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Desaparecido un niño que se escapó del hogar Txalaparta

El chico, de trece años y con déficit intelectual, se fugó hace ya una semana

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vitoria - La infancia del sobrino de Miguel no ha sido fácil. En torno a 2010, el niño ingresó junto con sus dos hermanos pequeños en el hogar funcional Txalaparta, una de las residencias de Vitoria para menores en riesgo de desamparo, víctimas de malos tratos o con déficits psíquicos. Llegó allí después del divorcio de sus padres y tras un breve acogimiento en casa de los abuelos, pagano de una difícil situación familiar y de sus limitaciones intelectuales. Ahora, tiene trece años. Edad difícil para cualquiera, más para él. Hace una semana que se marchó del centro en compañía de dos amigos y no ha regresado. "No sabemos dónde estará viviendo, cómo se estará alimentando", alerta Miguel, su tío. Ya ha advertido de la desaparición del chico ante la Ertzaintza y ha interpuesto una denuncia en la Policía Local, pero su intraquilidad le ha llevado hasta los medios de comunicación.

El adolescente desaparecido mide en torno a 1,50 metros, tiene el pelo castaño, es muy delgado, con las facciones de la cara especialmente marcadas y un gesto en el rostro "que denota su deficiencia intelectual, ligeramente similar a la del Síndrome de Down". Según algunos testimonios de personas que dicen haberlo visto en los últimos días, podría estar por el barrio de Salburua. Pero Miguel todavía no ha dado con él. Y, mientras continúa buscándolo, se lamenta por no haberse preocupado antes por sus sobrinos. "Mi hermana no pudo atenderlos, también tiene una limitación, los servicios sociales retiraron el tutelaje a los abuelos y pensábamos que en el hogar estarían bien. Hicimos nuestras vidas y la verdad es que no pensamos mucho más... Hasta que el martes o miércoles de la semana pasada, no recuerdo exactamente el día, me encontré a mi sobrino mayor en la calle, cuando yo iba a recoger a mi hijo a la ikastola de Salburua y reunirne con mi mujer", relata.

El niño estaba con "un chico rubio rapado con pelos de punta" y una chica residentes en otros centros de acogida. Y presentaba síntomas de haber fumado porros. "Tenía una expresión rara, de haber consumido, y un hambre feroz. Me dijo que se había escapado y que no iba a volver, que no le trataban bien en el hogar, que no se sentía a gusto", recuerda Miguel. El tío los invitó a unos pintxos y unos refrescos mientras llamaba a la Ertzaintza. Cuando llegaron los agentes, los chavales se pusieron muy nerviosos y amenazaron con volver a escaparse. Tres días después, Miguel llamó a su hermana para saber qué tal estaba el sobrino. "Yo había estado mucho tiempo sin hacer nada, pero sentí que tenía la obligación de estar pendiente, algo había saltado dentro de mí", apostilla. Y ésta le informó de que había vuelto a fugarse. Desde entonces, hace alrededor de una semana, algunas personas le han visto "mendigando comida en bares", pero nadie sabe dónde está.

Txalaparta, como los demás hogares funcionales de la red vitoriana, es un servicio residencial en el que un grupo de educadores convive con los chavales. Los menores pueden estar en régimen de acogimiento, como el sobrino de Miguel -viven allí- o en mixto -acuden durante el día y regresan a dormir a sus domicilios-. Durante su estancia se trabaja con ellos a nivel social y emocional, para que puedan volver a su entorno familiar o dotarles de la suficiente autonomía personal con vistas a su mayoría de edad, potenciando sus capacidades, favoreciendo su integración e inculcando hábitos de vida saludable. El tío del menor desaparecido no duda del trabajo del centro, pero se pregunta si no podría haber habido un mayor control en el caso de su sobrino.

"Si no tiene dinero, ¿cómo consiguió los porros? ¿Y por qué el hogar no presentó denuncia la primera vez que desapareció, cuando yo lo encontré?", se pregunta. No obstante, ahora su principal objetivo es encontrar al chaval, por lo que solicita la colaboración ciudadana. "Si alguien ve a un niño en malas condiciones que responde a la descripción, que avise a la Policía Local o a la Ertzaintza, por favor", solicita. Cuando aparezca el chico, Miguel tiene claro qué hacer. "Me gustaría acogerlo a él y sus hermanos todos los fines de semana. Ya me he puesto en contacto con el servicio correspondiente del Ayuntamiento para que me informe de cómo funciona el recurso y las distintas posibilidades", explica el vitoriano, mientras prosigue la búsqueda. No hay ya bar de Salburua donde no haya preguntado por el adolescente.