los días 27 y 28 de octubre de 1834 se desarrolló en la Llanada, entre las localidades de Etxabarri-Urtupiña y Oreitia, en el paraje llamado Quilchano, la llamada Batalla de Alegría, así denominada porque en su contexto se produjo la toma de esa población por las tropas carlistas. Este hecho bélico ha sido suficientemente descrito e incluso contó, hasta hace unos años, con una representación teatralizada, cuyos actores eran los propios vecinos y vecinas de Alegría-Dulantzi. Sin embargo, éste no fue el único acontecimiento bélico de cierta envergadura que tuvo como escenario, en aquella contienda, la Llanada, lo cual no es de extrañar, ya que este conflicto bélico se prolongó durante siete años, de 1833 al 1839.

La historiografía oficial ha acostumbrado a sumir en una densa niebla el hecho de las guerras carlistas y del carlismo en general, alegando que se trata de un fenómeno de confusas raíces y de difícil explicación, argumentos apoyados con referencias a un cierto conflicto dinástico y a la defensa del antiguo régimen y del absolutismo. Las verdaderas razones de las sublevaciones vasconavarras del siglo XIX las dejó claras Manuel Santa Cruz Loidi, quien encabezó una partida guerrillera carlista durante la segunda guerra, ente 1872 y 1873. "Con mi guerrear pretendía acabar con los políticos que habían destruido a España y a mi amada Euskal Herria, ya lo he dicho muchas veces, yo no he guerreado por Pedro ni por Sancho". Los vasconavarros de aquel tiempo querían preservar sus modos de vida tradicionales, tanto en lo político, los fueros, como en lo económico, los comunales, y lo cultural, la lengua vasca, y para ello optaron por apoyar el derecho al trono de España de Carlos V, en contra de los de su sobrina Isabel, amparados por los liberales. Estas reivindicaciones fueron defendidas con las armas en la mano, todo hay que decirlo, sin éxito. La Llanada estuvo durante estos periodos de abierto enfrentamiento armado, en primera línea de fuego. La primera fase de la guerra estuvo caracterizada por la acción de un grupo reducido de voluntarios, al mando del general Tomás Zumalakarregi, quien se hizo fuerte en las Ameskoas y las sierras de Urbasa, Lokiz y Andia, mientras que en el resto del país vasconavarro actuaban diversas partidas guerilleras. La estrategia militar empleada por Zumalakarregi se atenía a lo que, más tarde, se llamó Doctrina Lawrence. En ella se enuncian las características que debe tener una guerrilla. Éstas son, atacar al enemigo donde no está, sin dar nunca una batalla directa que no pueda ser ganada sin bajas ni daños; ampliar constantemente el campo de batalla, definiendo y reinventando el mapa para no encontrarnos de forma directa con un rival o un entorno que pueda causar daño real; por último, tener un sagrado inaprensible, lejos de todo conflicto, fuera del mapa mismo, al que volver cuantas veces sea necesario. Según relató el historiador Antonio Pirala (1824-1903), "el paisano que labraba la tierra era el soldado del día anterior, sacaba del tronco de un árbol su carabina y reunía nuevamente a sus compañeros, contra tales enemigos no había otro medio de vencer que dominar el país o exterminarlo".

Aniversario Un año después de la victoria sobre los liberales en la Llanada, el Gobierno de Madrid no dominaba el país. Sus tropas se acantonaban en las cuatro capitales, que se encontraban bloqueadas por las fuerzas de voluntarios carlistas. Zumalakarregi había fallecido el 24 de junio de 1835, a causa de una septicemia generalizada, provocada por una herida que sufrió en el sitio de Bilbao. En octubre, en el aniversario de su estrepitosa derrota de Alegría, el Ejecutivo liberal se propuso avanzar, tomando como eje el Camino Real, desde Vitoria hasta San Sebastián, partiendo en dos el territorio controlado por los carlistas y rompiendo el bloqueo de estas dos capitales. Previamente, se había ordenado el traslado de la Legión Inglesa, mercenarios a las órdenes del general Lacy Evans, de Bilbao a Vitoria. Era entonces comandante en jefe de las fuerzas carlistas el general Nazario Egia, natural de Durango. Emprendieron los liberales la marcha por Durango, protegidos por la división del general Espartero. Para favorecer su paso por territorio enemigo, el general liberal Córdova, desde Vitoria, se propuso una maniobra de distracción de las fuerzas carlistas. Salió así con sus hombres de la capital alavesa al amanecer del día 27 de octubre llegando a la Venta de Etxabarri a las 9.00 horas. Los carlistas se apostaban en la sierra de Aldaia, en cuyo extremo occidental se encuentra el castillo de Gebara. Los liberales se dividieron en tres cuerpos.

El primero avanzó por el Camino Real de Pamplona hacia Salvatierra, mientras que los otros dos atacaban el castillo por sus flancos este y oeste, lo que obligó a los carlistas a trasladar sus fuerzas hacia estos montes, dejando desguarnecida Salvatierra. Los carlistas se refugiaron, unos, en el castillo, mientras otros se retiraban al valle del río Barrundia, donde en las localidades de Ozaeta, Hermua y Larrea, disponían del grueso de sus fuerzas. Esa retirada habría supuesto la victoria si el general Egia no hubiera ordenado el contrataque de sus fuerzas, que se encontraban en Arlaban y el valle de Ganboa, hoy ocupado en su mayor parte por el pantano de Ullibarri Ganboa.

Mientras tanto, las tropas liberales, a las órdenes del brigadier Méndez Vigo, llegaban a ocupar, aunque por breve tiempo, el castillo de Gebara. Se entabló un fuerte enfrentamiento en el estrecho puente sobre el Zadorra, con las fuerzas carlistas, que estaban al mando del general Bruno Villarreal, natural de Larrea. Por su parte los voluntarios carlistas emplazados en Audikana y Dallo establecían otro frente en la margen izquierda del Zadorra.

Un escuadrón de húsares de la princesa desalojó a los carlistas de Audikana. En ese momento, embravecidos por su aparente victoria, un batallón de infantería liberal, que había quedado en la Venta de Etxabarri, cargó desordenadamente a la carrera por Marantxona, creándose una situación de confusión. De cualquier manera, el general Córdova consiguió reunir a sus hombres, incluidos los que ocupaban el castillo de Gebara, y proseguir su avance hacia Salvatierra.

Anochecía cuando los carlistas atacaron resueltamente la retaguardia y el flanco izquierdo de los liberales, pero fueron contenidos por una carga de los lanceros de la Guardia Real a las siete de la tarde. Mientras tanto, los carlistas recuperaban sus posiciones en la sierra de Aldaia y en Gebara y los liberales entraban en la villa de Salvatierra, donde permanecieron toda la noche.

Retirada a Vitoria Sin embargo, a las 9.00 horas del día 28, considerando el general Córdova la debilidad de su posición, dio orden de retornar a Vitoria, haciéndolo el grueso de sus fuerzas, con la artillería y los heridos, por el Camino Real, mientras el resto avanzaba por la cresta de la pequeña sierra que se extiende a la derecha de su marcha, para prevenir un posible ataque desde el valle del Zadorra.

Al llegar a la altura de Argómaniz, donde justo un año antes los liberales habían sido vencidos por Zumalakarregi, Córdova situó unas piezas de artillería en dicho pueblo, ubicado en la ladera del monte Zabalgana, desde donde podía batir un posible ataque de los carlistas desde Maturana y Mendixur. De esa manera, los liberales consiguieron aminorar su derrota con una ordenada retirada.

El general Egia, desde Ozaeta, comunicó al Rey Don Carlos V cómo había batido al enemigo, obligándole a volver a refugiarse en Vitoria. Por su parte, Córdova había conseguido sus propósitos, puesto que Espartero y Evans pasaron con sus hombres por el puerto de Arlaban, desguarnecido por los carlistas, llegando a su vez a Vitoria, pero al coste de cuantiosas pérdidas, ya que tuvo 600 bajas entre muertos y heridos.