el salón de Plenos del Ayuntamiento de Agurain fue hace unas semanas escenario de la charla que pronunció Jesús María Aldai, sacerdote claretiano, psicopedagogo, natural de la villa, gran conocedor de la historia de Álava, acerca de dos hermanos, nacidos en Dallo. Ambos serán beatificados hoy en Tarragona. Se trata de Alejandro y Benito Íñiguez de Heredia, hermanos hospitalarios de San Juan de Dios, quienes fueron fusilados a comienzos de la Guerra Civil de 1936. La circunstancia para recordar a estas dos personas estriba en el hecho de que ambos rozarán hoy la santidad, junto a otras 520 víctimas de la persecución religiosa desatada en aquella contienda, en una ceremonia que tendrá lugar en la capital tarraconense.
Dallo es una pequeña localidad del municipio de Barrundia, en la Llanada alavesa, ubicada en las cercanías del río Zadorra, que cuenta en la actualidad con 26 habitantes. Allí nació el 8 de febrero de 1877 Alejandro Íñiguez de Heredia Alzola, hijo de Remigio Íñiguez de Heredia Gámiz, labrador y sacristán de la parroquia, y de Gregoria Alzola Alday. Fue bautizado al día siguiente de nacer, en la parroquia de San Pedro apóstol, por el cura de la misma, Don Pío Ochagavía, siendo padrinos sus abuelos paternos. Cinco años después nació su hermano Benito. Por desgracias, su madre falleció siendo ellos todavía muy niños. Su padre, al enviudar, decidió dar un cambio radical a su vida e ingresó como religioso en la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios, dejando a sus dos hijos al cuidado de sus abuelos.
Alejandro acudía a la escuela al vecino pueblo de Heredia, situado a escasos dos kilómetros y medio, distinguiéndose por su interés y aprovechamiento. Era también monaguillo en la parroquia de Dallo y, al decir de personas que le conocieron, se distinguía por sus buenos sentimientos y su carácter sencillo y bondadoso. Además, se ocupaba en pastorear el rebaño de su abuelo. Desde pequeño, siguiendo el ejemplo de su padre, estuvo muy vinculado a la Iglesia, participando muy activamente en la Cofradía del Rosario. La devoción a este rezo le distinguiría toda su vida. A los dieciséis años decidió ingresar en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, sin duda estimulado por el ejemplo de su padre, pero también respondiendo a una sincera vocación de ayuda a los más necesitados. Comenzó sus estudios para ello en Ciempozuelos, el 1 de septiembre de 1893, donde vivió sus primeras experiencias hospitalarias.
El 2 de diciembre de ese mismo año recibió el hábito hospitalario con el nombre de fray Mauricio, comenzando el noviciado. A partir de ese momento compaginó la vida espiritual con el trabajo hospitalario. Quienes le conocieron señalaron que era piadoso, servicial y trabajador, resaltando que "siempre estaba ocupado en algo", además de una persona humilde, disciplinada y muy sensible. El 7 de abril de 1895 emitió la profesión de los votos temporales, pronunciando sus votos solemnes el 12 de marzo del año 1905, juntamente con su hermano Benito, del que a continuación se hablará, a la vez que el padre de ambos emitía la profesión.
Su vida religiosa transcurrió en las comunidades de Ciempozuelos, Sant Boi de Llobregat y Valencia y en el asilo-hospital de Barcelona, donde ejerció de limosnero, siendo muy estimado por todos. Los dos últimos años de su vida los pasó de comunidad en la casa de Manresa y allí estaba cuando el Ayuntamiento se incautó del hospital el 5 de agosto de 1936. Entonces, fray Mauricio se trasladó con otro hermano hospitalario, Luis Solá, a Barcelona.
Allí se alojaron en una pensión de la calle Tallers, donde vivían con cierta discreción, haciendo sus rezos. Fray Mauricio no se podía creer que pudiera ser atacado por sus convicciones religiosas, hasta el punto de que no se preocupaba de disimular, rezando, por ejemplo, el rosario mientras iba por la calle. Debido a ello fue descubierta su condición y detenido junto a su compañero el 27 de agosto, siendo asesinados a continuación. Fray Mauricio Íñiguez de Heredia contaba entonces 59 años de edad.
Su hermano Benito Había nacido el 16 de abril de 1882. Como Alejandro, asistió a la escuela de Heredia y ayudó a su abuelo con la labranza y el pastoreo. A los 17 años siguió los pasos de su padre y de su hermano, ingresando en la Orden Hospitalaria, trasladándose a Ciempozuelos el 17 de mayo de 1899. El 4 de julio del mismo año recibía el hábito hospitalario, con el nombre de fray Gaudencio. Formó parte de las comunidades de Ciempozuelos, Carabanchel, Madrid y Barcelona. Debido a su buena labor como hospitalario, así como a sus virtudes comunitarias, se le confiaron varios puestos de responsabilidad. Fue superior de Valencia, Palencia y Málaga, cargos que, al decir de sus coetáneos, "desempeñó con humildad y caridad tanto con los religiosos como con los pobres enfermos". Siendo ecónomo en el sanatorio psiquiátrico de Ciempozuelos (en la actual comunidad autónoma de Madrid), las autoridades tomaron posesión del mismo en julio de 1936. El día 1 de agosto, mientras se dirigía en tren a Madrid, para realizar algunas gestiones propias de su cargo, fray Gaudencio fue detenido y, dado que llevaba cierta cantidad de dinero para realizar unos pagos, fue acusado de querer escaparse con dinero del hospital. Esa misma noche fue fusilado en la localidad de Valdemoro.
Sin bandos La ceremonia de beatificación, que se celebrará al aire libre, en el Complejo Educativo de la capital tarraconense, será presidida por Monseñor Angelo Amato, prefecto de la congregación para la Causa de los Santos, al que acompañarán 93 obispos, entre ellos todos los de las diócesis catalanas. Está prevista la asistencia de unas treinta mil personas, entre ellos familiares y paisanos de los 522 nuevos beatos. El motivo de que este acto se celebre en Tarragona, es debido a que el grupo más numerosos de nuevos beatos, 147, pertenece a la diócesis tarraconense, entre ellos el que era obispo auxiliar Manuel Borrás.
La Iglesia, tal como resaltaron recientemente en rueda de prensa el obispo de Tarragona, Monseñor Jaume Pujol, y el secretario de la Conferencia Episcopal, Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, pretende que esta celebración constituya un acto de reconciliación. En ese sentido, se ha huido de términos como Guerra Civil o cualquier acotación histórica que pudiera dar pie a interpretaciones erróneas. De hecho, de entre los mártires que serán elevados a los altares los hay que entregaron su vida años antes de que estallara la contienda. El acto, de acuerdo con sus organizadores, será estrictamente religioso, distanciándose de cualquier otro tipo de planteamientos, partidismos o lecturas sesgadas, hasta el punto de que no se permitirá el acceso de banderas ni pancartas.
Panorámica de la localidad de Dallo, ubicada en la comarca de la Llanada; en recuadro, los dos hermanos a los que hoy se va a beatificar. Fotos: dna