Apuntan algunos politólogos que las largas colas que se están viendo en los últimos días en las oficinas de Correos para ejercer el derecho al voto son un síntoma de que mañana habrá una alta participación que, por su parte, achacan a la irrupción de Vox en el escenario electoral. Puede ser, pero resulta extraño visto que ésta ha sido una de las campañas menos edificantes de los últimos años.
En primer lugar, porque llegamos a esta convocatoria electoral como consecuencia de la primera moción de censura con éxito de la democracia española provocada por algo tan lamentable como la corrupción.
Por otro lado, porque la fecha elegida para celebrar los comicios ha supuesto que la campaña se haya acortado por los días festivos y que quien más quien menos vea con recelo que le llamen a votar dos veces en un mes.
Además, esta es la primera cita electoral en la que la derecha acude a las urnas realmente dividida, lo que ha supuesto una radicalización de los mensajes en la del voto más extremo.
A lo que sumando el debate catalán nos ha dado como resultado una campaña marcada, sobre todo, por las mentiras y las descalificaciones. En relación a esto, convendría recordar a los responsables políticos que en una sociedad democrática el respeto es una obligación y no una opción, y que si bien ellos son perfectamente capaces de discernir entre la campaña electoral y el día a día, hay mucho sujetabanderas que cree que las campañas no acaban nunca y convierten la diferencia ideológica en motivo de enemistad personal con lo peligroso que ello puede ser para la convivencia.
Y a partir de aquí ¿qué? Pues toca esperar a los resultados y ver cómo, una vez más, las encuestas dibujan un mapa que tiene poco o nada que ver con la realidad, y no por la famosa cocina, sino porque con un 40% de indecisos es imposible hacer predicciones con un mínimo rigor y mucho menos aún en circunscripciones pequeñas como la nuestra.
Luego vendrán los mensajes más o menos triunfalistas según los resultados, los pelillos a la mar y yo nunca quise decir eso y las negociaciones para formar gobiernos, aunque también creo que si Sánchez tiene mayoría suficiente no buscará fórmulas de coalición y que intentará gobernar en minoría valiéndose de la radicalidad del frente de derechas para concentrar en torno a sí el resto de votos del hemiciclo aunque, claro, a eso también aspiraba Susana Díaz en Andalucía y mira.