cada vez más, las sociedades modernas miramos al pasado para diseñar nuestro futuro, una actitud que se refleja en múltiples facetas de la vida, y las viejas tradiciones locales no son ajenas a este revivir del ayer. Ayer la calle Herrería disfrutó de uno de esos bellos momentos en los que el anonimato y el individualismo propios de las grandes ciudades quedaron aparcados para hacer piña y sentirse parte de un todo común. Fue gracias a las sociedades gastronómicas existentes en el último tramo de la calle que se vivió una mañana llena de música y color.

Los socios y comensales habituales de Iturriondo, Txipistrin y Zapardiel, junto con el cercano restaurante Orense y Gasteiz On rescataron del olvido las fiestas del último tramo de la Herre, en una jornada de ambiente netamente euskaldun bendecido por las inmejorables condiciones meteorológicas.

La fiesta se abrió a mediodía con un aurresku ante la hornacina de la Virgen del Buen Camino, patrona de la vecindad a la que se rindió tributo con un ramo de flores, antes de iniciar un espectáculo de danzas vascas y, cuando el hambre empezaba a apretar comenzó una degustación a cargo de los organizadores, expertos y amantes de la buena mesa.

La fiesta de ayer fue eminentemente lúdica, pero sin duda tuvo también un importante carácter histórico. No es una celebración que sus organizadores se hayan sacado de la manga. Al contrario, la particular configuración del casco medieval vitoriano divide las largas calles gremiales en varias secciones cortadas por los cantones, y cada uno de estos espacios conformaba vecindades que trabajaron y vivieron en común desde la Edad Media y hasta el siglo XX, cuando la vida moderna hizo que cada cual fuera por su lado. Y es una lástima, habida cuenta de que en estas vecindades se fomentaba la amistad, el apoyo mutuo y la solidaridad vecinal.

“Ha habido alguna gente mayor que vivió las últimas fiestas de la vecindad de la Herrería, a principios de los años cincuenta, que incluso se ha emocionado”, explicaba ayer José Antonio Arberas, uno de los organizadores, quien celebró el éxito de una fiesta austera pero “con un ambiente genial en el que la gente lo ha dado todo. Ni tenemos -prosiguió- ni queremos aportaciones de nadie”.