Vitoria - Existen unos cuantos manuales del alcalde. Tantos, como formas de entender la gestión municipal. Pero Vitoria sólo hay una. Y lo que ahora necesita, lo primero, es que el Ayuntamiento recupere y afiance el clima de entendimiento que Javier Maroto dinamitó al final de su anterior mandato. En esa estrategia permanente de vender a toda costa la imagen de político que está en la calle, el ya exprimer edil gasteiztarra olvidó un matiz importante. Que no estaba solo en la Corporación. Que debería haber dedicado parte de sus esfuerzos a cuidar a aquellos grupos de la oposición que en muchas ocasiones le tendieron la mano. Y ahora que un pacto suscrito in extremis ha arrebatado el mando al líder popular, gran parte de la ciudadanía se pregunta qué podrá hacer un Gobierno nacido de un posicionamiento anti-PP, si podrá alcanzar acuerdos y cómo hará avanzar la ciudad. A fin de cuentas, solamente un Consistorio que dialoga y se aviene es un Consistorio que hace.
Estos próximos cuatro años serán determinantes, pero Gasteiz no puede esperar tanto para que las debilidades actuales se conviertan en fortalezas. Hace falta que los programas y las sensibilidades converjan desde el principio para que la coalición finalmente vencedora, con el jeltzale Gorka Urtaran de alcalde, pueda afrontar los retos a los que se enfrenta la ciudad. Uno de los más importantes, derivado precisamente de esa crisis política que ha hecho que por primera vez en la historia democrática de Gasteiz no se haya respetado la lista más votada, es acabar con el clima de crispación que se respira en la calle. La cruzada personal de Maroto para endurecer los requisitos de acceso a la RGI con máximas tales como que “los magrebíes vienen a vivir del cuento” provocó una brecha tremenda entre el PP y el resto de grupos políticos, que hubieran preferido abordar cualquier debate sobre una mejora en la gestión de las ayudas sociales en los despachos. Y, a la vez, enfrentó a la ciudadanía en dos bloques. Las tripas frente a los datos. Ahora, se hace preciso rebajar el tono de la polémica. No será fácil. El ayudar “sólo a los que lo necesitan” y el “Vitoria y los vitorianos por encima de todo” se han convertido en leit motiv del 30% de los votantes que acudieron el 24-M a las urnas. Y, sin embargo, se hace preciso calmar las aguas para reconducir el debate municipal hacia una realidad terriblemente aplastante que no se puede tapar con chivos expiatorios: la pobreza y la falta de actividad económica en la ciudad. Los datos ofrecidos recientemente por Cáritas Vitoria contradicen el triunfalismo económico vendido en los últimos tiempos por determinados políticos. En 2014, esta organización atendió a 5.958 familias y personas, un 16% más que en 2013. El Banco de Alimentos también tuvo que hacer llamamientos especiales a la solidaridad. Llegó a quedarse sin comida en las estanterías. Una situación nunca vista que se fraguaba de espaldas al mundo, en un pabellón, mientras en la plaza de la Virgen Blanca se intentaba cocinar la tortilla más grande del mundo para colar el nombre de Gasteiz en un libro de récords.
La herramienta básica para combatir la pobreza es la creación de empleo. Y aunque este ámbito no es competencia directa, como tal, de los ayuntamientos, existen numerosas fórmulas para potenciar desde los municipios la actividad económica de la ciudad y del territorio. Otra cuestión es que se pongan en marcha. Los grandes planes prometidos en la anterior campaña electoral y renovados durante la pasada legislatura para aprovechar el gran tejido industrial de Vitoria no se llevaron a cabo. Sí se ampliaron las ayudas para animar al emprendizaje, una vía por la que las instituciones cada vez apuestan más porque les exigen poco más que poner dinero. Está por ver qué estrategias se desarrollarán en este nuevo mandato. Necesidad, desde luego, hay. Aunque en mayo el paro descendió en 824 personas, lo que supone una bajada del 3%, la realidad es que todavía existe una tremenda bolsa de 26.515 ciudadanos sin empleo.
Puestos los cimientos, el Ayuntamiento de Vitoria deberá seguir construyendo ciudad sin olvidar asignaturas todavía pendientes: la redacción del caduco Plan General de Ordenación Urbana, continuar con el equipamiento de los nuevos barrios y coser los sectores más aislados, la rehabilitación de los más antiguos y la ampliación del tranvía. También hay otras cuestiones urgentes que preocupaban mucho a los partidos que hasta hace unos días formaban la oposición. Una de ellas es la situación económica de Tuvisa. Los reajustes de Maroto para atar sus proyectos hasta mayo han dejado a la sociedad municipal del transporte urbano de Vitoria sin el dinero necesario para finalizar el año. En octubre, de no inyectarse fondos, 5,5 millones en concreto, no habrá con qué cubrir salarios ni los gastos propios del servicio y todavía no se sabe de dónde se sacarán. Por otro lado, está el asunto del Plan Urban. En seis meses finaliza el plazo para ejecutar todas las obras del Casco Viejo subvencionadas con estas ayudas europeas y no está claro si se terminarán a tiempo y si se perderá parte de la cuantía prometida.
Son tan fuertes las dudas que, seguramente, se lleve a cabo una auditoría para saber cuál es la verdadera situación económica del Ayuntamiento de Vitoria. El anterior Gobierno presumió de haber acabado con el déficit pero ha preferido pasar de largo por la deuda de 50 millones de euros que arrastra ya el Consistorio y, por otro lado, con la prórroga presupuestaria del último año se ha hecho muy complicado controlar el estado de las arcas. También habrá que ponerse a trabajar para elaborar unas nuevas Cuentas municipales que fijen las prioridades de la ciudad durante al menos el primer año de mandato. Es de esperar que las políticas sociales y de empleo sean las protagonistas en este nuevo mandato, ahora que la ciudad ya cuenta con estación de autobuses y nuevas oficinas municipales. Tal vez, cuando la crisis termine, haya oportunidad de volver a posicionar a Vitoria en el mapa con grandes proyectos de ciudad e iconos personalistas del alcalde de turno.
Retos. Tras el debate sobre la RGI se abre paso el debate de dos de los problemas reales más acuciantes: la pobreza y la falta de actividad económica, que atenazan más a la capital alavesa.
La fotografía real. Triunfalismos aparte, los datos de Cáritas arrojan una realidad inquietante. En 2014 atendió a 6.000 familias y personas; un 16% más que el año anterior. Asimismo, los planes de reactivación prometidos en campaña por el PP no se cumplieron, lo que indica el volumen del trabajo pendiente.