gasteiz - Tienen estas elecciones una vocación de botiquín, de ponerse la venda antes de la herida que ha agitado el miedo a las tres derechas juntas, la involución de derechos y la vuelta a las esencias de la derecha hermanada y donde hizo de notario la foto de Colón. Pero si hay algo infalible es un calendario, así que si existe algo bueno que podamos extraer de esta campaña del miedo no es otra cosa que saber que tiene los días contados. Once exactamente para seguir percibiendo esa sensación espesa de que se roza la recentralización con la “ola Sánchez” como posible escudo para frenar a una derecha tricéfala. Un eje de pensamiento que está haciendo de estos comicios uno de los más difíciles para el PNV, que enarbola una y otra vez el trabajo efectivo del Grupo Vasco en Madrid, reeditado ayer mismo y una vez más, con el acuerdo del traspaso de la A-68 y que será materializado hoy en la Comisión Mixta.

Una autopista hacia los votos en el marco de unos comicios que nunca fueron fáciles para los jeltzales y que se enfrentan esta vez a convencer al electorado de que esto no va de plebiscitos entre derechas y Sánchez sino de votar lo de aquí para conseguir mayores cuotas de bienestar para los vascos. Que ese votar por miedo, con la papeleta como botiquín, puede enredarnos hasta el punto de querer defender el autogobierno sin tener demasiado claro si para eso hay que votar a los que trabajan por completarlo o a aquellos que pueden numéricamente detener su involución. Frenar a la derechona y a la vez defender el Estatuto y el marco competencial suscita otro tipo de miedos con base en las dudas, que es el peor estado del hombre.

El 40% de indecisos, es el síntoma inequívoco de un miedo real a votar, es decir, a equivocarse. Tampoco supone una buena noticia en esta campaña de frentes y polarización: tienen intención de ejercer el voto pero los mensajes de campaña, sobre todos los de la recta final y, en ella, el debate a cinco candidatos el día 23, pueden ser determinantes frente a los peligros que se señalan unos y otros. Que uno de cada cuatro encuestados, según el CIS, no tenga decidido su voto nos sitúa en un escenario tan gaseoso como abierto y que la noche del 28-A acabará siendo ese parto de los montes, largo y doloroso, que no llegará a término hasta el 26 de mayo. Puede, en todo caso, que los indecisos tampoco sean tantos y que la demoscopia venga también con su propio botiquín y se guarde la ropa por si los resultados no son como viene apuntando un más que cuestionado CIS de Tezanos. Como contrapeso, se agita también el fantasma de un posible pacto PSOE-Ciudadanos, más que probable si da la suma, a pesar de que los naranjas se desgañiten de lunes a domingo negando un acuerdo con los de Ferraz que, con los principios cambiantes de Rivera, nadie cree, ni siquiera su electorado.

Curiosamente todos se arrogan el voto útil en una campaña del miedo que, o te paraliza o ejerce la defensa frente a la provocación. Ayer clamó el PP contra la equidistancia que ejercen los partidos que equiparan a los ultras de izquierdas y los de derechas tras los altercados del fin de semana en Bilbao y Errenteria. Mal hicieron los que organizaron y se sumaron a las tanganas en las visitas de Vox y Ciudadanos, cuyos actos hubieran pasado sin pena ni gloria en un lugar donde el número de sus votantes se cuentan con las manos. Hace falta estar muy despistado para acabar haciendo la campaña a dos partidos que no vienen a Euskadi a cosechar votos sino a verter una gasolina como señuelo para que acaben prendiendo la mecha los de siempre. Quizás del Ebro para abajo y desde el sábado hay menos indecisos. Dibuja una pena junto a la joven ingresada en Cruces con la mandíbula rota y la factura de los 13.000 euros que pagaremos a escote todos los bilbaínos por los destrozos, según dijo ayer Casado en Las Palmas, “de los borrokas de siempre”, aquellos que el sábado frente al Palacio Euskalduna y mientras sacaba unas fotos me pidieron un kleenex para sonarse los mocos entre pedrada y pedrada al tiempo que otros me cuidaban la bolsa del ‘súper’ en una soleada tarde de compras y ekintza. En la calle de arriba procesaba el Borriquito sirviendo la metáfora del fin de semana que lleva arrastrando hasta hoy una gran resaca en la que ni un solo vasco ha salido ganando.

Rivera, en tanto, sigue amortizando la tensión que le proporcionó un extra bonus en tierras catalanas pidiendo ayer a la Fiscalía actuar de oficio por los “matones a los que vimos caras de odio”. Miedo.

Lejos de las trincheras conviene decir que aquí no acaba lo malo porque ya llevamos demasiado tiempo observando a políticos para quienes prima el corto plazo electoral en lugar de trabajar con luces largas para conseguir logros en el largo plazo. La agencia Falcon Viajes, campaña del PP, local aledaño a Ferraz para cuestionar los viajes de Sánchez en el avión presidencial, se ha clausurado tras la denuncia de los socialistas ante la Junta Electoral Central. Montar y desmontar, cerrar la web y una campaña fast food, casi como algunos políticos, que se digieren rápido, como un click y terminan mutando cada cuarto de hora. Las NN.GG. hablan de “misión cumplida” después de 72 horas. Mañana será otro día.