es uno de los colectivos profesionales más numerosos dentro del sistema sanitario, pero a la vez sigue contando con una visibilidad muy escasa, siempre a la sombra de la enfermería. Su bata de color rosa sea, quizá, el distintivo más característico de sus profesionales, pero aun contando con ese elemento común, diferenciador, muchas veces desconocen con exactitud dónde empiezan y terminan sus funciones, que varían en función de los centros. Cuentan, además, con la edad media más alta de entre todas las categorías sanitarias y se mueven mayoritariamente en el ámbito hospitalario, el que más disparidad de horarios tiene y donde deben desarrollarse las tareas más exigentes desde el plano físico.
El hecho de que en pleno año 2016 siga rigiendo una “más que obsoleta” norma de 1973, de la recta final del franquismo, que delimita las funciones del personal sanitario no facultativo -los técnicos incluidos- está detrás de gran parte de estas problemáticas. Así lo entienden los representantes de sus profesionales en los tres territorios vascos, los tres secretarios provinciales del Sindicato de Técnicos de Enfermería (SAE), que se han reunido con este periódico en Gasteiz para dar cuenta de sus reivindicaciones más importantes. Son el alavés Agustín Serna, la vizcaína Cecilia Talledo y la guipuzcoana Mamen Moneo, que a su vez ejerce como secretaria autonómica de este sindicato profesional.
A pesar de que la Ley 55/2003 alusiva al personal estatutario de los servicios de salud derogó, al menos en pura teoría, esa vieja norma de la dictadura, ésta sigue vigente de facto por la inexistencia de otra norma específica que ponga negro sobre blanco cuáles son las funciones de cada categoría profesional. “Por un lado, seguimos con las mismas funciones que en el año 73, prácticamente todas delegadas, cuando en realidad tenemos una capacitación plena para desarrollar muchas de ellas de forma autónoma. Además, esa norma no nos permite asistir directamente al médico, que es la gran cortapisa que nos impide trabajar también en otros ámbitos de la sanidad como los centros de salud o los de consultas externas”, sintetiza Serna. “Para el resto de categorías profesionales esa normativa sí que ha sido superada, así que esto debería ser lo primero”, reflexiona por su parte Moneo. “Somos un poco como un cajón de sastre. Al no estar muy claras las funciones que nos corresponden y las que no, muchas veces sentimos que si hay alguna tarea que sobra, nos toca a nosotras”, confiesa, entretanto, su colega vizcaína.
El hecho de que las y los auxiliares dependan funcionalmente de las direcciones de enfermería, lo que supone que los técnicos y los graduados universitarios compartan el mismo paraguas, no ayuda a su juicio a poner más en valor sus capacitaciones. “Somos un colectivo profesional bastante completo al que se está vetando”, critica de nuevo el secretario de SAE en Álava.
impulso a la formación Una de las exigencias fundamentales de este colectivo pasa por dar un impulso decidido a la formación, que pase de ser un ciclo medio de FP a superior. Aunque entró en vigor unos cuantos años más tarde de lo que lo hizo la ya citada norma del franquismo, el Real Decreto que establece el título de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería data del año 1995, otra eternidad a juicio de SAE.
A pesar de que el Instituto Nacional de las Cualificaciones (INCUAL) ha sugerido ya en varias ocasiones que esta titulación pase a ser superior, distintas eventualidades han impedido a la profesión dar ese paso. “Esto permitiría que nuestra categoría profesional avance, pero con la crisis y los distintos cambios de gobierno se ha ido dejando. Debería haber un plan formativo con técnicas más especializadas y que se le dé a nuestra categoría la importancia que tiene. La sanidad y el cuidado a los pacientes que desempeñamos se merecen contar con técnicos superiores”, reflexiona de nuevo Serna.
La formación del personal técnico tiene mucho recorrido, pero aun y todo, ya actualmente, los representantes de este colectivo profesional creen que pueden realizar de forma satisfactoria más funciones de las que tienen atribuidas. Una auditoría externa de la Universidad Europea de Madrid del año 2013 se refiere precisamente a la “infrautilización” de este colectivo profesional y al importante ahorro económico que lograrían las administraciones si determinados puestos que ahora ocupan graduados en enfermería los ocupasen técnicos sanitarios, que perciben un salario sustancialmente menor. Realizando, además, algunas funciones para las que han sido formados pero que ahora, curiosamente, sí desempeñan en numerosos centros privados pero no en la red pública, como realizar curas sencillas, dar consejos sanitarios básicos o, por ejemplo, tomar las constantes vitales a un paciente.
“No queremos socavar la labor de la enfermería ni hacer intrusismo profesional, sino que se nos permita hacer determinadas funciones para las que estamos capacitados perfectamente”, asegura Serna, que recuerda que su categoría profesional es una figura inédita en Europa. “Cuando se habla de que hay pocas enfermeras respecto a Europa es una verdad a medias, porque allí las dos categorías profesionales son una. Esto nos enfada muchísimo y no nos deja avanzar”, critica el representante sindical alavés. “Si por parte de las direcciones y las consejerías hubiese interés por cambiar esto, ya se habría hecho”, añade su compañera de Bizkaia. “El gran problema es que todas las direcciones de enfermería están ocupadas por enfermeras”, zanja Moneo.
La alta edad media de esta categoría profesional, el 20% de cuyos integrantes se jubilará en el plazo aproximado de cinco años, supone también un problema para la salud de las y los técnicos, que como ya se ha dicho antes se encuentran trabajando de forma mayoritaria en la red hospitalaria. La posibilidad de ocupar “puestos de descarga” en centros de salud u otro tipo de servicios como las consultas externas es otra de las exigencias recurrentes de este colectivo, que se encuentra de nuevo de bruces con la normativa de 1973. “En los ambulatorios de antes sólo había auxiliares de enfermería y médicos e incluso hacíamos labores administrativas, cosa que ahora se nos impide. Al poner en marcha la atención primaria actual, no se contó con nuestra categoría para nada”, resume Moneo. La implantación de las Organizaciones Sanitarias Integradas (OSI), sin embargo, ha dado una nueva esperanza a este colectivo.