Bruselas - Largo fin de semana de trabajo en Bruselas después de una semana de infarto. Desde que el martes el Gobierno británico anunciara un acuerdo técnico con el equipo negociador europeo la maquinaria comunitaria no ha parado de funcionar ni un solo minuto para poder llegar a tiempo de aprobar el texto final en una cumbre extraordinaria convocada para el próximo 25 de noviembre, aunque la incertidumbre política en el Reino Unido hace dudar sobre si esa reunión se acabará celebrando para cerrar el pacto o para acelerar los preparativos para un Brexit sin acuerdo.
Después de dos reuniones de embajadores permanentes ante la UE (encuentros denominados Coreper) durante la semana y del establecimiento de varios grupos de trabajo, este fin de semana ha tenido un menú completo: dos Coreper, sábado y domingo, han intentado limar las diferencias que existen entre los Veintisiete sobre el borrador de Acuerdo, de 585 páginas, que ahora mismo tienen encima de la mesa.
Entre otras cosas se han abordado las dos equis que acompañan al 20XX, año en el que debe terminar la supuesta prórroga del periodo transitorio que entraría en marcha, previo acuerdo de las dos partes, si no se ha alcanzado un pacto para un tratado comercial para cuando finalice el periodo transitorio normal, que termina el 31 de diciembre de 2020. La Comisión Europea estaría barajando el año 2022, mientras Londres prefiere que finalice antes de las elecciones generales de 2022, y España defiende que la prórroga solo dure un año.
“Está empezando una semana dolorosa en la política europea, tenemos los papeles del divorcio encima de la mesa y 45 años de un matrimonio difícil están llegando a su final”, ha asegurado Gernot Blümel, ministro austriaco de Asuntos Europeo.
Durante los encuentros han salido a relucir las preocupaciones de varios Estados miembros, entre ellos España, que están preocupados por la falta de garantías de las condiciones en las que los pesqueros comunitarios podrán faenar en aguas británicas después del Brexit y en caso de que tenga que ponerse en marcha el backstop, algo que provocaría que automáticamente el Reino Unido cayera en una unión aduanera con la Unión Europea.
También existían dudas sobre la gobernanza del acuerdo, un campo en el que la Comisión Europea acabó cediendo: en un principio Bruselas pretendía que todo el acuerdo fuera interpretado por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). Finalmente la Corte de Luxemburgo solo tendrá poder decisión sobre aquellos asuntos que sean referidos a normas comunitarias y el resto del texto será interpretado por un panel de arbitraje que tendrá una composición a partes iguales europea y británica, y será el encargado de resolver las disputas que puedan aparecer.
El asunto que más diferencias está generando es el de Gibraltar. España se queja de que el artículo 184 del Acuerdo de Salida, que dice que las relaciones futuras se decidirán entre la Unión Europea y el Reino Unido, no deja suficientemente claro que el acuerdo sobre relaciones futuras aplicadas a la roca es un asunto bilateral entre Madrid y Londres.
Semana difícil en Londres La gran pregunta es si el texto, y la primera ministra británica, llegarán vivos al próximo domingo. “Aquí en Bruselas sobrevivirá (el texto)”, ha asegurado Didier Reynders, ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica.
La Unión Europea tiene claro que no hay mucho espacio para renegociar el texto, a pesar de que hay un grupo de ministros dentro del Gobierno británico que quieren que se realicen modificaciones sobre el documento. A pesar de ello, los Veintisiete negocian “pequeñas modificaciones” sobre el Acuerdo final, pero coinciden con las fuentes comunitarias en que no hay mucho más espacio para hacer concesiones a uno y otro lado.
Mientras tanto, Theresa May, primera ministra británica, afronta en casa una situación crítica. Los euroescépticos aseguran estar muy cerca de tener los números necesarios para lanzar una moción de censura contra la jefa de Gobierno (se requieren 48 cartas enviadas a la comisión 1922, la que regula la actividad del Partido Conservador), aunque no tienen asegurada todavía la cifra necesaria para hacer que dicho voto derribe a la primera ministra. Sí que parece mucho más claro que la jefa de Gobierno no será capaz de sacar adelante el Acuerdo de Salida en el actual Parlamento británico, ya que hoy por hoy la mayoría de diputados están en contra del actual pacto.