vitoria. El grupo cultural San Pablo surgió hace casi 36 años en Ariznabarra. La entidad agrupaba entonces a mujeres que querían aprender cuestiones básicas. Desde costura y manualidades a, simplemente, leer y escribir. Este tipo de colectivos de promoción feminista llegaron también a otras zonas de la ciudad, pero desaparecieron con los años. En este barrio obrero de Vitoria, sin embargo, continúan activas: ahora no asisten a cursos para ayudar a sus hijos sino para ayudarse a sí mismas. Las cerca de cuarenta chicas que aún conforman la entidad se reúnen por amor a la cultura y rechazo a la pasividad. Aunque eso les obligue a hacer malabarismos con las escasas ayudas municipales, a poner dinero de su bolsillo -unos 80 euros al año- y a buscar huecos en su ajetreado día a día para acudir a las reuniones de grupo.
En una semana donde se ha celebrado el Día de la Mujer, entidades como el grupo San Pablo demuestran cómo es el movimiento feminista aplicado a la vida cotidiana. Alejado de las grandes palabras y cercano a las reivindicaciones diarias. Este rotativo acompañó a la asociación en una de sus citas para charlar con su presidenta, María Jesús López, a quien sus compañeras presentan como una de las "fundadoras". Una de las mujeres que prácticamente estuvo en esta iniciativa desde el principio. Y lo que le queda.
¿Por qué surgió el grupo cultural San Pablo de mujeres?
Comenzó en 1975 como parte de las iniciativas de promoción de la mujer. Aquí lo promovió la esposa del alcalde del barrio, Pepa. Casi toda la gente que vivía aquí venía de fuera, la situación económica era débil y las mujeres tenían un nivel cultural bajo con el que no podían ayudar a sus hijos, así que se trataba de aprender siempre cuestiones muy prácticas. Costura, manualidades, cocina...
La crisis económica también ha reavivado el interés por aprender este tipo de cuestiones.
La crisis agudiza el ingenio, y las ganas de aprender. Vivimos en una sociedad de consumo, de coger y tirar, en lugar de una donde se arreglen los calcetines. Pero ahora, cuando falta el dinero, todo el mundo se vuelca a hacer arreglos. La pena es que deberían saber ya cómo hacerlo.
¿Escasean las ganas de aprender?
Quizá resulta más fácil quedarse en casa para ver la tele. A veces animamos a más mujeres a apuntarse a los cursos y nos responden: Qué voy a aprender ya, a mi edad. Pero nosotras tenemos aún esa voluntad. Antes aprendíamos para ayudar a nuestros hijos, y ahora lo hacemos por nosotras mismas. Las reuniones del grupo son el mejor psicólogo que hay. Y hemos pasado de aprender a leer a escribir nuestros propios libros.
Su última publicación es "Con nombre de mujer... Calles de Vitoria-Gasteiz". ¿Cómo surgió?
En Vitoria hay pocas calles con nombre de mujer y quienes pasan por ellas a menudo no saben ni quiénes son ni por qué se merecen el nombre de una calle. Pero en otros libros también hemos abordado temáticas diferentes a la de la mujer, como Conocer nuestra ciudad a través de su catedral o Un paseo por el románico palentino. Además del interés cultural, este tipo de publicaciones [Con nombre de mujer... se puede comprar en las librerías Elkar, Ayala y Anegón] sirven para ayudar a la asociación a organizar actividades.
El Ayuntamiento de Vitoria ya reconoció que, en el Presupuesto de este año, se habían reducido las partidas para las asociaciones. ¿El grupo cultural lo ha notado?
Antes las ayudas municipales eran mayores, pero siempre las está reduciendo, así que ahora tenemos que poner dinero de nuestro bolsillo. Además, también ha cambiado la forma de solicitar las ayudas: si no hay proyecto, no te dan dinero. Y para nosotras eso de presentar un proyecto cada vez supone un gran esfuerzo.
En algunas ocasiones incluso han afirmado que la continuidad del grupo estaba en peligro.
Estamos cansadas, pero con nosotras no van a poder. Nos juntaremos donde sea [la asociación se reúne en el centro cívico de Ariznabarra porque carece de sede] y lucharemos.
¿No se han planteado abrir la asociación a los chicos?
En un principio no estaba cerrada, pero nunca ha venido un chico. Alguna vez se interesó uno por acudir a una actividad, pero al enterarse de que todas somos mujeres se echó para atrás.
Sin embargo, ahora cada vez más chicos asisten a cursos de cocina o de costura.
El hombre no se anima tanto a aprender por un mero interés cultural. Suelen acudir más a talleres muy concretos. Lo planifican más.
¿La sociedad machista está cambiando?
Las cosas están cambiando desde hace veinte años, pero aún queda mucho camino por recorrer.
La igualdad es una palabra de moda en política...
La igualdad no existe. Se habla de la paridad como una cuestión más folclórica que real, pero el fondo es más importante que la forma, más que tanto hablar de los y las. Las mujeres seguimos siendo unas sufridoras, por cuestiones como las bajas por maternidad, el cuidado de nuestros mayores o las pensiones de viudedad, que son muy pobres.
Ahora que se acercan las elecciones, habrá muchas promesas en este ámbito.
Los políticos se dedican más a engrasar sus asientos que a pensar en cuestiones como la pensión de viudedad. En ellos confiamos poco.
¿Una alcaldesa o una diputada general cambiaría eso?
No tiene por qué. Puede que tuviera más sensibilidad, pero los políticos se deben mucho al partido.
En igualdad, ¿las instituciones son más lentas que las familias?
Igual sí. Los maridos ahora colaboran más y nuestros hijos también saben valerse mejor en casa. Otra cosa es que luego lo hagan. El día que los mujeres nos paremos, habrá que ver cómo funciona el país.