EL Itinerario Muralístico de Vitoria-Gasteiz La Ciudad Pintada sigue avanzando. Y no sólo porque, hasta julio, se desarrollen tres nuevos proyectos en los jardines de la muralla medieval y en el cantón de las Carnicerías -por partida doble-. Y tampoco porque los equipos, integrados por profesionales, voluntarios y los jóvenes que conforman las Brigadas de la Brotxa, ya hayan empezado las labores de pintura. Más bien porque esta iniciativa para rehabilitar fachadas del Casco Antiguo ha logrado un nuevo hito: que los propios vecinos soliciten que su edificio forme parte de los trabajos.

Este caso, el primero desde que empezaron a pintarse los murales en 2007, se ha dado en la fachada del cantón de las Carnicerías que tiene esquina con Herrería. La propia comunidad mostró su interés por dar un giro de 180 grados a su pared. Hasta ahora, el sistema vencía las dudas de los propietarios a través de un trueque: los habitantes del inmueble les permiten hacer arte en su fachada y, a cambio, los artistas se hacen cargo de la reforma del muro, reparando humedades, cubriendo grietas, utilizando una pintura de calidad... En definitiva, se deja el lienzo en las mejores condiciones para recibir al mural. Y tanto artistas como vecinos salen ganando.

Sin embargo, hasta la fecha no se habían constatado el interés directo de una comunidad por formar parte de este recorrido artístico por el Casco Antiguo. Y han dado ese paso con todas las consecuencias: alguno de los vecinos incluso colabora con los trabajos. Esta peculiaridad no es una novedad, ya que, según explica una de las responsables del Itinerario, Christina Werckmeister, "la participación siempre ha sido, a todos los niveles, un ingrediente importante de esta iniciativa". Así, en cada mural se han involucrado usuarios -en el caso de la escuela infantil municipal Haurtzaro fueron profesores y padres y madres de alumnos- y residentes.

La propia página web de los murales -www.muralismopublico.com- cuenta con un apartado mediante el que enviar sugerencias a los responsables, ya sea para participar en la iniciativa juvenil de las Brigadas de la Brotxa, en el programa de voluntariado o para mostrar interés por que la fachada de su casa sea muralizada. No todas, en cualquier caso, tendrán suerte. Werckmeister reconoce que hay muchas cuestiones que influyen a la hora de decidirse por una pared, ya sea por su superficie, por el espacio que la rodea -en la web del itinerario incluso se da más importancia a cuál es el lugar idóneo para ver los murales que a dónde se ubican-, la luz o los recursos económicos disponibles.

Los responsables del itinerario aseguran, además, que el mural no sólo contribuye a adecentar una zona, sino también a que se cuide más, evitando graffitis o la colocación de carteles. Para los vecinos, todo parecen ventajas. Para los artistas, suponen nuevas oportunidades. Este recorrido por la almendra medieval sigue creciendo, y todavía no se plantea un número límite de obras a las que llegar. De ahí que las propuestas de las propias comunidades les vengan ni que pintadas.