vitoria - La máxima de que nadie es profeta en su tierra se cumple una vez más en la figura del franciscano Pedro de Bardeci, cuya causa de beatificación está teniendo un mayor eco y empuje en Chile que en España. La provincia franciscana de la Santísima Trinidad del país americano trabaja en la confección de la positio y su memoria se venera especialmente en aquellos lares. Cierto es que fue allí donde entregó su vida y dejó su testimonio.

Pedro de Bardeci nació en 1641 en Orduña, ciudad vizcaína que está integrada en la diócesis de Vitoria. Fue hijo de una familia acomodada y profundamente cristiana. Fue bautizado el 6 de abril de 1641 en la ermita de San Clemente de Erbileta (Lendoño de Arriba), que actualmente se encuentra en un estado de ruina.

En torno al año 1661, emigró con sus hermanos José y Francisco. Su primer destino fue Méjico. Una vez instalados, se dedicó al comercio del tabaco, que le proporcionó una vida de bienestar y dinero. Pero no de felicidad y paz en su conciencia. Pedro era consciente de que algunas propuestas de los negocios lo alejaban de la rectitud y la justicia, y decidió abandonar el negocio.

Partícipe de ese espíritu aventurero de los vascos se contrató como escribano en una nave que lo trasladó al Virreinato del Perú, estableciéndose en el Alto Perú. Era el año 1666. Allí sirvió de ensayista de metales y pedagogo de dos jóvenes de una familia. En 1674, según relatan sus hagiógrafos, una imagen de la Virgen María lo guiará en su viaje a la ciudad de Santiago de Chile. El 8 de septiembre de 1675 ingresó al noviciado franciscano en la provincia de la Santísima Trinidad. - V.L.G.