El movimiento que el pensionista Carlos San Juan ha iniciado es la consecuencia de la falta de formación que en todo este tipo de herramientas tecnológicas tiene una generación que no abarca condición social, ni siquiera edad o nivel de estudios.

Era la época del PC, todavía no se tenía muy claro hasta que punto la revolución tecnológica estaba llamando a todas nuestras puertas. Todavía faltaban años para que Internet o los smartphone terminaran por cambiarlo todo. La sociedad decidió entonces que nuestros jóvenes deberían estar preparados para lo que se avecinaba, deberíamos formarlos, colocar un ordenador primero en cada aula y luego en cada mesa.

Así empezó la brecha digital, así se creo un nuevo tipo de ciudadanos, los analfabetos digitales. El movimiento que el pensionista Carlos San Juan ha iniciado contra el trato que le da la banca es la consecuencia de la falta de formación que en todo este tipo de herramientas tecnológicas tiene una generación que no abarca condición social, ni siquiera edad o nivel de estudios. Les pasa a cirujanos, albañiles, ingenieros, jubilados o incluso jóvenes. Alguien dijo que si saben manejar una lavadora, por qué no van a saber utilizar un cajero automático.

El problema viene del uso diario que se hace de las tecnologías. Ir al cajero, meter una tarjeta, recordar y pulsar una clave, y por último, solicitar una cantidad de dinero prefijada en pantalla no tiene mucho misterio. Si además la repetimos cada semana o puede que cada día, el hábito nos hace profesionales en el cajero de estas máquinas. Pero cuando nos plantean problemas avanzados, nos dicen que a partir de ahora vaya usted mismo a pagar el recibo por una pantalla, que solo tiene que poner el código QR sobre el lector de infrarrojos, escribir el código que viene en la parte de arriba y seleccionar la forma de pago y después con su clave que le acabamos de enviar al móvil, que solo la puede ver 10 segundos, por cuestiones de seguridad por supuesto, la operación estará realizada.

Lo siento pero quien ha diseñado esto no ha ido al curso de usabilidad, no ha puesto a su padre o a su abuelo o incluso a su hermano a probar y testear que realmente alguien sin conocimientos de informática es capaz de resolver ese enigma. Además cada día sacamos una nueva versión de las pantallas. Lo que ayer estaba a la derecha hoy está a la izquierda, lo que hace un mes servía para enviar una transferencia hoy nos dice que para poder realizarla mande antes una fotografía de su DNI que es necesario actualizarlo en nuestro sistema. Pero nadie ha pensado que guardar, buscar y enviar una fotografía no es tan fácil para miles y miles de usuarios.

Yo siempre me he considerado un privilegiado a nivel tecnológico. Si algo no funciona, si algo no sale como esperaba, si no encuentro el menú desde donde acceder, no tengo problema, le dedico un tiempo, investigo por internet hasta que lo resuelvo. Y cada vez que me pasa siempre me hago la misma pregunta. Si a mi que estoy horas y horas con un ordenador, un teléfono móvil o una tablet me ha costado poder hacer este trámite administrativo, ¿cómo lo hacen los demás? Los bancos, la administración, si de verdad quieren avanzar y evolucionar no tiene que ser desterrando a parte de la sociedad y hacer que se busquen la vida.

Es necesario que tomen medidas o que empiecen por plantearse que sacar un billete de metro en una máquina o manejar un robot de cocina no da el título de experto en tecnología. No creo que la solución sea desandar el camino iniciado por la revolución de las máquinas. La solución está en hacer unos planes de uso y formación de la tecnología de acuerdo a las necesidades de esa población que se siente desplazada. Yo ya estoy preparando cursos, ayudar a formarse es lo que se hacer.