han pasado cinco años desde que Paula Fernández de Ortega atravesó el portal número 3 de cantón de Anorbín y tomó la decisión de que el primer piso sería para ella. Y va a ser ahora cuando esos 50 metros cuadrados se conviertan en su hogar: en parte, porque por circunstancias personales, la mudanza se ha retrasado; en parte, porque la casa ha estado durante un tiempo en obras. "Me gustó en cuanto la vi, pero la verdad es que estaba muy estropeada. Los anteriores inquilinos, que residían en régimen de alquiler, no vivían en condiciones dignas", explica esta joven gasteiztarra para luego enumerar los inconvenientes que detectó: ventanas en mal estado, una cocina sin cocina, un obsoleto baño con un inodoro y una minúscula bañera -"¡ni siquiera había lavabo!"- y cero visos de calefacción. "Pero el piso me gustaba, y la zona también, y como no tenía demasiada prisa en trasladarme, decidí acudir a la Agencia de Revitalización de la Ciudad Histórica e informarme de las ayudas para rehabilitar la vivienda", apunta.
El proceso se presentó "muy sencillo" desde el primer segundo. "Los requisitos para acceder a las subvenciones no resultan nada difíciles de cumplir. Y, además, la Agencia colabora muchísimo en todos los trámites. A mí me concedieron la mitad del coste de la obra, que no está nada mal", explica Paula. De hecho, las trabas surgieron un tiempo después, al arrancar los trabajos de reforma, y no fueron precisamente de tipo administrativo. Apareció un problema estructural de la vivienda, por lo que a la ayuda para el arreglo del piso se acabó sumando una segunda a la comunidad, compuesta por otras dos viviendas, para reparar un forjado. La carambola le vino bien al edificio número 3 de cantón de Anorbín. Ahora, pese a soportar más de un siglo de antigüedad, está como nuevo.
Paula está deseando estrenar su piso. Además, lo hará con el dinero de la subvención. "Se da a posteriori", matiza la joven, quien está convencida de que las ayudas a la rehabilitación son una herramienta fundamental no sólo para remozar el Casco Viejo sino también para lograr que los jóvenes que no han sido iluminados por el bombo de la VPO -por mala suerte o porque no pueden acceder a los sorteos- se decanten por el corazón de la ciudad para vivir. "Aquí es donde la vivienda libre está más barata. Y si los pisos se encuentran en buen estado o hay ayudas para reformarlos, será más la gente que venga", opina Paula. Ella está muy segura de la apuesta que hizo y, además, se siente encantada con la transformación que se está llevando a cabo en la colina desde 2008.
"He notado muchos cambios. Y es igual de importante que los vecinos se involucren y formen parte de ellos. El proceso de participación que se llevó a cabo para el cambio de alumbrado o la recogida actual de propuestas son el camino a seguir", sostiene la nueva residente del Casco.