La gente que pasea estos días por ARCO anda preguntándose si el vaso de Wilfredo Prieto está medio lleno o medio vacío, si tiene agua de verdad o no, si merecía cotizarse a 20.000 euros. Y bueno, críticas aparte, la realidad es que este polémico cubano sólo quería reflexionar acerca de nuestras preocupaciones cotidianas con un alegato al optimismo. Porque hace falta, en esta rutina arrasada por el tsunami de la crisis, colegir que acabaremos saliendo del pozo. Un pensamiento que, también estos días en Vitoria y también en una feria, contagian los expositores. ¿Artistas? No. Si acaso para sobrevivir. Ellos son pequeños comerciantes, hombres y mujeres que se afanan por sacar adelante sus negocios a la vez que dinamizan la ciudad, perfectos testadores del estado económico y anímico de sus habitantes. Y si afirman sin excepciones que “se nota más alegría en el ambiente” y que, en general, “esta última campaña ha ido mucho mejor que las anteriores”, tal vez debamos permitirnos un atisbo de entusiasmo. Y concluir, por qué no, que aunque haga falta todavía mucha agua para salir a flote, pero muchísima más, el vaso está medio lleno.

“Nuestra sensación es que lo peor ya pasó”, afirmó Liudmila Pérez, dueña de la tienda Fascino Moda, desde su puesto en la XVIII Feria de las Rebajas. Habían transcurrido ya varias horas desde que el multiusos del Iradier Arena había abierto las puertas al gran mercado de chollos del invierno gasteiztarra y el optimismo que la joven traía de la tienda no había decaído. “Hemos hecho una campaña muy buena, la temporada de descuentos también lo ha sido y, ahora aquí, tampoco nos podemos quejar de falta de trabajo”, subrayó. Ella tiene la impresión de que “se está saliendo de la crisis y la gente vuelve a tener algo más de poder adquisitivo, así que gasta”. Y aunque no lo haga a lo loco, su experiencia le dice que son muchos los ciudadanos que siguen prefiriendo dejarse un poco más de dinero en cuatro prendas de pedigrí que la misma cantidad en un cambio de fondo de armario que acabaría durando menos que una puerta de cristal en Hermano Mayor. “La gente pide calidad y la agradece”, sostiene la comerciante. Y precisamente por esa percepción y porque su objetivo es la mejora constante, en 2011 se atrevió a comprar el local donde estaba alquilada y reformarlo de arriba abajo. En plena época de vacas flacas. Estaba convencida de que el esfuerzo merecería la pena y no ha tenido que arrepentirse. “Sólo si apuestas, puedes ganar”, matiza.

Otra que representa bien esa máxima es Iratxe Díaz de Guereñu. Hace ocho años convirtió el número 8 de la calle Derechos Humanos en la tienda de ropa infantil Keriban. Fue una decisión con cierto riesgo, como pasa con casi cualquier proyecto nuevo, pero debajo había cimientos sólidos: un barrio con un boom procreador como ningún otro en Vitoria, conocimiento y ganas. Y cuando llegó la crisis y sopló y sopló, su tienda no derribó. “A veces me da un poco de vergüenza decirlo, pero no hemos sufrido como otros compañeros. Siempre he vendido bien y, sobre todo, el género más caro”, confesó la joven. Lo que no tiene tan claro es, al margen de sus circunstancias, si de verdad han empezado a crecer brotes verdes. “Yo no sé si estamos superando la crisis o si, más bien, la gente que no llegó a perder el trabajo, que tiene dinero y una situación más o menos tranquila, al fin ha podido empezar a relajarse, se ha adaptado a la situación y puede volver a gastar con algo más de alegría”, reflexionó, sin perder ripio con las clientas. A la Feria de las Rebajas ha traído el delicioso género que le sobró del verano pasado, “el que más se está vendiendo”, y el poco stock de este invierno con unos descuentos del 50% a los que es complicado decir que no. “Y el que no corre, vuela”, alertó.

Con el género de vestir siempre pasa lo mismo en el Iradier Arena: que las tallas habituales aterrizan ya en pocas cantidades y se agotan muy rápidamente. “Nos falta numeración, sobre todo del 38, así que animo a la gente que quiera buenos zapatos a grandes precios a que se pase antes de que se nos acabe todo”, alentó Ana Mari Galdós. Ella es dependienta de Calzados Basoco desde hace nada menos que 43 años, casi tantos como los de esta famosa zapatería. Y en todo ese tiempo, desde el escaparate ha visto pasar “épocas económicas bastante difíciles, pero como lo de esta crisis ninguna”. Por eso, el destello de mejoría que ha acompañado a esta temporada de invierno y a la campaña de rebajas, “mejores que en los años anteriores”, le anima a mirar el vaso con cierta ilusión. “Yo creo que estamos todos algo más relajados y eso nos ayuda a gastar un poco más, en el caso de tener dinero para hacerlo”, opinó. Al menos, así se lo transmiten los pies del personal Ya no ve tanta suela desgastada o agujereada como estos años atrás y sí más cliente dispuesto a invertir en producto nacional y de calidad.

Y así debería de ser siempre: comprar para que el dinero se quede en casa. “Pero todavía hay bastantes personas que prefieren acudir a las franquicias y gastar menos, aunque a la larga pueda salir más caro”, admitió Elena Iglesias, más pesimista que sus compañeros al hacer balance de su situación. Quién sabe si por el tipo de género que vende, textil para el hogar, por la ubicación de su comercio, en la calle Francia, o la nevada, la campaña de invierno y la de rebajas de Castaño “ha sido regular, muy similar a la del año pasado”. Eso sí, ella no pierde la sonrisa. “El trato cercano y personalizado es nuestra principal arma frente a las grandes superficies”, apostilló. Eso, y unos artículos de primera calidad con unos precios que, en Iradier Arena, se vuelven escandalosamente atractivos. “Tenemos fundas nórdicas desde 29,90 euros. Sábanas térmicas desde 19,90. Las normales desde 15. Tres paños estupendos de cocina a 4,90...”, enumeró, sin perder de vista el ir y venir de curiosos. “Al menos el ambiente este año es más animado”, reconoció. Que sí, que hay que ver el vaso medio lleno.