Zabalgana sabe que el que no llora no mama. Y no sólo porque sus vecinos estén inmersos en una vorágine imparable de procreación -600 nacimientos ya al año y subiendo-. Gracias al azote de las miles de familias que se agruparon en una sola voz contra las deficiencias escolares del barrio con más niños de Vitoria y menos plazas, el Gobierno Vasco ha comenzado a agilizar la toma de soluciones. Algunas siguen siendo parches. Otras darán respuestas definitivas. Y, hasta que se alcance el objetivo final de una educación pública y de calidad sin tener que mandar a los críos a otras zonas de Gasteiz, los afectados continuarán siendo la sombra de la institución. “Vamos a seguir detrás, como moscas cojoneras, porque nos ha quedado claro que sólo de esta forma se pueden ir dando pasos”, avisan Lourdes Errasti y Rosa Martínez. Sus palabras rezuman esa sensación inevitablemente agridulce que acompaña a cualquier lucha entre desiguales, en las que David requiere algo más que el uso efectivo de una honda para alzarse con la victoria ante Goliath.

Hace falta paciencia. Y mantener la motivación. Lo saben y se afanan. Ellas y el resto de personas integrantes de Zabalganan hazi eta hezi, la plataforma que agrupa a las AMPA de los colegios públicos de Zabalgana y Mariturri, a Zabalturri, colectivo que representa a las familias de niños sin plaza en el barrio, y a la asociación de vecinos Zabalgana Batuz. Tres siguen siendo sus exigencias: que se construya de una vez por todas un instituto para que los chavales no tengan que cursar Secundaria fuera, como va a pasar el próximo curso; que se levante un tercer centro de Primaria, para no tener que continuar ampliando líneas y aumentando ratios en las dos únicas instalaciones existentes, ya saturadas; y que tome forme cuanto antes el edificio de Mariturri, hasta ahora configurado por la provisionalidad de unos módulos prefabricados.

Y siguen siendo sus exigencias porque, aunque para algunas ya se han adquirido compromisos, la presión continuará hasta que se materialicen y lo hagan de la mejor manera posible. La lista de incumplimientos, de retrasos y de parches ha llegado a ser lo suficientemente grande como para que los afectados no se atrevan a echar campanas al vuelo ni a brindar por lo que otros considerarían grandes triunfos. Una actitud crítica y necesaria que ha acompañado, por ejemplo, a la última buena noticia: el acuerdo al fin entre el Ayuntamiento vitoriano y el Gobierno Vasco de la parcela donde se ubicará el tercer colegio, medida clave para el inicio de las obras. “Estamos contentos porque es un paso adelante, pero la ubicación, en el sector 1 de Borinbizkarra, no es la adecuada”, arranca Rosa. Las familias hubieran querido que se instalara al otro lado de las vías del tren, entre los actuales centros educativos de Zabalgana y Mariturri, pues es en ese tremendo espacio donde reside la mayoría de los vecinos que ahora han comenzado a tener niños. El problema es que el solar que hubiera sido indiscutiblemente perfecto había sido recalificado para edificar y pelear por la construcción allí de la nueva escuela habría llevado años. “Y ni podíamos esperar ese tiempo ni iba a estar garantizado un resultado positivo”, apostilla Lourdes. Este curso, sólo ha habido 138 plazas para niños de dos años en un barrio que registró 600 nacimientos. No salen las cuentas.

Por eso, el deseo de la plataforma es que el tercer colegio abra sus puertas para el curso prometido, 2016-2017. Cualquier retraso afectaría de lleno a las familias sin plaza y a los otros dos centros, donde persiste la amenaza de implantación de más gelas y de un aumento del ratio de alumnos pese a que los equipamientos no dan más de sí, con el consiguiente deterioro en la calidad de los servicios prestados, ni termina de conseguirse que todos los niños puedan educarse en el barrio. Bien lo sabe Lourdes, miembro de la AMPA de Zabalgana, el primer centro del barrio, que fue construido para albergar tres líneas pero incluyó una cuarta en el curso de cuatro años en 2011. Un cambio aparentemente tímido pero que “desmoronó por completo la estructura”. Desde entonces, hay niños mezclados entre el edificio de Infantil y Primaria, en contra de las características diseñadas para cada espacio, se han reducido las horas de psicomotrocidad, tienen que establecerse rotaciones en el aula de inglés, el comedor está tan saturado que algunos críos no pueden disfrutar del servicio... Para colmo, los ratios de las aulas de dos años se estiraron de 18 a 23 niños para tratar de cubrir la demanda. No se terminó de lograr y, para colmo, “ha hecho que sea imposible el acceso al ciclo de tres años, ya que al tener el mismo ratio de alumnos no quedan huecos disponibles”.

El panorama en Mariturri es similar, aunque gracias a la lucha de las familias este centro ha disfrutado de mejores remiendos. El incremento del ratio de 18 a 23 niños en la gela de dos años este curso, medida que permitió a Rosa matricular a su txiki, ha ido acompañado de “dos profesoras por aula”, como pedían las familias. Y esa solución ha permitido mantener la calidad en la atención a la chiquillería. “La verdad es que no tenemos ninguna queja”, afirma. Ahora bien, quienes se quedaron entonces sin plaza lo van a tener muy difícil para meter a sus hijos en las aulas de tres años. “Como no haya bajas es prácticamente imposible. Así que o van a tener que buscar fuera del barrio o tal vez el Gobierno Vasco nos plantee la opción de una cuarta gela para los nacidos en 2012”, continúa esta madre, sabedora de que ninguna de las dos alternativas es buena. “El comedor está lleno. Bueno, de hecho, todos los equipamientos, se están quedando pequeños. Nos está sucediendo lo mismo que al colegio de Zabalgana. ¿Qué pasaría entonces con 69 niños más?”, inquiere, mientras mira a Lourdes.

Ambas conocen la respuesta y no pueden dejar de preguntarse cómo es posible “que ambos centros se diseñaran desde el principio con semejante falta de previsión”. El de Zabalgana no ha cumplido ni una década “y ya ha habido reformas para ir adaptando las gelas, hasta el punto de que sin que acabe la garantía de una obra ya se está haciendo otra”. La madre se lleva las manos a la cabeza, incapaz de entender “tan mala planificación”, cuando era obvio que un barrio plagado de familias jóvenes iba a necesitar mayores equipamientos educativos. Y claro, el colmo del asunto es que las deficiencias no sólo están por abajo. Los primeros chavales que estrenaron ese centro, ya en primero de Primaria, trasladados hasta entonces a Pío Baroja, son los que este próximo curso pasarán a Secundaria. Y no tienen instituto en el barrio. “Abrieron cuña entonces y ahora siguen siendo los primeros afectados por la falta de soluciones”, lamenta Lourdes. El Gobierno Vasco baraja para el curso 2019-2020 la apertura del centro, “lo que supone que no estará listo hasta la cuarta promoción”. Por eso, ya el año pasado las familias afectadas insistieron en levantar aunque fuera unos barracones para poder cumplir con los apretados plazos. Y en esa tesitura continúan ahora, presionando para que al menos la creación administrativa llegue cuanto antes.

“La última promesa del Gobierno Vasco es la creación administrativa para dentro de dos cursos, un centro más próximo al barrio al que irían entrando todos los chavales de Zabalgana que pasaran a Secundaria hasta tener el instituto definitivo. En principio, con siete líneas, pero ya veremos”, comenta Lourdes. No se le ve contenta, porque no puede estarlo. Lo que finalmente se haga ya llega tarde. “A diferencia de otras peleas, este asunto lo sentimos como una derrota”, reconoce, “y eso que los padres de la primera promoción de Secundaria no están descontentos del todo con la solución temporal que se les ha dado”. Los chavales estudiarán en Lakua y contarán, o eso es lo que les han dado a entender desde el Gobierno Vasco, con un servicio de transporte para facilitar sus desplazamientos. “¿Sí? ¿Viven todos a más de dos kilómetros?”, pregunta Rosa, conocedora de la normativa al respecto. “Sí y creemos que así se hará, pero vamos a estar muy atentos”, responde la otra ama.

La pelea de las familias por una educación pública, vasca y de calidad en el barrio no entiende de tiempos muertos para descansar. “Vamos a seguir haciendo ruido y todos juntos. Tenemos problemas distintos pero de fondo la reivindicación es la misma”, afirman. Están orgullosas, y no lo ocultan, de haber logrado coordinar posturas por un bien superior.