gasteiz - Tan sólo quedan unos pocos días para que Juan Carlos Elizalde Espinal tome posesión como nuevo obispo de Vitoria, después de que el pasado sábado, el pamplonés Asurmendi se despidiera del cargo tras veinte años de servicio y dedicación a la diócesis alavesa. Encomendado por el papa Francisco, el oriundo de Mezkiritz (valle de Erro), que ayer mismo cesó como prior de Roncesvalles, afronta con mucha tranquilidad a sus 55 años esta nueva etapa, que se hará efectiva el sábado a las 12.00 horas en la Catedral Nueva de Gasteiz.

En medio de tanto ajetreo de saludos, despedidas y asuntos pendientes, ¿cómo se encuentra?

-Estoy sereno, sumamente confiado en el Señor, que me envía y que ya me ayudará. Tengo que reconocer que estaba más nervioso al principio, después del primer impacto, cuando se me acumularon los inconvenientes, las dudas, el miedo? Pero el nuncio me tranquilizó diciéndome que el Papa quiere que yo sea en Vitoria como soy en Roncesvalles, en la Universidad o en la parroquia de Ermitagaña, es decir, ser yo mismo. Ahora estoy en una fase de tranquilidad y de confianza, tengo la serenidad de quien es desbordado por la misión.

El pasado miércoles fue consagrado en Roma como obispo por el Papa. A pesar de que no se quiera encasillar en una ideología política, afirma sentirse muy cercano a su línea.

-Sí, sintonizo mucho con su planteamiento. Mi miedo era quedar atrapado en problemas de curia y de administración, pero esta visita me ha confirmado que el cargo no puede tapar el perfil de pastor y de acompañamiento de los más vulnerables. Él mismo me dijo que no me preocupara y que compartiera mi alegría con los diocesanos. Me decía que la Iglesia necesitaba obispos jóvenes y alegres para animar a las comunidades. En Roma, yo sentí como nunca que mi ministerio está vinculado al estilo del papa Francisco, en la cercanía, en los acentos que le está poniendo, en la preferencia por los pobres, en el acompañamiento personal del sufrimiento de la gente, en la vida sencilla de los pastores que no son príncipes, como él repite mucho, y en la entrega completa del corazón al pueblo que se le ha confiado.

En la diócesis de Vitoria hay muchas dudas sobre qué política va a llevar a cabo y sobre si va a haber un cambio de rumbo.

-Aún no he tomado contacto con la gente de Vitoria, pero la orientación de la diócesis yo creo que es muy adecuada. Yo no tengo una imagen conservadora de Vitoria, sino más bien una imagen equilibrada. No me parece que tenga que haber un cambio drástico ni ninguna reforma. Por eso también estoy sereno, porque ahora sólo me toca conocer la diócesis y querer a la gente.

De todos es sabido su carácter abierto y su facilidad a la hora de tratar con la juventud pero, ¿cómo se transmite la fe en una sociedad cada vez menos religiosa?

-Es difícil porque el mensaje del evangelio es contracultural, en el sentido de que promueve ayudar al pobre, amar al enemigo, atender al inmigrante. Y en esta sociedad parece más fácil vivir con cierto individualismo. Por eso es necesario querer esforzarse. En Roncesvalles comprobé que los jóvenes necesitan cercanía y tiempo. Son imprescindibles los encuentros, no sólo de oración y de celebraciones, sino también de fiesta, cenas o peregrinaciones. Es decir, en mi opinión, sólo el contacto directo transmite la fe. Y en esa línea voy a trabajar en Vitoria, que además es una diócesis muy cercana, ya que es más pequeña que Pamplona.

Precisamente, desde que llegó a Roncesvalles como prior se generó un movimiento cultural que ha dinamizado la zona con grupos de catequesis, ejercicios espirituales, jornadas? ¿Qué retos se han conseguido?

-Tengo mucha pena porque siento que me voy en lo mejor, pero también sé que lo dejo en muy buenas manos y que podré continuar dando consejos, aunque oficialmente me desvincule de Roncesvalles. Habíamos comenzado una etapa de trabajo pastoral con un ambicioso proyecto cultural para que Roncesvalles sea un centro de organización de eventos, inmersión lingüística, ejercicios espirituales?, aprovechando que disponemos de alojamiento. Y queríamos recuperar el espacio de Izandegia como aula magna para albergar todas esas actividades. Rejuvenecer el cabildo ha supuesto comprobar que Roncesvalles puede hacer frente a todos los retos. Retos como la atención al peregrino, con una dedicación no sólo logística, de alojamiento, sino dedicándole tiempo y acompañándole a conocer Roncesvalles por dentro. También el reto de revitalizar la economía del valle llevando nosotros los negocios hosteleros que antes estaban arrendados a familias.

En este sentido, la gente de los pueblos vecinos no ha mirado con buenos ojos esta última medida.

-Sí, hemos recibido muchas críticas de la zona por esta gestión, pero no lo hacemos por un enriquecimiento personal de los sacerdotes ni del cabildo sino para afrontar créditos por los que Roncesvalles está endeudado. Tiene fama de tener mucha riqueza, pero en realidad hemos heredado un crédito de 200.000 euros al año y es absurdo no aprovechar nuestras propias fuentes de ingresos para poderlo emplear en las obras de Roncesvalles, en la atención pastoral al peregrino y visitante y en la dinamización del proyecto cultural y evangelizador de la colegiata.

Sin embargo, a pesar de las deudas que pueda tener la Iglesia, siempre se ha mostrado favorable a ayudar al más necesitado.

-Entre todas las tendencias progresistas o conservadoras, si hay algo en común es la prioridad hacia el pobre. Jesús puso en el centro de su misión a los pobres y el Papa lo ha puesto en evidencia con unos acentos muy nuevos. Así que no vale dar una imagen políticamente correcta, si no es desde una entrega sencilla y pobre. A los curas nos tienen que ver trabajar y vivir una vida sencilla al mismo tiempo. De hecho, hemos ayudado a las personas más necesitadas en Roncesvalles y me consta que la diócesis de Vitoria tiene una gran conciencia social.

Sin duda, le va a ser difícil dejar Roncesvalles y perder el trato con los peregrinos. ¿Qué más va a echar de menos?

-Además del proyecto de Roncesvalles y la cercanía con los pueblos, también voy a echar de menos a los estudiantes. Me gusta mucho dar clase en la universidad porque se da un diálogo e inmediatez que no se da en las celebraciones, porque los jóvenes critican, tienen inquietudes y te contagian alegría, optimismo y vitalidad. Por supuesto, echaré en falta la red de amistades y familia, aunque sé que es un terreno seguro que lo tendré siempre. Del mismo modo, es una pena no poder implicarme en proyectos que la diócesis está poniendo en marcha, en el consejo de Presbiterio y de Pastoral y en las unidades de atención pastoral. De todas formas, soy de allí y sé que no voy a perder los lazos. Además, tan sólo estoy a 50 minutos.