aguantó. Al menos, todo lo que pudo. La fiesta de las ikastolas alavesas brilló con luz propia hasta que las isobaras se conjuraron para devolver la amenaza de lluvia y tormentas a la ciudad. Ésta empezó a sufrir los embates de la meteorología tras la hora de comer. No obstante, para entonces, propios y extraños ya habían disfrutado de unas intensas horas de exaltación euskaltzale en la capital alavesa. No en vano, y pese al amago del mal tiempo, el euskera desplegó todo su poder de atracción para convertir el recorrido diseñado para la ocasión en las inmediaciones de Armentia en un hervidero, cauteloso ante los elementos, pero hervidero. Quizás por ello, por ser aquélla la sede del santo meón por antonomasia, San Prudencio, la jornada se trastabilló según avanzaba la tarde. La progresiva llegada de los tonos más amenazadores a un cielo que llegó a lucir azul durante buena parte de la mañana asustó, pero no lo suficiente para estropear el ánimo.
Aitas y niños. Familias enteras. Parejas. Cuadrillas. Curiosos. Muchos, preparados para la ocasión con buenas botas y ropa cómoda. Muchos, ataviados para el peregrinaje del marianito y de los katxis. Todos con la intención de colaborar. Porque una playa no es otra cosa que la suma de infinidad de granos de arena.
Filosofías de fin de semana aparte, el Araba Euskaraz 2015 volvió a ser el aldabonazo de la militancia euskaldun en una ciudad y en un territorio histórico que pelean en el día a día por devolver el euskera a las calles. Su progresiva presencia en diversos ámbitos no esconde que aún le falta dar un paso más para tomar el camino de la cotidianidad. Y citas como la de ayer constituyen por sí mismas la mejor excusa para obviar prejuicios y para encender la luz que ilumine al euskera entre los nubarrones que le han impedido brillar. Bajo el lema Piztu Euskara, todos los alaveses y los llegados allende los límites territoriales ayudaron ayer a mantener encendida la llama de la lengua vasca con la aspiración de que el fuego no se quede sólo en la explosión de esta cita.
Regresó la fiesta de las ikastolas alavesas a Gasteiz nueve años después. Por ello, y tras una intensa semana de preparativos, todo lució en Armentia, el Mineral, Mendizorroza y el parque del Prado, los cuatros escenarios donde se desarrolló la 35 edición de esta cita y cuya unión, como mandan los cánones de una tradición bien conocida y respetada, sirvió de recorrido para sus miles de asistentes.
Y llegó a la capital alavesa pese a ser la fiesta de la ikastola San Bizente de Oion, organizadora de la jornada. Sus responsables idearon el traslado de la jornada a Vitoria para evitar dos años consecutivos de desplazamientos de la militancia euskaltzale a uno de los extremos de la CAV: la comarca de Rioja Alavesa, que acogió en Lapuebla de Labarca la edición precedente de la fiesta de las ikastolas alavesas.
Las actividades arrancaron a las 10.00 horas en Mendizorroza con el tradicional corte de la cinta y la apertura del circuito. A partir de ahí, los cuatro espacios se dejaron llevar por las actividades para toda la familia, los juegos infantiles, el deporte y por supuesto la música, hasta pasadas las 18.00 horas. En El Prado, por ejemplo, los txikis fueron los grandes protagonistas con un programa en el que no faltaron una ginkana o un espectáculo infantil, así como un almuerzo popular al filo de las 11.30 horas. Mendizorroza, tras el acto inaugural, vivió la final del campeonato de Álava de pelota y se convirtió en uno de los dos escenarios musicales.