y libres de sustancias químicas, en clara sintonía con una sociedad cada vez más preocupada por la seguridad de lo que consume. Los números mandan en este sentido, ya que las cifras de este tipo de trabajadores se han disparado en Álava un 170,58% en los últimos diez años, al pasar de 51 en 2005, a los 138 de 2015. Son los datos del último informe del Consejo de Agricultura y Alimentación Ecológica de Euskadi (ENEEK), que reflejan que esta provincia fue la que cosechó el mayor incremento en cuanto a número de operadores ecológicos durante el pasado ejercicio, con una subida de un 9% (con un total de 138 operadores), en comparación con el 6% de Bizkaia y el 5% de Gipuzkoa. Álava también se encuentra a la cabeza en cuento a las cifras más altas de superficie inscrita en ecológico de Euskadi, con un total de 1.620 hectáreas en este territorio (54,3%), si bien en el último año cayeron un 2%. La mayoría de ellas se sigue aprovechando para pastos, pradera, forrajes y proteaginosas (45%), vid (29%) y cereales (14%).
Pero sea el cultivo que sea todos ellos deben cumplir con una normativa muy exigente, en la que no faltan las inspecciones anuales, para obtener un distintivo de calidad que asegura que proceden de campos que renuncian a abonos químicos y herbicidas. Se trata de un largo proceso en el que es clave el apoyo de instituciones, como la Diputación alavesa y diferentes asociaciones profesionales, como Bionekazaritza, fundada en 1993, y basada en la agroecología, un concepto que, como dicen, va más allá de la agricultura ecológica. “Hace referencia a producciones más pequeñas y diversificadas, orientadas al consumo local”, explican desde esta agrupación que actualmente cuenta con 176 socios, de los que 70 son productores. Uno de ellos es Óscar López de Laca-lle, un alavés que lleva desde 2014 dedicándose a la producción ecológica en Bolívar (Vitoria). Su especialidad, en concreto, son las verduras, aunque también cultiva algo de patata y legumbre. “Un poco de todo”, como dice, porque López de Lacalle varía de producción en función de la estación. Una diversificación que le ha hecho “reciclarse” apuntándose a diversos cursos. “El año anterior, por ejemplo, me estuve preparando en Instituto Agrario Arkaute”, ilustra el también secretario de Bionekazaritza, quien considera que aunque en Vitoria sí que se ve que hay concienciación por consumir alimentos libres de químicos, “falta por potenciar la comercialización directa, el acceso a la tierra y la recuperación de semillas”, muchas de ellas de tipo transgénico que las hace ser dependientes de abonos y fitosanitarios, “que dan producción, pero a mucho coste”, lamenta este alavés de 40 años. A su juicio, la plantación de este tipo de semillas creadas por el hombre conlleva la pérdida de flexibilidad del campo y la contaminación de especies y variedades autóctonas. Un desastre ecológico que, según el secretario de Bionekazaritza se solucionaría adaptando la tecnología al cultivo con variedades propias de estos lares perdidas con el paso del tiempo. “En la agricultura ecológica no hay que inventar nada, porque ya se hacía antes. Solamente hay que adaptarla”, insiste este dinámico productor.
También el “inicio en el cultivo ecológico” es una de las principales dificultades para empezar a labrar las tierras de esta forma para Juan García de Vicuña, uno de los fundadores de Natuaraba, la agrupación alavesa nacida en 2003, con sede en Trokoniz, a raíz del interés mostrado por los agricultores con explotación prioritaria que querían usas técnicas agrarias libres de químicos. “Pasan por lo menos tres años hasta que te dan el sello para poder vender en ecológico porque lo normal es que sea a la tercera cosecha, cuando ya puedes hacerlo”, explica en alusión al denominado periodo de conversión o plazo de tiempo que debe transcurrir desde que el operador se da de alta en un organismo de control autorizado, hasta que puede comercializar como ecológico. Su apuesta por este nuevo nicho de mercado ha llevado a los 12 agricultores miembros de Natuaraba, que cultivan unas 200 hectáreas, a recorrer grandes ferias, como la Alimentaria de Barcelona a la que asiste esta semana García de Vicuña con un stand expositor. Como dice este profesional, pionero en adentrarse en este territorio en la agricultura verde en el año 1997, lo hacen “para difundir la cultura ecológica en Álava”.
La fuerza del consumidor Otro de los problemas sigue siendo que los cauces de distribución local aún son escasos, un motivo que hace que entre los que quieren garantizarse el suministro de este tipo de productos naturales, hayan optado por agruparse en diversas estructuras, como la gasteiztarra BioAlai, formada por 1.100 familias socias, que cuentan con una tienda de autoservicio, con más de 2.000 productos. “A finales de primavera cambiamos a un local de 600 metros cuadrados en Adurza, al lado del centro cívico Hegoalde, ya que en el que estamos ahora mismo se nos queda pequeño”, explica la dinamizadora de esta agrupación, Idoia Jalón, en la que también se fomenta la formación, a través de diferentes actividades mensuales. “La sociedad cada vez tiene mayor conciencia y responsabilidad por la fuerza que tenemos como personas consumidoras en general”, destaca Jalón, aunque, como recuerdan aún faltan cosas por hacer.
“Uno de los grandes retos es desmontar mitos, como el de que el producto ecológico es caro, cuando no tiene por qué ser así”, añade la dinamizadora de esta agrupación, que al no tener ni intermediarios, ni ánimo de lucro, posibilita productos ecológicos “más baratos que en un supermercado, ofreciendo, además, un precio justo a los productores, que reciben un 90% del mismo”.
Otro de los grandes retos para BioAlai pasa por una mayor implicación de las administraciones a la hora de facilitar la transformación y los recursos necesarios para favorecer nuevas iniciativas agrícolas y ganaderas, ya que “ahora mismo hay una mayor demanda que oferta”.
incremento. Es el crecimiento de los operadores ecológicos en Álava en la última década. En 2015 el incremento fue de un 9%.