Nairobi. Los atacantes llegaron de noche, armados con fusiles y machetes. "¡Alá es grande!", gritaban los nómades musulmanes de la etnia Fulani Hausa que masacraron a los pobladores de tres pueblos cristianos en el centro de Nigeria. Más de 500 víctimas mortales han contado hasta ahora las autoridades locales del Estado de Plateau, donde el domingo estallaron los disturbios de índole religiosa, otra vez cerca de la ciudad minera de Jos. La mayoría de muertos son mujeres y niños.

"¿Cuándo acabará esta locura?", se preguntaba ayer un comentarista del diario This Day. La violencia entre cristianos y musulmanes despierta una y otra vez de forma abrupta al país más poblado de África de un sueño engañoso sobre la armonía entre ambos grupos religiosos, que representan cada uno al 50% de la población. Especialmente preocupante es el hecho de que los disturbios ocurren cada vez en un lapso de tiempo más corto. Los últimos enfrentamientos de este año tuvieron lugar en enero y dejaron más de 300 muertos en Jos y localidades aledañas. El motivo de entonces fue una nimiedad. Se trataba de una disputa por la reconstrucción de una casa destruida en 2008 en otros enfrentamientos religiosos. Hace algunas semanas, sólo la rápida intervención de tropas del gobierno estacionadas en la región impidió nuevos combates, después de que un grupo de jóvenes cristianos atacara una marcha fúnebre. Los musulmanes querían enterrar a un niño en un cementerio reclamado por ambos bandos religiosos.

Impunidad

La primera gran masacre dejó 1.000 muertos en 2001

En general, los atacantes pueden contar ampliamente con total impunidad. Aunque el presidente interino, Goodluck Jonathan, anunció ya en enero que los responsables de la matanza de entonces serían castigados, hasta ahora nadie ha sido acusado formalmente ni siquiera por la primera gran masacre de 2001, con más de 1.000 muertos. Con cada nuevo ataque el odio crece aún más. Y la actual matanza de Plateau no ha podido ser impedida tampoco por el toque de queda impuesto desde enero, ni por las tropas estacionadas en la región.

Algunos representantes cristianos acusan ahora al Ejército de haber reaccionado con una tardanza de varias horas a la alerta por los últimos ataques. Se desconoce con certeza el motivo de la masacre, pero todo apunta a una venganza por la violencia desatada en enero por parte de grupos cristianos contra los musulmanes.

Mientras, la Policía del estado de Plateau sembró el desconcierto al asegurar que el número de muertos en los enfrentamientos étnico-religiosos era sólo 55, cifra muy por debajo de las 500 víctimas mortales reportadas por fuentes gubernamentales. El portavoz policial, Mohammed Lerama, informó, además, del arresto de 19 fulanis. Según Lerama, las fuerzas de seguridad se incautaron de algunas armas de fuego. Las autoridades policiales nigerianas tienen antecedentes de haber minimizado en ocasiones anteriores el número de muertos en incidentes de violencia étnica y religiosa en un aparente esfuerzo por evitar una escalada de las crisis.

El ataque del domingo comenzó alrededor de las 3.00 horas y se prolongó durante dos intensas horas. Supervivientes del incidente del domingo señalaron que los atacantes entraron en la zona armados con revólveres, fusiles, metralletas, matando a todos los que encontraron a su paso, la mayoría de ellos niños y mujeres.

El Gobierno local de Plateau ha anunciado que está preparando un funeral colectivo para todas las víctimas. Por su parte, el presidente interino Jonathan se reunió ayer con las agencias de seguridad del estado y aseguró que sus efectivos se encuentran en alerta roja.

"Aunque es demasiado pronto para afirmar por qué se ha reavivado la violencia, queremos informar a los nigerianos de que las fuerzas de seguridad tratan de controlar la situación", declaró a través de un comunicado el portavoz de Jonathan, Ima Niboro.

Cristianos y musulmanes

Un juego de equilibrio

Plateau está justo en el límite entre los territorios de sur, de mayoría cristiana, y el norte musulmán. Ambos grupos religiosos cuentan con una representación más o menos similar en el estado central nigeriano. Los Fulani Hausa, originarios del propio Jos, se sienten presionados por la llegada de los cristianos. Las causas del conflicto suelen ser el éxito económico del otro, la competencia por el acceso a las fuentes de agua o los territorios fértiles para la agricultura y el ganado. Y los fanáticos religiosos de ambos bandos no tienen mayores impedimentos para acusar a la otra parte de los problemas que se presenten.

Debido a las proporciones étnicas de su población, Nigeria intenta cuidar puntillosamente de un equilibrio de fuerzas, para que ningún grupo pueda dominar al otro. En la jefatura de Estado, por ejemplo, se alternan el poder un cristiano y un musulmán. Sin embargo, ese equilibrio también llega a desplomarse, a veces, a nivel de Gobierno. Debido a una larga enfermedad del actual presidente, el musulmán Umaru Yar"Adua, el cristiano Goodluck Jonathan ocupa el cargo provisionalmente como su segundo desde hace escasas semanas. Este hecho ha generado la desconfianza de los musulmanes del norte, que observan la situación con recelo y advierten sobre un posible dominio de los cristianos.