vitoria. En año nuevo, el tranvía abrirá sus puertas a las mascotas. Y con ellas, subirán más caras de perro que las de los propios canes. Basta con darse un paseo entre vagones, ya sea cuando los vitorianos se arraciman o en los momentos de más oxígeno, para comprobar que son mayoría absoluta los pasajeros que ladran por la ampliación de la lista de usuarios potenciales al mundo de las cuatro patas. Todos los viajeros con los que ha hablado DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA están convencidos de que la irrupción de la fauna en el metro ligero generará serios problemas de convivencia, aunque se queden fuera las razas peligrosas y los animales exóticos, los perros y gatos deban ir atados o en los brazos de sus dueños, y haya derecho de admisión en las horas punta. Por salud, higiene y seguridad, alegan, lo adecuado es que la llamada serpiente verdinegra (sic) siga siendo un medio de locomoción exclusivo para personas.
El conflicto que ha provocado la decisión del Gobierno Vasco arranca por una reacción tan humana como es la desconfianza hacia el desconocido -propietario y animal-. "A mí me gustan los perros, pero no me parece adecuado que entren en el tranvía, más aún estando mi hijo", apunta María mientras mira a Sergio, unos enormes ojos dentro de un carrito de bebé. "No conozco al dueño, así que no sé si él lo mantiene en buenas condiciones, limpio y con las vacunas en orden", apunta la joven. Dicho de otra forma, "la medida es antihigiénica lo mires por donde lo mires", más allá de la preocupación que surge al pensar en "lo que podría llegar a suceder si el tranvía va a tope; puede que el animal esté tranquilo, pero también que estalle".
A José Ignacio Lasabe, abuelísimo de Mikel, la decisión del Departamento vasco de Transportes también le huele mal. "¿Nadie ha pensado que se pueden hacer sus necesidades? A fin de cuentas, son animales. Y no todos están bien educados", opina, mientras enfila el carrito con serias dificultades hacia la puerta de salida. Al final lo consigue, segundos después de que la campana haya anunciado la parada de Honduras. Es la una del mediodía. "Los empujones son muy habituales, sobre todo en la hora de entrada y salida de los colegios, que no cabe ni un alfiler, así que bien podría suceder que alguien pisara sin querer un rabo... ¿Y entonces? ¿Quién se hace responsable de lo que pudiera pasar? ¿EuskoTren, el propietario del animal, el viajero?", se pregunta con preocupación.
La nueva normativa del Gobierno Vasco presenta demasiadas incógnitas a juicio de Merche, una usuaria que califica de "error" la apertura del metro ligero a perros y gatos. "Si un viajero siente miedo, el propietario de la mascota deberá irse a otro lugar del vagón, ¿pero y si no quiere? ¿Quién va a controlar eso? Lo mismo sucede en caso de aglomeración o con la recomendación de no subir mascotas hasta las diez de la mañana. ¿Habrá alguien para regular el acceso? ¿Y por qué no se fija un sitio para los animales?", se pregunta esta vitoriana, quien lamenta que "tanto vacío legal" obligue al final a los pasajeros a "depender de la ética de los dueños de las mascotas".
Joana es más optimista, pero reconoce que, si por ella fuera, sólo estaría permitido el acceso a los animales de formato pequeño. "En ese caso, y si van atados, no me parece mal que puedan viajar con las personas", asegura tras subirse al tranvía en la parada de Ibaiondo con Julen a bordo del carrito. Del mismo modo opina otra madre de familia, Irene, para quien el problema es que el perro "esté al nivel de la cabeza del crío". Y no tanto por el can, sino por su adiestramiento. "Yo me puedo apartar, y punto. Pero Eder es muy movido, y no sabes cómo va a reaccionar el animal", apunta la joven, para quien no es suficiente con confiar en la responsabilidad del dueño de turno. "Deberían tener una zona acotada, aunque también es verdad que en horas punta difícilmente podría respetarse ese espacio", considera.
Mikel, compañero de viaje tres metros más lejos, no admite matices. "No acabo de entender la normativa. Va contra la higiene, la seguridad y la comodidad de los pasajeros. Además, hay horas en las que casi ni entran los carritos de bebé. Lo digo con conocimiento de causa, porque cojo el tranvía todos los días por trabajo", apunta. A su juicio, lo primero deben ser las personas. Y lo segundo, y lo tercero... También para Juan Carlos, quien se pregunta por qué su hija, que es alérgica a los animales, tendrá que pagar el ticket de rigor por pasar un rato desagradable.
Frente a las voces contrarias a la medida del Gobierno Vasco, los propietarios de animales solicitan confianza. Alex, que llegó a registrar una reclamación cuando se puso en marcha el tranvía por no poder subir con su cocker, aboga por aplicar el sentido común. "Evidentemente, si veo que el tranvía está muy lleno, o que dentro hay ya varios perros, esperaré al siguiente", sostiene. "Y si una persona me pide que me aleje un poco, por miedo o porque es alérgica, lo haré", añade Rosa, dueña de un caniche juguetón. No obstante, ella asegura comprender al otro bando: "Aunque la mayoría de ciudadanos seamos cívicos, hay maleducados en todas partes". Con el nuevo año, llegará la confirmación.