los alérgicos al polen de las gramíneas, las especies que más estragos causan entre la población alavesa, esperan ya a que la enfermedad clásica de la primavera llame a sus puertas. Si bien es cierto que los avances de la medicina han permitido minimizar cada vez más el impacto de este problema de salud, no conviene obviar sus consecuencias. Principalmente, porque se estima que las alergias al polen afectan a cerca del 20% de la población, más de 65.000 vecinos de este territorio, muchos de ellos pluripatológicos. El picor de ojos, el enrojecimiento, la inflamación, los síntomas nasales y el asma bronquial, que se traduce en la dificultad para respirar, son sólo algunos de sus síntomas más habituales. Leves en la mayoría de los casos, pero siempre molestos.

Ángel Moral, presidente del comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), ha vaticinado una primavera de intensidad “leve” para los alérgicos en el conjunto de la cornisa cantábrica, teniendo en cuenta las precipitaciones acumuladas durante el recién concluido invierno, lluvias siempre claves para extender la polinización. Sin embargo, el especialista establece diferencias en función de la zona de la que se trate. “La concentración de polen estimada oscilará entre los 1.050 granos por metros cúbico de aire de Santander y los 3.500 de Vitoria”.

A pesar de que la intensidad de la estación no se considera moderada hasta que la concentración de polen llega a los 4.000 gramos e intensa a los 6.000, las previsiones no dejan en un buen lugar a la capital alavesa en comparación con las capitales del entorno. Maite Audicana, alergóloga del Hospital Universitario de Álava (HUA), también prefiere tirar de “cautela” a la hora de emitir previsiones. “Hasta marzo el clima ha sido muy poco lluvioso, y por eso hemos tenido bastantes picos de pólenes de invierno”, explica la especialista. Se refiere Audicana a árboles como el ciprés, el pino o el chopo, que hasta la fecha han acaparado el malestar entre los alérgicos.

Sin embargo, la tendencia ha cambiado durante este mes ya cercano a concluir, durante el que se han acumulado grandes cantidades de agua y nieve, ideales para alimentar a las gramíneas, que causarán estragos, como avanza Audicana, “entre San Prudencio y San Fermín”. Ente sus especies más destacadas se encuentran cereales como el trigo, la cebada, la avena o el centeno. “La tierra está preparada ahora mismo. Para que vaya mal, tiene que haber un tiempo seco, con sol, viento, intercalado con alguna tormenta y que no hiele”, advierte Audicana.

A partir de ahora, efectivamente, a los alérgicos al polen de estas especies les convendría una primavera excesivamente lluviosa, una tendencia poco probable porque no se ha observado durante los últimos años en Álava, o incluso extremadamente seca y sin días de viento. Con todo, la ubicación geográfica de Gasteiz juega a priori en contra de los afectados, no como sucede con los lugares costeros, porque durante la primavera y el verano, debido a la brisa marina, el polen es empujado precisamente hacia el interior en jornadas soleadas y ventosas.

posibilidades abiertas Como todas las temporadas, será el equilibrio entre las temperaturas, la humedad registrada y el régimen de lluvias el que expanda o frene la polinización. Por un lado, la lluvia sirve para limpiar la atmósfera y aliviar los síntomas, pero al mismo tiempo sirve a las plantas para alimentarse y prolongar su ciclo cuando la suceden jornadas soleadas. En días lluviosos, nublados y sin viento esos síntomas son mínimos para el alérgico, porque el polen no se desplaza adecuadamente. Por contra, el clima caluroso, seco y ventoso producirá justo el efecto contrario. Audicana, pese a todo, insiste en que en Álava casi todo es posible porque “el clima es muy variable”.

Por el momento, el trabajo se ha acumulado en las consultas de Alergología del HUA debido al impacto de los pólenes de invierno ya descritos, así como por el que genera la reacción a determinados fármacos. “Hay pacientes mayores que toman muchos medicamentos en estos meses de frío y eso les provoca reacciones. Es cierto que cada vez se consumen más”, alerta la especialista, que reconoce que esta problemática es “la que más” volumen de trabajo le ha llevado a su mesa.

Se refiere Audicana, entre otros, a la alergia a medicamentos de consumo tan habitual como los antibióticos y a los analgésicos. Otro problema añadido, que no novedoso, es que actualmente proliferan los pacientes alérgicos a más de un componente, lo que complica tanto las labores de prevención como las pautas de tratamiento contra las alergias. También se han encontrado en los últimos meses casos de alergia a la quimioterapia entre pacientes oncológicos.

La vacunación constituye el único tratamiento eficaz para detener la evolución de la enfermedad alérgica, aunque los especialistas disponen también de un cóctel importante de fármacos para hacer más llevaderos sus síntomas, como los antihistamínicos, los antiinflamatorios, los colirios o los broncodilatadores. La inmunoterapia consiste en administrar al paciente cantidades gradualmente crecientes del alérgeno que le afecta, para inducir una tolerancia en su organismo, y como se ha dicho supone el mejor antídoto contra esta enfermedad. Al margen de la inyección subcutánea, la más habitual y con mejor coste-beneficio, las posibilidades terapéuticas se completan con otra vacuna en comprimidos, indicada para la alergia a las gramíneas y los síntomas de rinoconjuntivitis, y la tradicional sublingual, que se administra con gotas. Esta última es la más utilizada con los niños, por el miedo a los pinchazos. “Todas van bastante bien porque van a la raíz del problema, a tratar más que simplemente a aliviar los síntomas”, argumenta Audicana.

Una reflexión compartida también por el doctor Joaquín Sastre, presidente de la SEAIC: “Es el único tratamiento que puede modificar la evolución natural de la patología alérgica”, asegura. Y no solamente eso: “Proporciona una disminución significativa de los costes totales en salud inducidos por la enfermedad, reduciendo tanto los gastos indirectos por pérdida de productividad laboral y calidad de vida del paciente como los directos, por costes por actos médicos y gasto en fármacos”, concluye el profesional.