tenía que haber llegado al mediodía, sobre un carro tirado por un burro y custodiado por un grupo zanpantzar. Sin embargo, Terencio VIII, el enorme cerdo protagonista de la feria de San Blas celebrada ayer en Llodio, llegó al recinto festivo de la plaza Aldai una hora tarde y portado en un camión grúa. La intensa lluvia -incluso, granizo-, como también ocurrió en las dos pasadas ediciones, dio al traste con la txarriboda. El público tuvo que resignarse y se quedó sin la liturgia del quemado, raspado y limpieza del animal, que llevaron a cabo expertos baserritarras en un caserío local y a puerta cerrada.

No fue el único acto que se salió del guión. De hecho, el portavoz de la asociación Kukutxe, organizadora de la feria, Txus Corredor, lamentó que la mala climatología también “ha impedido la llegada de un artesano de forja, aunque tenemos de cerámica y madera”. A pesar de todo, “estamos contentos porque, pese a lo desagradable del clima y lo poco que apetece salir de casa, ha venido mucha gente”. A ello ayudó, sin lugar a dudas, la enorme carpa fija instalada en esta plaza, así como otra de 450 metros cuadrados que se montó en las cercanías para dar cobijo al escenario y a exhibiciones de deporte rural.

Los que sí se mojaron un poco fueron las decenas de personas que se arremolinaron en la esquina de la que se colgó al cerdo. No en vano, este año también estaba en marcha la quiniela en la que el público tiene que adivinar el peso exacto de Terencio VIII. “Yo fui la persona que más se acercó sin pasarse hace unos años, y me dieron un bote de 300 euros”, aseguraba Luisan García, vecino de la localidad, mientras explicaba que el cerdo se lo lleva quien tenga el número que salga premiado en la rifa que cierra la fiesta a última hora de la tarde.

La feria también englobó en su franja vespertina exhibiciones de danzas vascas, degustación de castañas y romería, que continuaron con las exhibiciones matinales de deporte rural a cargo de aizkolaris y harrijasotzailes, que entretuvieron al personal antes de que subiera al escenario la pareja de homenajeados del día. Se trataba del matrimonio formado por Lorenza Andikoetxea (de 73 años) y Antonio Atxa (de 79), y residentes en el caserío Kasille del barrio Lusurbeilanda. “Mi ama Claudia fue la primera mujer baserritarra que homenajeó esta feria en 1994 y ahora me toca a mí”, apuntaba Atxa, mientras su esposa explicaba que “seguimos teniendo huerta, pero animales ya menos. Nos quedan unas quince vacas de carne, que las de leche dan más trabajo, aunque es uno de los hijos el que anda con ellas”. Ambos recibieron una placa de recuerdo, prendas tejidas en lana, y txapelas, en reconocimiento a toda una vida dedicada al duro trabajo del caserío y a la salvaguarda de las costumbres y tradiciones; pero no fueron los únicos homenajeados de la jornada.

Este año Kukutze también ha hecho una mención especial a dos hombres y tres mujeres que llevan los 20 años que ha cumplido esta feria elaborando castañas asadas -ellos-, y talo en la txosna -ellas-. Se trata de Víctor Otaola y Claudio Arbaiza que, con 91 años este último, mostró su buena forma levantando al público el tambor de asar castañas con el que le obsequiaron. El homenaje también recayó en Carmen Olabarria, Dolores Astobiza y Encarna Montalbán, que recibieron de recuerdo toquillas de lana y una pala serigrafiada para dar vuelta a los talos. “Este año la organización no ha puesto txosna, por lo que implica su montaje, y se ha traído una a través de una empresa externa, así que era el año idóneo para agradecer a estas personas sus dos décadas de voluntarias en San Blas”, subrayaba Corredor.

A este sentido acto se le sumaron un sinfín de atractivos como las canciones de los Arlotes, el concurso de varas de avellano (en el que se impuso como mejor palo el de Juan Ramón Iriondo, y la mejor colección de tres makilas la de Edurne Álava), o la exhibición de elaboración de morcillas que llevaron a cabo Esther Iturribarria y Arantza Méndez. “Somos amas de casa, procedentes de baserris de Llodio de toda la vida, y llevamos desde la primera edición enseñando a la gente cómo elaboraban las morcillas nuestras abuelas; o sea, todo a mano”, apuntaban.

El éxito de esta cita también fue patente en el número de expositores. El recinto dio cabida a en torno 85 puestos, entre productos de caserío y artesanos que exhibieron su pericia con el cincel y la madera, tricotando jerseys o enseñando a los más pequeños a elaborar vasijas de barro y cerámica. En las cercanías, la txosna visitante fue otra cita obligada para degustar un talo o un txakoli, mientras que en el céntrico puesto de “cordones bendecidos” no daban abasto para atender a los clientes que, creyentes o no, no dudaron en anudarse uno al cuello para prevenir los males de garganta, como dicta la tradición.

La jornada, para cuya organización Kukutxe movilizó en torno a un centenar de personas, también contó con un concurso gastronómico de txarripatas (manos de cerdo), que reunió a 28 participantes. La vencedora fue la del txoko Mendiondo de Ugao-Miravalles, seguida por el txoko Ugarte de Amurrio, y el Txoko Larrazabal de Llodio.