el artículo 27 de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) recoge que todo pequeño “tiene derecho a beneficiarse de un nivel de vida adecuado para su desarrollo”, una responsabilidad “primordial” de sus primogénitos que, si no puede ser asumida, pasa a convertirse en una “obligación” para la Administración, incluso “mediante el pago de la pensión alimenticia”. El próximo 20 de noviembre se cumplirán 25 años desde que la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó este tratado de 54 puntos que supuso el primer instrumento internacional en reconocer a los niños como agentes sociales y titulares activos de sus propios derechos. Su cumplimiento, por desgracia, todavía está muy lejos de ser una realidad, y no solamente en los países subdesarrollados. No en vano, la pobreza derivada de la crisis económica también ha situado contra las cuerdas a un número creciente de familias alavesas y, por extensión, a sus eslabones más débiles, los niños.

Por fortuna, el sistema de protección social del que se ha dotado Euskadi en los últimos años y que ahora el PP quiere restringir ha ayudado a que la Comunidad Autónoma Vasca sea la tercera del Estado con menor riesgo de pobreza infantil, sólo por debajo de Asturias y Cantabria, según datos difundidos el pasado septiembre por la ONG Educco. Registros que no ocultan otros mucho más demoledores, como que la población infantil vasca en riesgo de pobreza grave pasó del 3,5% en el año 2008 al 6,2% a finales de 2012, casi el doble en apenas cuatro años, según un informe hecho público por el Ararteko el año pasado. Una situación que se recrudece al máximo cuando uno o varios niños viven apoyados únicamente por su madre y si ésta tiene una baja cualificación, menos de 35 años y es de nacionalidad extranjera.

Otro estudio de Unicef publicado este año 2014, que toma como fuente al Instituto Nacional de Estadística (INE), refleja que el 27,5% de los niños que residen en el Estado español se encuentra en riesgo de caer en la pobreza, una cifra que se reduce al 16,25% en Euskadi. “La situación en el País Vasco no es comparable con otras comunidades autónomas ni con datos globales a nivel estatal, pero no por ello debemos dejar de hacernos eco de la situación”, advierte en declaraciones a este periódico Elsa Fuente, coordinadora del comité País Vasco de Unicef.

Fuente aboga por la consecución de un Pacto por la Infancia que defina “unas líneas rojas innegociables” que deberían incluirse “en cualquier programa”, entre las que se encuentra la lucha contra la pobreza infantil. “Ha llegado el momento de blindar los derechos de la infancia, un colectivo desprotegido y que ahora mismo precisa de la atención social y política porque su situación ha empeorado mucho con la crisis”, incide Fuente. Según el informe sobre pobreza infantil en Euskadi elaborado por el SIIS en 2013 a petición del Gobierno Vasco, el 80% de los niños que sufren privación material extrema viven en familias que han tenido que reducir gastos básicos, el 50% presenta problemas de alimentación, el 43% reside en hogares con impagos o atrasos y el 44% ha pasado frío durante el último invierno. Aunque Fuente advierte de que estos datos “pueden reflejar situaciones meramente puntuales”, no conviene pasarlos por alto.

Una realidad a la que también pone voz el secretario general de Cáritas en Álava, Ramón Ibeas. “Lo que estos niños están pagando es la pobreza familiar, una consecuencia de la crisis generalizada. Ésta es la cuestión fundamental, porque hay muy poco chaval que en Álava esté solo o que no esté tutelado por alguna institución”, asegura Ibeas.

La organización dependiente de la Iglesia Católica, que se ha visto desbordada desde que estalló la crisis, atendió sólo el año pasado a 5.107 unidades familiares, lo que, a golpe de calculadora, sitúa el número de chavales en situación de desprotección “entre los 5.000 y los 6.000” en Álava. La ayuda de Cáritas no siempre es económica, aunque en 2013 concedió nada menos que 1.643 prestaciones de este tipo, en su gran mayoría, en un 70%, para solventar problemas relacionados con el impago de alquileres o recibos de luz o gas. “El Padrón es un espacio vital porque da apertura a otros derechos, así que conservar esa vivienda es la prioridad para todos. Antes de perderla apagan la luz, hacen una comida menos, aguantan con un pantalón durante todo el invierno... Y se dan pobrezas muy diluidas en el ámbito social, que son poco visibles”, ejemplifica Ibeas.

El perfil de pobreza dibujado por el Ararteko, el de la mujer joven, con baja cualificación, inmigrante y con hijos, en muchas ocasiones sin ninguna prestación social, coincide con las situaciones más límite a las que se enfrentan en la sede gasteiztarra de Cáritas, aunque hay otro escenario de “precariedad muy grande”. “Son esos abuelos que están manteniendo con sus pensiones a unidades familiares enteras, a sus hijos que han perdido todos los ingresos, pero también a los hijos de éstos”, advierte el secretario general de Cáritas. Ibeas se muestra escéptico frente a la mejora de los datos macroeconómicos, porque todavía eso no ha tenido una incidencia directa en la grave situación de las familias a las que atienden. “Aún tenemos un recorrido inmenso. La situación puede mejorar, pero si no cambiamos el reparto de la riqueza lo que va a seguir aumentando es la desigualdad”, apunta en este sentido.

Al margen de las ayudas económicas, Cáritas también realiza una impagable labor de apoyo al estudio con niños que sufren problemas familiares de toda índole, una suerte de clases particulares a coste cero, además de otros aportes relacionados con la alimentación, una labor que complementan otras instituciones como el Banco de Alimentos o Cruz Roja.

Yolanda Susaeta, subdirectora del departamento de Intervención Social de la institución humanitaria, ratifica que en los últimos tiempos “la situación no empeora, pero la necesidad y las demandas siguen”. Entre los múltiples programas de apoyo a las familias más débiles que impulsa Cruz Roja en Álava destaca el reparto de kits de alimentación y de pañales para los niños tanto de cero a seis meses como de seis meses a ocho años. Lotes que, en el primer caso, se componen de leche de iniciación, cereales y potitos y, en el segundo, de leche de continuación, potitos, galletas y pañales, artículos de primera necesidad pero a la vez inalcanzables para las familias con menos recursos por su alto precio. Este proyecto arrancó en septiembre de 2011, después de que el departamento al que pertenece Susaeta detectase que “había gente que venía a solicitar empleo pero cuyas necesidades básicas no estaban cubiertas”. Cruz Roja repartió durante el pasado 2013 un total de 141 kits infantiles. “Nuestro objetivo primordial es que estos niños no se encuentren en una situación de desnutrición o pobreza extrema”, expone Susaeta.

No es ésta la única área de Cruz Roja que de un tiempo a esta parte se ha volcado en atender a la infancia. Así lo atestigua Goretti López de Ocáriz, directora de Cruz Roja Juventud, que tiene su punta de lanza en este ámbito en el programa de Promoción al éxito escolar, dirigido a niños de seis a doce años en situaciones familiares también muy precarias y a los que se realiza un apoyo en los estudios, en su mayoría dos veces a la semana. Los 70 niños que a día de hoy acuden a Cruz Roja ven “fortalecida” su formación, ya que al margen del apoyo estrictamente escolar también se les ofrece una merienda equilibrada y varios minutos de ocio, vitales para su desarrollo. “El niño está en medio del triángulo que formamos Cruz Roja, la familia y el centro escolar. Y tenemos que sacarle adelante entre todos”, remarca López de Ocáriz. La institución humanitaria también ofrece colonias de verano a los niños en situaciones de desprotección.