los sones de la añoranza volvieron a dejar su impronta en una Vitoria huérfana de referentes como los de antaño. Notas y tonos, símbolos de principios arcanos que se plasmaron en intenciones tricolores de cambio y de solidaridad y que naufragaron ante los embates de la insidia, el fascismo y el derrotismo de los que sucumbieron a los apetitos primarios de la sangre y el canibalismo social. La Gasteiz de hoy, ésa en la que quienes vivieron la II República se pueden contar en pocos renglones del Padrón municipal, acogió ayer un homenaje sentido y musical a la llegada de aquella segunda experiencia de libertad republicana y por el advenimiento de la III República. El llamado Coro Republicano quiso recordar con humor y tino los valores de aquel régimen, que apareció en escena tal día como hoy, pero de hace 83 años. Lo hicieron en un ejercicio de memoria histórica con voces entonadas, banderas al viento y mucha intención. El himno de Riego, primer estandarte musical del Estado, volvió a sobrecoger, casi tanto como El canto a la libertad del ya finado Labordeta. Junto a ellas, otras letras y el recuerdo.
La jornada comenzó a las 11.30 horas con un sentido homenaje a los fusilados por el fanatismo franquista. El recuerdo tuvo lugar en un rincón especial dentro del Cementerio de Santa Isabel. En concreto, en el muro delimitado por las calles Puerto de Azáceta y Puerto de Urkiola, junto a la placa en honor del poeta y comandante de los gudaris del Euzko Gudaroztea Estepan Urkiaga, Lauaxeta. Allí aún pervive el recuerdo de tragedias ligadas al paredón en el que murieron ejecutadas decenas de personas por orden de las autoridades franquistas.
Tras el homenaje de rigor y tras una breve parada en la plaza del 3 de marzo, las decenas de componentes del Coro Republicano iniciaron su recorrido por las plazas de La Provincia y de la Virgen Blanca y por Portal del Rey (esquina Cuchillería). Lo hicieron como otros años y a la espera de brindar a lo largo de la jornada de hoy en el Casco Viejo por aquellos vientos de libertad llegados hace décadas. Pero, ¿cómo llegaron aquellos días?
Una llegada apacible La apacible calma burguesa que se respiraba en la Vitoria de 1931 no se alteró gran cosa con el cambio de régimen del 14 de abril de aquel año, hace hoy 83. La monarquía había cavado su propia fosa avalando a Primo de Rivera, y había dejado huérfana a la derecha alavesa, fiel a Dios, a la Patria y al Rey, pero en su mayor parte no a Alfonso XIII, sino al pretendiente carlista de turno, en este caso Jaime III de Borbón y Borbón-Parma. La izquierda y el republicanismo, por su parte, medraban en la capital alavesa, pero en sus filas no reinaba precisamente el radicalismo ni las ansias revolucionarias de provincias más industrializadas. Era una izquierda a la que las palabras anarquismo o comunismo le infundían tanto miedo como a sus adversarios políticos, una izquierda que en plena celebración del cambio de régimen se descubría ante la administración del Santo Viático por la calle Dato.
La Vitoria de 1931 era, básicamente, una ciudad pacífica donde todo el mundo se conocía y discutía sobre política a través de la prensa de forma vehemente y acalorada, pero sin permitir que los ideales de unos y otros alteraran el tranquilo y monocorde transcurrir de los días. Por eso, si en un país sanguíneo y romántico como España el advenimiento de la República se desarrolló en paz y armonía, qué decir de aquellos días en Gasteiz. La llegada del nuevo régimen a la capital del territorio fue básicamente una entretenida ruptura de la rutina que empezó con fiesta en las fábricas y lanzamiento de cohetes, y acabó en kalejira, poteo y bailables en La Florida.
Un vistazo a los dos periódicos de referencia de la época, La Libertad, izquierdista y republicano; y El Heraldo Alavés, católico y de derechas, confirma que las elecciones del 12 de abril, efectivamente, se veían en todo el Estado como un plebiscito sobre la monarquía. Sin embargo, pese a las soflamas partidarias que ambos medios lanzaban en primera plana, los reportes sobre lo que ocurría en la calle dan prueba de que entre los vitorianos la sangre no iba a llegar al río. Un lustro más tarde vendrían los paseos y la represión en una retaguardia fascista, a pesar de ello, relativamente tranquila, pero en 1931 la gente en Vitoria vivía razonablemente bien y quería seguir haciéndolo independientemente de quién fuera el jefe del Estado.
Hoy hace 83 años. La II República llegó con normalidad tras las peripecias de la monarquía junto al dictador Primo de Rivera. En Vitoria, ciudad burguesa y muy tradicional en aquella época, se celebró el nuevo régimen con cierta normalidad y como algo casi lógico.
Coro Republicano. Ayer se dejaron ver y escuchar en las calles del centro gasteiztarras, en el muro trasero del cementerio de Santa Isabel y en la plaza del 3 de marzo. Hoy habrá un 'poteo republicano' en el Casco Viejo.