vitoria

EL fracking ez Kuartango cuelga sobre el río Baias, ondea en los balcones y pintarrajea muros abandonados. Hace mucho tiempo que el conocido lema salpica el valle, pero desde la consulta popular del pasado sábado sus habitantes se aferran a él con renovada energía. La población de este municipio encajonado entre sierras escarpadas a treinta kilómetros de Vitoria proclamó su rechazo casi unánime a la amenaza de la fractura hidráulica. Ya no hay dudas de que aquellas primeras voces contrarias al proyecto de Sesha eran aplastante mayoría. Y de que "no es un no porque no". Muchos de los vecinos hurgaron en periódicos, bibliotecas y contenidos on-line buscando un solo testimonio que garantizase la ausencia de riesgos, pero sólo descubrieron indicios de lo contrario. Por eso su postura es hoy más firme y nada, ni siquiera las promesas económicas, hará que se tambalee. Lo que les hace ricos, sostienen todos para DNA, es ese magnífico paisaje natural de pinos, robles y hayas.

"¿Que por qué voté que no al fraking?". Sentado en la terraza del bar, Héctor Barrón abre los brazos, hasta que ya no dan más de sí. "Por esto. Queremos seguir viviendo así y no me gustaría que cuando mi hija de dos años tenga sesenta pueda encontrarse algo distinto", explica. A este joven agricultor de Kuartango le vale con que "exista sólo un 1% de probabilidades de riesgo para el medio ambiente y la salud para estar en contra de este proyecto" y la realidad a día de hoy es que "la sombra de la duda existe". En Estados Unidos hace más de una década que se aplica la extracción de hidrocarburos y es ahora cuando se están experimentando consecuencias sobre la naturaleza, las gentes y sus reservas de agua dulce. "Y a esos daños hay que añadir el perjuicio para las personas que se dedican al agroturismo, la hostelería... Sus vidas quedarían arruinadas, porque a ver a quién le apetece ver plataformas y soportar un tremendo ruido", apostilla. Por eso, él tiene claro que la consulta popular ha de dar al valle "el ánimo para seguir adelante con la lucha". Los vecinos han logrado tras la votación "la legitimidad suficiente" para enfrentarse a mil y un Goliath de traje y corbata.

Dice Héctor que, si llegara el caso, estaría dispuesto a ponerse "delante de los camiones con el riesgo de ir a la cárcel" como los activistas ingleses. "Es que somos pequeños, pero muy peleones", presume Alejandro Santorum. Tras 35 años como profesor de Diocesanas de Vitoria, él y su mujer kuartanguesa viven ahora en la capital del valle, en una pequeña casita tatuada por la bandera amarilla en contra del fracking. "Esperamos que nuestro esfuerzo sirva de ejemplo para animar a otras localidades que también se ven afectadas por esta amenaza a levantar la voz", explican. Los dos están plenamente informados sobre qué es la fractura hidráulica y sus efectos, y tienen claro que "implica graves consecuencias para el agua, porque la que se usa para perforar la roca se carga con sustancias nocivas, se puede infiltrar en el terreno, puede subir a la superficie y acabar conectando con aberturas naturales o pozos antiguos". Por desgracia, su municipio se encuentra ligado a un acuífero de un valor incalculable desde el punto de vista medioambiental, el de Subijana, y los hoyos del fracking están proyectados muy cerca. Así que Pilar Alaña, la esposa, vaticina que el agua "se podría contaminar y no valer ni para beber ni para cocinar".

Sólo la posibilidad perturba el rostro del matrimonio, que junto a toda la familia hizo piña este fin de semana en contra del fracking. "Un periodista le preguntó a mi madre, que tiene cien años, que a ver por qué votaba que no. Y ella dijo "voto porque es lo mío". Para qué decir más", sentencia Pilar. Kuartango siempre fue un valle pobre, pero no se ha dejado engatusar por las promesas de riqueza llegadas de algunos partidos políticos. "¿A quién da esto mucho dinero y durante cuánto tiempo?", se pregunta Alejandro. El regente del bar de Zuhatzu, Jon Tueros, lanza el mismo interrogante y al segundo se responde con contundencia. "Veríamos llegar a un grupo de franceses y otro de alemanes, que son los que van de sitio en sitio haciendo los pozos, que dejarían dos duros, se irían y adiós", sostiene. Por contra, el hostelero está convencido de que ya en esa fase del proyecto los daños se harían notar tremendamente por el paso de la carga. "Yo soy cocinero, pero estuve una temporada de camionero porque necesitaba desconectar", relata, "y puedo asegurar que las carreteras que comunican nuestros pueblos no están preparadas para los vehículos que llegarían con el fracking". Para un solo pozo, se necesitan 5.000 camiones de agua. "Eso no da dinero. Sólo supone la industrialización del suelo y, encima, nos dejan el valle como un queso de gruyere", critica.

El alcalde de Kuartango, Iñaki Guillerna, escucha a los tertulianos en un impasse de cafeína antes de marchar a Bilbao para trabajar. Se le ve comedidamente satisfecho por el éxito del sábado. Había asegurado que dimitiría si el valle no respaldaba su rechazo al proyecto y el 98,46% de los votos le ha dado alas para seguir la batalla. "Además, participó el 76% de la población, un índice alto teniendo en cuenta que era un referendo en directo y que el voto por correo aquí suele suponer el 10% del censo. Además, a eso hay que sumar la gente que estaba fuera y la abstención técnica de los que ahora no están viviendo aquí. Así que sí, la respuesta fue muy buena y, lo que es más importante para mí, la gente estaba muy contenta", explica el primer edil. El referendo se convirtió en una auténtica fiesta, con distintos actos desde las cuatro de la tarde hasta la madrugada. "Hemos tenido la oportunidad de pronunciarnos y hemos dejado claro que esto no tiene nada que ver con las siglas políticas, que da igual la ideología que tenga cada uno, que lo que nos importa es lo que supone para el municipio", apostilla, desde la barra del bar municipal, Tueros.

Guillerma siente que ha hecho bien su tarea desde el momento en que el Ayuntamiento "ofreció todo tipo de información sobre el fracking desde la web municipal, tanto la que existe en contra como ciertos testimonios favorables". Existen, de hecho, enlaces a noticias sobre el posicionamiento del anterior Gobierno Vasco y a vídeos de empresas dedicadas a la fractura hidráulica en Estados Unidos que explican en qué consiste la extracción de gas. "No hemos querido ocultar nada, sino informar, aunque por hacerlo nos hayan acusado de crear alarma social", lamenta el alcalde de Kuartango. Esas críticas, no obstante, nunca le han preocupado. "No soy un ecologista radical, pero soy cauto", apuntilla, "y no es lo mismo equivocarse con una licencia urbanística, porque siempre puedes dar marcha atrás, que tomar una decisión de tipo medioambiental, ya que los daños pueden ser irreversibles". Igual piensa el joven agricultor, Héctor, cuando mira hacia el lugar donde crecieron 26 aerogeneradores. "Nos dolió en el corazón, pero en comparación con el fracking los molinos son un mal menor, porque en un momento dado, si se viera que no son convenientes, se cortan y aquí no ha pasado nada", dice.

Gorka Llona, dueño de una empresa dedicada a la pintura, cree que el municipio ya ha aportado mucho a costa de su patrimonio natural como para plantearse una técnica con tantos riesgos. "Está la autopista, una estación ferroviaria que no da servicio, los molinos... ¿Y ahora vamos a hacer fracking? ¿En un valle tan precioso? ¿Y qué vamos a dejar a las futuras generaciones? ¡Claro que no!", sostiene. Su compañero, Jorge Mardones, le da la razón y se alegra de que los poco más de 300 vecinos que dan vida a la zona se hayan unido "para hacer ruido". "No nos querrán hacer caso, pero al menos nos van a oír", dice. Porque no es no.