El fondo verde de un jardín, camisa blanca y Twitter para pedir a los españoles que coman menos carne. El ministro de consumo, Alberto Garzón, se ha puesto a "matar moscas a cañonazos" y ayer provocó un tsunami que llevó al propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a salir en defensa de los ganaderos y el sector cárnico y decir que, "a mí, donde me pongan un chuletón al punto... eso es imbatible". Desde Lituania, ni más ni menos.
Garzón había afirmado que "cambiando nuestra dieta" y consumiendo "menos carne" evitaremos el cambio climático. Un tiro en el pie a la dieta mediterránea. El sector primario vasco, ganaderos y carniceros consultados acusan al ministro de "mezclarlo todo", decir "mentiras" y atacar las buenas prácticas que se fomentan en la producción de carne de cercanía.Antes había salido al paso el ministro de Agricultura, Luis Planas, asegurando que esa afirmación de Garzón "es tan errónea como la de que el azúcar mata", que está "absolutamente fuera de lugar", y que señalar con el dedo al sector cárnico es injusto.
En el mensaje difundido en sus redes sociales, el propio Garzón asegura que "el problema es complejo", pero lo hace al final del vídeo de casi seis minutos, después de poner patas arriba al sector primario, acusarle de cargarse el planeta, dañar la salud de "nuestros conciudadanos y de dejar sin futuro a "nuestras hijas".
"Si somos capaces de reducir nuestra dieta, podemos reducir hasta el 50% las emisiones de Gases de Efectivo Invernadero (GEI) y hasta un 20% las muertes prematuras", afirmó el ministro. Alberto Garzón dijo que nuestro consumo de carne es "excesivo". Aportó datos aliñados a su antojo, ahora de España, ahora del mundo, sin matices. Datos muy alejados de la realidad que vivimos en Euskadi. En Gipuzkoa, por ejemplo, el sector primario en su conjunto emite un 3% de los gases de efecto invernadero, mientras que el transporte supone un 41% y la industria más de un 30% según datos oficiales.
El ministro añadió que comer carne en exceso, esta vez roja, "mata más que las drogas, el alcohol y el tabaco juntos". Apostilló que "las flatulencias de las vacas, las heces de los cerdos y los piensos contaminan ya más que los coches", sin apuntar ninguna referencia. Y enfatizó en un aspecto, el número de animales que se matan al año en el Estado español para el consumo humano: 70 millones, dato que repitió en tono trascendente. Un guiño al animalismo, sin duda.
En ese punto también le recordó su homólogo Luis Planas la importancia de las exportaciones. España no produce carne para su consumo solamente, sino que exporta unos 10.000 millones de euros, entre el 15% y el 20% del valor total de lo vendido por España en el exterior.
Los datos de Garzón sobre las emisiones de la ganadería se sostienen con pinzas. Ofreció un dato a nivel mundial: la ganadería genera el 14,5% de gases las emisiones globales a la atmósfera, dijo. Pero en España es un 9%, incluyendo en el mismo saco el transporte de los animales, los derivados de la producción de piensos y otros muchos aspectos indirectos. Y en el País Vasco, donde no hay grandes granjas de cerdos y aves, todo el sector primario genera el citado 3%.
El ministro tampoco entró en matices, aspectos que los científicos estudian y ya tienen acreditados: que el metano que los animales emiten a la atmósfera, por ejemplo, tiene un ciclo de diez años y luego se compensa, mientras que el de los combustibles fósiles se almacenan en la atmósfera durante cientos de años, sin remedio. Por lo que no son comparables, según aseguran expertos. O que la ausencia de rumiantes en nuestros prados fomentaría otra fauna que también emitiría metano. Aspectos que destacan los científicos y que Garzón obvió. Su mensaje fue directo contra el consumo de carne, "aunque no es cuestión de echar la bronca a nadie", dijo.
Al estilo Donald Trump, vía Twitter. Frases contundentes y titulares llamativos para terminar diciendo que "no todos los tipos de ganadería son iguales. La ganadería extensible, por ejemplo, es mucho más sostenible que las grandes macrogranjas y, además, ayuda a enriquecer los suelos, a prevenir los incendios y generar puestos de trabajo que mejoran la economía local". Pero ya era tarde.
La alerta sobre el consumo excesivo de carne ya lo lanzó la ONU en 2019, aunque reconoció que el grueso de las emisiones de GEI se producen por los combustibles fósiles. Garzón no. Comer menos carne es la llave, en su opinión.
Precisamente la extensiva, esa ganadería "más sostenible" que reconoce Garzón, es la que más impulso tiene en Euskadi y la cornisa cantábrica. El malestar en el sector primario vasco es grande. "No esperábamos un mensaje así", coinciden distintas fuentes. Tampoco lo entienden los carniceros.
Alfonso Fernández es el presidente de Basque Label Harategiak, una asociación que engloba a 70 carnicerías vascas que promueven la "producción sostenible y de cercanía", entre ellas varias guipuzcoanas de Antzuola, Azkoitia, Azpeitia, Bergara, Donostia, Hondarribia, Legazpi, Oñati, Ordizia, Tolosa, Zarautz, Zestoa y Zumarraga. No salen de su asombro, molestos.
"He estado hablando con gente durante toda la mañana y es vergonzoso. Esta gente no mide las palabras y el daño que hacen al sector primario y a los que dependemos de él. El sector primario vive una crisis constante, es complicadísimo sacar adelante una explotación ganadera", afirma Fernández.
El presidente de esta agrupación asegura que si bien Garzón "luego ha matizado", esos titulares son demoledores. "Todos sabemos que carne no vamos a comer todos los días, hay que comer de todo, una dieta rica y equilibrada, pero aparte de todo eso, es que lo que está diciendo es mentira", se lamenta. "Al final, el consumo de roja ha bajado y está bajando de forma progresiva. Solo en 2020 subió debido a la pandemia". Pero una cosa que ha sido palpable, según Fernández, y es que "en esta pandemia se ha visto cómo ha disminuido la contaminación en las grandes urbes cuando se ha parado la movilidad", dice.
Asegura que también tiene ganado y "llevamos años participando en un plan de la Unión Europea para medir la huella de carbono en ganadería extensiva. Hay unos estudios y los datos que da Garzón no son ciertos. Las emisiones han disminuido un montón", señala. Fernández va más allá y dice que las buenas prácticas que recomienda la UE son las que "llevamos aplicando durante mucho tiempo aquí": rotación de parcelas, uso de abono orgánico (estiércol o purín)... "No hay mayor contribuyente a la lucha contra el cambio climático que el ganadero", dice.
"Puede que a nivel global, las macrogranjas de EEUU y Australia aumenten los datos de emisiones, pero en el Estado español y, más concretamente en Euskadi, el 95% de las explotaciones son familiares, de subsistencia. No se puede comparar" añade.
Jon Arruti tampoco sale de su asombro. Es productor de vacuno en Beizama y lo que más le extraña es "cómo un ministro puede tener unas salidas tan fuera de tono, sin centrar el debate. Me parece que ha metido la pata hasta el cuello. Está matando moscas a cañonazos". Lo primero, dice, es que "cuando un ministro habla, tiene que tener más cuidado, que no se puede meter todo en el mismo saco".
"Que hay que comer carne con moderación, vale, pero afirma que la ganadería vasca ha conseguido en los últimos años ser "mucho más eficientes" y producir con menor impacto. "No se puede mezclar la ganadería intensiva con la extensiva", dice.
Este ganadero carga contra cifras arrojadas por el ministro, cuando dice que para producir un kilo de carne de vacuno son necesarios 15.000 litros de agua. Unos datos que incluyen absolutamente "toda la trazabilidad del proceso", incluyendo el transporte, la producción de piensos y todo lo que ha bebido el animal en su vida, pero "sin tener en cuenta que bebe agua del monte o del río, agua que va al mar, no del grifo".