arquitecto y coautor de la exposición "blancos por fuera, verdes por dentro"
vitoria. Los miradores se expandieron como una epidemia, sin una normativa que regulara este elemento de la fachada. Pero lo curioso es que en pleno siglo XXI, el Ayuntamiento siga sin ordenanza.
Efectivamente, sigue sin existir una ordenanza. Y creo que sería muy conveniente que la hubiera, ya que el mirador es una seña de identidad que hay que proteger. También deberían crearse ayudas específicas para el arreglo de miradores.
Da pena la situación de deterioro en que se encuentran algunos de ellos pese a su importancia, ¿verdad?
Sí, hay miradores muy deteriorados. De ahí la importancia de crear una línea de subvenciones que anime a los propietarios a rehabilitarlos. Seguramente no sea sencillo articular una ordenanza al respecto o poner en marcha las ayudas, pero hay que hacerlo porque el objetivo merece la pena claramente.
¿Los miradores deberían formar parte de la lista de virtudes que el Ayuntamiento quiere promocionar de cara al reinado de Vitoria como Capital Verde Europea en 2012?
Por supuesto. La exposición de la balconada de San Miguel ha surgido precisamente al albur de la obtención del título. Es curioso que Vitoria, cuando promociona sus virtudes verdes, no tenga en cuenta los miradores, cuando, además de una seña de identidad, son un ejemplo de sostenibilidad. Atrapan los fotones del sol y calientan el aire transmitiendo esa energía al resto del edificio. Hace un tiempo vinieron unos arquitectos de Noruega y Hungría, y se sorprendieron mucho. De hecho, incluso se plantean hacer una publicación sobre el mirador de Vitoria.
¿Cómo es posible que no existan miradores blancos en las ciudades del entorno, si son tantas las virtudes que encierran?
Es una pregunta que nos hemos hecho muchas veces... No lo sé. Es evidente que ciudades del entorno como Pamplona, Burgos o Logroño tienen unas condiciones climáticas muy parecidas a las de Vitoria. Y, por tanto, los miradores les resultarían muy funcionales. Pero no... Con esta profusión sólo los hay aquí. No sé si será por esa costumbre que tenemos de mirar sin ser vistos, algo que proporciona el mirador, con sus telas y visillos.
Otro interrogante: ¿por qué el mirador no se promociona al menos por su singular belleza?
Es una incógnita. Debería promocionarse más. En Santiago la profusión es menor y, sin embargo, el mirador allí es un icono turístico.
¿Qué mirador no debemos perdernos en el centro de Vitoria?
Lo que más me gusta son los miradores anónimos. Esos grupos que aparecen, por ejemplo, en Ortiz de Zárate. Surgen de forma aleatoria, pero guardan un orden maravilloso. Además, son como el agua: reproducen los reflejos de la luz, de la calle, y todos los días cambian, con sus pieles, transparencias y texturas.
¿De dónde le viene esta pasión?
Me ha gustado de siempre el mirador, pero especialmente desde que descubrí las fotografías de Jaime Pérez de Arrilucea hace una década. Con él hice un libro sobre miradores. No obstante, seguro que ahora usted también querrá más al mirador. Y cuando vaya andando por Dato, en vez de mirar los escaparates, levantará la cabeza y se sorprenderá.