Mirando a la Navidad es habitual adelantarse en la compra de los alimentos que configuran nuestro menú, ya que la tendencia es a que los precios suban de forma evidente cuando las fechas festivas se aproximan.

Pescados y carnes “se pueden congelar tanto en fresco como cocinados”. Las verduras, “se pueden congelar” y también muchas frutas, “aunque algunas no congelan muy bien. Los frutos rojos, por ejemplo, pueden cambiar la textura si se congelan”.

“Los alimentos típicos de Navidad, como la carne y el pescado, se pueden congelar crudos o cocinados”. “Los percebes no se deben congelar” y tampoco “el jamón”. “Los bivalvos se pueden congelar crudos o cocidos y también las gambas y langostinos. Centollos, nécoras y txangurros es mejor congelarlos tras cocerlos”, explica la experta.

En las carnes, “no congelan nada bien las carnes con mucha grasa como jamón, tocino o panceta porque la grasa descongelada no queda nada bien”.

Tampoco “congela bien el huevo, aunque la clara sí y también si está cocinado”. Hay otros alimentos que pueden congelarse aunque cambia su textura. Entre estos se hallarían, por ejemplo, la patata o el queso. Para congelar la verdura se puede optar por hacerlo en crudo aunque “hay gente que antes la escalda un poco”.

“Hay que recordar que, en general, a nivel nutricional, los alimentos mantienen sus características. Lo que cambia puede ser la textura o el sabor”, destaca López Ocaña.

Sopas, caldos y similares “congelan bien”, aunque no tanto las salsas “que puedan llevar nata y la mayonesa, salsa rosa etc., porque al descongelarse pueden cortarse”, señala. La bechamel, si se quiere adelantar masa de croqueta, también congela bien.

Lo que es aconsejable, en todos los casos”, es llevar “una buena línea de congelado: comprar fresco, quitarle bien el agua y congelarlo bien”.

Tan importante como congelar es descongelar correctamente. “No es conveniente descongelar al aire, sino dejar el alimento en la nevera para que se descongele de forma lenta. Si no, se rompe la cadena del frío con mucha velocidad y se modifica la textura y el gusto del alimento”, explica.

Tampoco hay que olvidar “que todo tiene una fecha de caducidad”. “El pescado, por ejemplo, tiene que estar en el congelador un máximo de seis meses”, apunta, y los moluscos deberían consumirse “en dos o tres meses”.

Cuidado con los alimentos que se descongelan, ya que no se pueden volver a congelar. Una salida es “cocinarlos y volverlos a congelar” pero nunca hay que hacerlo en crudo. Y es que de hacerlo “se corre un riesgo sanitario”, concluye López Ocaña.