Es de bien nacido ser agradecido. El dicho, germinado en lo más profundo del acerbo cultural, no necesita demasiadas aclaraciones. Se asemeja a un hoy por ti y mañana por mí que enmarca el objetivo de aquellas relaciones en la que sus partícipes logran provecho recíproco de las actuaciones de cada parte. Quizás un pago por los servicios prestados se acerque a la explicación para un tipo de relación simbiótica que en Vitoria acostumbra a abundar. Al menos, en ciertos ámbitos. Como, por ejemplo, el de la conexión existente entre ciertos portavoces vecinales y el poder político municipal. Hechos como el reciente nombramiento del expresidente de Vecinos de Vitoria y Álava (VVA) -organización vecinal heredera de FAVA como oposición de facto al Consistorio saliente del PSE-, Ángel Lamelas, como asesor personal del actual alcalde del PP en materia de participación ciudadana apuntala cualquier suspicacia. No obstante, las sospechas surgidas en ese tipo de correspondencias no son nuevas. Ni sus actores ni la estrategia para tejerlas, muy contrastada a lo largo de la última década con protagonistas principales como el propio primer edil, Javier Maroto, considerado en los mentideros políticos de Gasteiz como auténtico bruñidor del entramado de intereses compartidos.
El doble juego de ciertos portavoces vecinales, a medio camino entre la noble fiscalización al equipo de gobierno y el favor a determinados intereses de partido, ha sentado precedentes desde comienzos del presente siglo. Entonces, la crispación se hacía sitio en la sociedad gasteiztarra. El equipo de gobierno liderado por Alfonso Alonso -en el que se encontraba Javier Maroto como su primer espada- desgranaba sus apuestas en medio de un clima de fuerte rechazo vecinal inédito en tiempos de democracia. Era la primera legislatura en la que el Partido Popular había logrado desembarazarse de su papel residual en la vida política municipal de la capital alavesa.
Llegó al poder para lidiar con una minoría cualificada y con las costumbres adquiridas por la ciudad tras lustros de ejecutivos liderados por el hasta entonces incombustible José Ángel Cuerda. En aquella tesitura surgieron problemas de contestación popular en barrios como Coronación, en el que se daban los primeros pasos para la instalación del depósito de almacenaje del sistema de recogida neumática de basuras del Casco Viejo. Hubo intervenciones policiales, caceroladas, detenciones, protestas y hasta lanzamiento de desperdicios desde las ventanas del barrio, entre otras algaradas. Pero no fue el único polígono que salió contestatario. En Ariznabarra, los residentes de la calle Madrid se oponían a la instalación de una gasolinera muy cerca de sus pisos. Y en el Casco Viejo, los vecinos achacaban al ejecutivo local falta de información y nula interlocución.
Todo aquello desembocó en la creación en marzo de 2001 de un foro apoyado, en principio, por tres asociaciones de vecinos -Errota Zaharra, Zazpigarren Alaba y Gasteiz Txiki-, pero que fue acumulando fuerzas con la suma de todas las organizaciones vecinales con algo que reprochar al gabinete Alonso -El Mineral por los planes de la carretera que cruzaba el barrio, Santa Lucía (Erreka Txiki), Judimendi, o Zaramaga (Bizigarri), entre otras-.
La suma de fuerzas constituyó una voz de crítica permanente a la acción de gobierno popular. Llegó a materializarse en manifestaciones y copó numerosos titulares de los medios de comunicación. Hasta se llegó a barajar la posibilidad de la presencia de la nueva agrupación en las siguientes elecciones municipales. "Nos sentimos perjudicados por caprichos políticos" o "nos han arrinconado desde el Ayuntamiento y necesitábamos defendernos de alguna manera" constituyeron frases que resonaron una y otra vez, en boca de los entonces portavoces vecinales César Caño o Roberto Calleja, como aldabonazos en el debe del Ayuntamiento conservador. Situación, por otra parte, similar a la vivida por el ejecutivo de Patxi Lazcoz en la pasada legislatura ante la oposición feroz de VVA antes sus planes estrella: la estación intermodal en el parque de Arriaga y el BAI Center.
Estrategia marcada Lo inédito de aquellas circunstancias exigía nuevas estrategias. Fuentes consultadas por este diario sitúan en aquella época el germen de la actual composición del mapa vecinal de Vitoria. Los mismos portavoces van más allá y reconocen una planificación urdida desde el PP alavés para lograr contrarrestar la oposición vecinal -históricamente de izquierdas- con la creación al unísono, y a modo de contrapeso, de asociaciones vecinales afines en varios de los barrios rebeldes. Bajo esa perspectiva habrían nacido en esas fechas y en muy poco espacio de tiempo Iparralde en Zaramaga, Bizilagun en Coronación, Erdialde en el centro, Adurtzaleak en Adurza o Lovaina.
La idea, según los portavoces consultados, pasaría por conformar una suerte de contrapoder en los barrios e, incluso, en los medios de comunicación con voces de asociaciones vecinales menos beligerantes con los gobiernos del PP y que sirvieran de altavoz coincidente con el discurso decidido. Además, una segunda parte de la estrategia, apuntaría a la propia FAVA (Federación de Asociaciones de Vecinos de Álava), hasta ese momento, sin peso y con un papel testimonial en la vida municipal como mera coordinadora de los discursos de los residentes.
Lógicamente, con una mayoría de vocales en dicha federación, ésta podría trasformarse en otro aliado de los conservadores. Y así sucedió. Tras la presidencia de Luis Corres, llegó a la cúspide de FAVA Adrián Ruiz de Austri. Y la organización inició un camino distinto, con una mayor presencia y notoriedad, pero dentro de los márgenes de coincidencia de los populares. Siguieron la senda personas como José Luis Bezares, Eduardo Cervera, Fernando Cuesta y Ángel Lamelas, alguno de ellos, presente incluso en las listas conservadoras en otros comicios.
El cambio de rumbo en el mapa de las asociaciones de vecinos propició una posterior ruptura de la federación, que tuvo que coexistir con Interbarrios, que aglutinó a las asociaciones de perfil progresista.
Sea como fuere, aquella estrategia logró perdurar en el tiempo pese a la llegada al poder en la pasada legislatura del PSE al gobierno municipal. Es más, en determinadas ocasiones el poder de la crítica vecinal se convirtió entre 2007 y 2011 en oposición descarnada a las decisiones del alcalde Patxi Lazcoz más allá de la propiciada por los partidos de la oposición municipal. Incluso en plena precampaña, grupos como Iparralde irrumpieron al son del discurso del PP, por ejemplo, en la censura a la mezquita en el barrio de Zaramaga.
Ahí quedan para la posteridad las concentraciones contra la estación intermodal en el parque de Arriaga o las declaraciones contra el centro de congresos y exposiciones. Al más puro estilo de la crítica surgida contra Alonso, VVA y ciertas asociaciones de vecinos, con figuras como Ángel Lamelas a la cabeza, contribuyeron al asentamiento del discurso de Javier Maroto como aspirante a una Alcaldía que logró hace apenas unos meses. "Ahora el problema es que a muchos portavoces vecinales les hemos hecho grandes nosotros. Y se lo creen y ejecutan su papel", indican fuentes del Consistorio gasteiztarra.
Precisamente por ello, tras llegar al poder nuevamente, el PP habría dado una nueva vuelta de tuerca a una estrategia perfectamente engrasada. Tras la labor de zapa contra Lazcoz, Lamelas es ya asesor del alcalde en participación ciudadana. El nombramiento, no exento de polémica -Maroto eligió para él la fórmula de funcionario interino sin pasar por oposición alguna, circunstancia que se desechó tras innumerables protestas y críticas-, serviría, a ojos de responsables políticos locales, para descargar la figura del alcalde de críticas ajenas al Consistorio en materia vecinal y para mantener callados de momento, a otros portavoces afines al ya asesor.
carta de Lamelas Éste, por su parte, ya se ha puesto en contacto con las asociaciones de vecinos que presidía a través de una carta a la que ha tenido acceso DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. En ella, Lamelas indica que "tengo la intención de realizar mi trabajo de manera independiente. No le debo nada ni al alcalde, ni al Consistorio, ni al Partido Popular". Asimismo, y desde esa independencia -quizás motivada por sus flirteos con otras opciones políticas que distan kilómetros del ideario popular-, el autoproclamado como "líder vecinal" añade que "voy a buscar consenso". Por último, el citado solicita "relevancia municipal, no para mí, pero sí para la participación ciudadana. No he dejado mi puesto en la fábrica para hacer de asesor florero o para calentar un asiento".