Dulantzi, el único municipio de la Llanada Alavesa que celebra la festividad de San Blas, haga frío, llueva o quede sepultado en nieve, volvió un año más a sucumbir a los encantos de su tradicional feria. Cuatro días más tarde de la celebración del patrón de la localidad de la Llanada la Herriko Enparantza, Dulantzi congregó un centenar de puestos en la Herriko Plaza y los más pequeños pudieron acercarse al mundo animal y descubrir sus secretos gracias a la granja móvil ubicada en la plaza Arrabal.

Que las tradiciones están por encima de climatologías adversas es algo que quedó patente ayer en el mercado. La tradicional feria volvió a cosechar un más que nutrido ambiente que invadió la céntrica plazoleta de villa desde primeras horas de la mañana. Los pequeños, algunos disfrazados, fueron los primeros en unirse a la fiesta visitando la granja. Allí les esperaban curiosos ejemplares de gallinas sedosas del Japón, similares a las locales pero con mucho más plumaje y una cresta más abultada, conejos españoles pequeños, patos mandarines de color marrón, ánade común, un pony, ocas y kikos, entre otros ejemplares. “Con esta iniciativa lo que se pretende es acercar el mundo animal a los más pequeños. Que conozcan de dónde vienen los huevos o el paté porque la vida en las granjas existe”, explicó Esther, miembro de la empresa de Balmaseda, encargada de la granja móvil.

Los niños y niñas que se acercaron hasta el pequeño establo no dudaron en acariciar a los animales que, ajenos al ajetreo reinante, comían y caminaban sin asustarse. “Mira Martín que suave es”, comentaba el pequeño Oier a su compañero de juegos, algo receloso. Los pequeños y sus progenitores preguntaron mucho sobre los curiosos especímenes del cercado. ”Intentamos explicarles a través del juego qué hace cada uno de los animales”, aclaró Esther. Mientras ella atendía a los txikis, un huevo de avestruz llamaba la atención de Jon y Xabier. “Menuda tortilla más grande se puede hacer con este huevo”, comentaban entre risas, al tiempo que por su lado pasaba el pony conducido por el pequeño Beñat y el particular granjero. Mientras tanto, en la plaza del Ayuntamiento, los propietarios del centenar de puestos de pan, talo chorizo, txakoli, verduras, queso, dulces y demás delicias gastronómicas atendían ya a cientos de compradores, que también pudieron disfrutar con la presencia de artesanos muy diversos.

A mediodía, cuando el termómetro rondaba los ocho grados y el viento hacía que la sensación térmica fuera menor, la plaza se convirtió en un hervidero de gente atraída por suculentos productos como los de Pedro Aguirrezabal, de la localidad alavesa de Mendiola, que acudió a la feria con un flamante stand de jamones y chorizo de ciervo. Su desparpajo y saber hacer convenció a más de uno, que no dudó en llevarse a casa tres sartas de chorizo dulce o picante sin aditivos por siete euros. No obstante, fueron muchos más los puestos que hicieron buenos resultados gracias a la rica y variada mercancía, y su buena relación calidad-precio. Se pudo ver chorizo casero de León dulce o picante a 10,80 euros el kilo, pasteles de queso a 11 euros la unidad, queso tierno de cabra a 8 euros, magdalenas rellenas a dos euros, chorizo casero tres sartas a seis euros, un sobre de jamón en lonchas de 250 gramos a 3,60 euros, bonitos de Bermeo dos botes a 12 euros, antxoas de Santoña tres frascos a 10 euros, pimientos de Mendavia a cinco botes a diez euros o alubias de Tolosa a 4,80 euros el kilo.

Uno de los espacios que más concurrido estuvo a lo largo de la mañana fue el de las tejedoras de Dulantzi, un grupo de mujeres de la localidad que vendieron las carteras, pulseras, muñecos, fulares, gorros y cestas elaborados cada semana por ellas mismas. “Me voy a llevar esta cartera”, señaló María Jesús a su amiga mientras recorrían el puesto instalado en el centro de la plaza. “Os van a tener que traer un termo de café”, espetó un hombre, ante la cara de frío de las vendedoras.

Además de gastronomía y artesanía se pudieron adquirir productos como pañales ecológicos, cremas, jabones, juguetes o mochilas. Los mayores no dudaron en rascarse en bolsillo comprando alguno de los productos que horas más tarde formaría parte del menú dominical. “Voy a llevar pan”, comentó un hombre a su amigo frente al puesto de dulces de Mañeko, donde otro grupo de amigos adquirió rosquillas de anís y de limón. Y así, con la cesta llena, muchos de los presentes aprovecharon para visitar los distintos puestos de talos ubicados en la plaza. Uno de los más concurridos fue el de los soportales de la Casa Consistorial, donde la oferta incluía chorizo, panceta y hasta chocolate. Mientras, en la txozna de al lado se vendían “los champiñones más ricos que jamás hayáis probado”, gritaba a los cuatro vientos el feriante.

Y así, el día fue pasando en esta pequeña localidad alavesa, que como varios pueblos del resto de la geografía vasca no duda en rendir tributo al santo protector de la garganta. Hay dos elementos indispensables en torno a esta festividad que no pueden fallar: cordones de algodón de distintos colores y dulces dedicados a San Blas. Según la tradición, si ambos se bendicen ante el santo, y si se coloca el cordón al cuello durante los nueve días posteriores y tras ese tiempo se quema, el santo nos protegerá de enfermar de cualquier afección de garganta. Por probar, ahora que anuncian la llegada de un frente frío, no se pierde nada.